Editorial 6: Liberar la fuerza productiva y la iniciativa de los cubanos

Cuba se encuentra en una situación cualitativamente diferente a la que vivíamos antes del paso de los dos últimos huracanes. En realidad todos los cubanos sabemos, aunque no lo digamos, que han sido, por lo menos, tres los huracanes, sin contar los anteriores ciclones.
En efecto, creemos que estos dos meteoros: Gustav y Ike, han venido a colmar esa acumulación cuantitativa y sistemática de cinco décadas consecutivas que ha asolado- textualmente significa dejar aislada y sin nada- a la Isla del Caribe, otrora destino de tantos inmigrantes y paraíso de tantos apetitos. Siempre desbordada de solicitaciones, unas honradas y progresistas…otras veces éticamente inaceptables. Ahora ya no es así. Para bien y para mal.
Tendrían un punto de observación y un método de evaluación erróneo o, por lo menos, significativamente desviado, quienes intentan diagnosticar la situación actual de Cuba a partir de un análisis de la realidad económica, política y social teniendo solo en cuenta las consecuencias de dos terribles desastres naturales.
Ni siquiera considerando que Cuba ha sido víctima de una catástrofe natural en su sentido más amplio, podríamos evaluar la situación de la nación de la forma más objetiva posible.
Es necesario observar las estadísticas de casas y edificaciones derrumbadas totalmente, así como los daños a la agricultura y la industria de los principales renglones productivos como el turismo o el níquel. Pero también habría que preguntarse: ¿por qué estaban tan deterioradas las viviendas? ¿Por qué no se han ido solucionando a largo plazo – tan largo como medio siglo- la construcción de viviendas anticiclones en un país situado en el Caribe como el nuestro y con todos los recursos centralizados en manos de un Estado que solo tiene que decidir, sin ningún reparo, en qué utilizarlos? ¿Por qué la ineficiencia fue azotando como un huracán categoría cinco a la inmensa mayoría de las empresas, industrias y fuerzas sistemáticas del país sin poder detenerlo en cinco décadas? ¿Quién decidió las prioridades que desplazaron a estas necesidades vitales de vivienda e infraestructuras tenidas como urgentes desde 1952, en los ya remotos días del Programa del Moncada?
Es necesario tener en cuenta la destrucción total de instalaciones eléctricas a lo largo de la estrecha Isla y la incapacidad de las generadoras existentes para sostener la demanda de este pequeño país. Pero también habría que preguntarse: ¿Por qué en 50 años no se fue soterrando poco a poco la red de distribución, a como diera la economía y la ayuda millonaria de la URSS primero y de Venezuela después? ¿Por qué no se fueron sustituyendo, poco a poco, los centros generadores obsoletos hasta la hora presente? ¿Quién decidió las prioridades en cada quinquenio que dejaron atrás esta vital generación y distribución de energía eléctrica?
Es necesario escuchar y tener en cuenta la total indefensión de la mayoría de los ciudadanos, cubanos y cubanas, que con sencillez y una dosis de ingenuidad y mucho de cultura paternalista, dicen a las cámaras de la televisión que se han “quedado sin nada”. Y que se quedan ahí esperando a que nadie quede desamparado”. Con una mano sobre la otra: esperando. Pero también habría que preguntarse: ¿Por qué los cubanos y cubanas que sufren los efectos de dos huracanes seguidos, sin tiempo a reparar los daños del primero, no han podido hacer sus ahorros y no han podido construir sus casas con un mínimo de seguridad, hasta quedarse “sin nada”? ¿Por qué los salarios no han permitido ahorrar en 50 años para esa seguridad personal y familiar que es inherente y constitutiva de todo salario justo? O una pregunta más profunda: ¿Por qué esa cultura del pichón boquiabierto en el maltrecho nido esperando a que le coloquen lo que le toca en el pico? ¿Por qué esa indefensión ciudadana, esa anomia que espera todo de arriba con los brazos cruzados? ¿Por qué ese dar por hecho que nadie quedará desamparado por un Estado puesto en funciones de Dios?
Es necesario tener en cuenta la ingente y meritoria movilización de militares, dirigentes y trabajadores del Estado traídos de otras provincias, para cubrir las necesidades más perentorias y determinantes en lo que se ha llamado significativamente: “darle vitalidad” a poblados y municipios enteros, muchas provincias y grandes organismos e instituciones de los que dependen los servicios esenciales. Pero también habría que preguntarse: ¿Por qué esa vitalidad no la da también, además del Ejército y la Defensa Civil, sobre todo, una sociedad civil actuando en coordinación con los que conocen todo el problema, pero con la iniciativa, autonomía y creatividad que no dan y no pueden tener lógicamente ningún ejército ni estructura gubernamental que tienen su propia dinámica centralizada? ¿Por qué esas “fuerzas vivas” de las comunidades en la base, los grupos, las asociaciones independientes, las iniciativas organizadas desde abajo, no pueden dar, ellas mismas, esa vitalidad? ¿Por qué la actitud de muchos es “una mano sobre otra”? ¿Dónde adquirimos esta anomia que es como una anemia antropológica y cívica? ¿No se han formado estas personas en nuestro sistema educativo?
Intentar que el análisis de la situación y la evaluación de los “daños” de los tres ciclones sea lo más polifacética, lo más holística e integrada posible, es una condición sin la cual aún las mejores intenciones se perderían en un mar de ilógicas conclusiones, por su alienación con respecto a la verdad sobre Cuba. Ni la lógica, ni la metodología, ni “lo normal” que se hace en situaciones similares en cualquier latitud del mundo funciona en aquellos reductos del absurdo que, por inercia o por voluntad omnímoda, intentan detener el devenir de la vida y de la historia. No importa si es en espera de un “milagro” o en espera de las “condiciones requeridas”. La vida y la historia no pueden ser detenidas ni manipuladas torciendo el curso normal de su devenir, sin causar irreparables daños ciclónicos antropológicos, económicos, políticos y sociales. Dominar la naturaleza y cultivar la conciencia y el espíritu humano es tarea no solo de todos los hombres y mujeres en todos los tiempos sino que, para los que creemos en Dios, esta tarea es sublimada a “encargo” del mismo Creador desde el Génesis. Pero no se puede hacer contra-natura.
Una vez que nos acerquemos a esta evaluación holística e integral de la realidad no es normal, ni ético, quedarse con los brazos cruzados en la queja inútil. Esta ha sido denunciada, junto con la corrupción y el acaparamiento, en la “Información a nuestro pueblo” publicada en la prensa nacional cuando dice con razón: “Nuestro pueblo está dando una muestra palpable del poder multiplicador de la moral, la unidad, la decisión de resistir y la confianza en sus dirigentes y sobre todo en sí mismo. Esa ejemplar actitud contrasta con la egoísta de aquellos que se limitan a lamentarse y exigir que los demás resuelvan sus problemas.” (Periódico Granma, 29-9-08)
Respondiendo a la confianza que compartimos en la inconmensurable capacidad de recuperación de nuestro pueblo es que intentamos dar nuestro aporte, que se resume en una propuesta: Liberar las fuerzas productivas y emprendedoras de cada cubano y cubana sin distinción y sin exclusión.
Desde nuestra perspectiva limitada de cubanos de a pie hemos intentado vislumbrar tres escenarios posibles para el gobierno y tres para el pueblo cubano. Lo sintetizamos a continuación para compartir con los que deseen implementar un diálogo serio, profundo y verdaderamente “político”, es decir, sobre la “polis”, la “civitas”, toda la nación, y no solo su gobierno o sus relaciones intergubernamentales de cooperación internacional.
Que el esquema necesario para exponerlos en breves líneas no obnubile la esencia de los escenarios que oteamos posibles:
Primer escenario:
Desde el gobierno: Centrado en restañar los daños ocasionados, en mantener lo que existe, produciendo, o incluso aumentando centralizadamente esa producción estatalizada. Ganando tiempo, día a día, mes por mes, hasta ver qué coyuntura se da para poder reciclar la crisis sistémica sin cambiar nada estructural. Es la dilación, la lucha contra el tiempo o para ganarlo. Más de lo mismo, hasta que se pueda.
Desde la soberanía ciudadana, desde la comunidad: Pasan los meses, baja la adrenalina producida por los desastres; la solidaridad puntual cede a la cotidianidad del trabajo o del desempleo; se hace realidad la duda de que, como en anteriores ciclones, varios años después, familias enteras sobreviven albergadas en las mal llamadas “facilidades temporales” que no son ni facilidades ni temporales; entonces viene un bajón, un fenómeno psicosocial relacionado con la depresión, un hundimiento mayor en la desidia, en la dependencia del Estado, en el inmovilismo, en la anti-dinámica de los brazos caídos y el subsiguiente deterioro de la situación personal, familiar y productiva.
Segundo escenario:
Desde el gobierno: Una apertura parcial, condicionada políticamente, estableciendo acuerdos de cooperación con los que prioricen lo económico sobre lo ético, lo comercial sobre los Derechos Humanos, lo material sobre el espíritu de la nación cubana. Los intereses sobre la dignidad. No es solo una cuestión de orden para el tratamiento de los temas sino de concepto de lo político y lo ético. Es tan simple como aquella milenaria regla de oro: No quieras para los demás lo que no quieres para ti. Aun con esa apertura parcializada y selectiva, el sistema no podrá superar las crisis ciclónicas que desde hace 50 años, vive entre la supervivencia y el totalitarismo. No han faltado nunca aliados y patrocinadores del Este y ahora del Sur. En eso hemos de reconocer que mejoramos geográficamente aunque no en la esencia del asistencialismo a cambio de bloques ideológicos. Es suero y oxígeno para mantener el mismo bloqueo interno que no deja levantar cabeza a las capacidades y oportunidades de cada cubano y cubana. Más de lo mismo, pero con terapia asistencial.
Desde la soberanía ciudadana, desde la comunidad: Sería una oportunidad para algunos que están cerca de esas ayudas o son beneficiarios de inversiones estratégicas y, por otro lado, el agotamiento de los excluidos, tanto por razones económicas como políticas o sociales, que ya no tienen nada que perder, podría provocar explosiones sociales no organizadas, pero igual de caóticas y peligrosas.
Tercer escenario:
Desde el gobierno: Es lo que proponemos. La reforma estructural, el cambio de fondo: liberar todas las fuerzas productivas y aquellas iniciativas económicas, sociales, religiosas, culturales y políticas que se encuentran en la mejor reserva moral del pueblo cubano. De que existen esas capacidades y fortalezas, estamos seguros. De que Cuba no es menos que cualquier otro país del mundo que haya alcanzado ser protagonista, tanto de su propia soberanía desde abajo como de una arquitectura de inclusión participativa, no tenemos dudas. Esta es la única solución sistemática y capilar, a mediano y a largo plazo, que respondería a las causas y no solo a las consecuencias y que tiene capacidad interior y viabilidad pacífica en el mundo de hoy para salvar a Cuba, y a cualquier país, tanto de la devastación ciclónica de huracanes financieros del mercado salvaje, como del meteoro de desastres antropológicos causados por sistemas paternalistas, centralizados y excluyentes.
Desde la soberanía ciudadana, desde la comunidad: Teniendo en cuenta el carácter emprendedor de la mayoría de los cubanos y la apertura que estimularía su iniciativa, cada persona que lo desee podría escoger su propio proyecto de vida, gestionarlo por su cuenta, individualmente u organizándose con otros. Es la igualdad de oportunidades no solo entre todos los ciudadanos para recibir lo asignado desde arriba, sino entre los ciudadanos y el estado que ahora tiene el monopolio de todo. Es la vía para la promoción humana y el progreso social.
Por supuesto que lo más probable es que estos escenarios se combinen entre sí. Solo los hemos separado para facilitar su evaluación y buscar soluciones.
Por su parte, el gobierno cubano ha declarado que no puede dar respuesta inmediata, a todas las consecuencias de los huracanes. Estos han colmado la copa de 50 años de ineficiente sistema económico, siempre dependiente de las ayudas extranjeras.
Cuba se sume en un estado de ingobernabilidad efectiva. Porque gobernar no es reprimir ni prácticamente militarizar todo el país. Porque, como dijera Martí, una nación no se funda como se manda un campamento. Cuba necesita una refundación sobre las bases del proyecto de Varela y de Martí. Gobernabilidad es la forma democrática de promover la gobernanza de los propios ciudadanos, es decir, su capacidad para auto gestionarse la vida y contar con el marco legal y el sano ambiente de paz y oportunidades, sin exclusión. Esta ingobernabilidad de facto y no declarada, traba las ruedas de la nación con retrancas y salideros que se llaman corrupción, mercado negro, emergentes mafias no detectadas o aún toleradas, huelga inconsciente de brazos caídos, porque no hay estimulación, ni moral ni salarial para un trabajo que no asegura nada más que la supervivencia diaria, en los primeros días del mes o los días cercanos al cobro de lo que llaman salario. Se llama también ineficiencia estructural del sistema económico centralizado. Se llama cerrazón a mercados abiertos por falta de créditos y esa falta de créditos por no pagar las deudas adquiridas. Eso ha hecho bajar el Índice Confianza-País por el que se guían los inversionistas de todo el mundo para arriesgar sus capitales o tecnologías.
Este estado de parálisis en lo sustancial se llama también empecinamiento por dogmatismo ideológico, carente de dialéctica y de pragmatismo político, que pudiendo abrir, cierra las puertas de Cuba a bloques enteros de naciones. O dilatan hasta la desesperanza las negociaciones económicas por razones estrictamente políticas. O practica una política de apaga-fuego en la que, cuando se quema la casa Cuba, se abren unos ventanucos temporales, ya sean de trabajo por cuenta propia para apagar fuegos interiores, o de flexibilización de inversiones para dejar entrar oxígeno del exterior. Todo hasta que venga una nación o bloque-bombero, aliado político, que permite volver a cerrar los ventanucos reformistas que ya no necesita la casa asegurada por sus vecinos. Así no hay ni economía viable, ni gobernabilidad democrática.
Es necesario levantar todos los bloqueos. Es verdad. Los embargos venidos desde fuera. Pero al mismo tiempo y sobre todo, hay que levantar el bloqueo que este sistema centralizado y monopolista impone a sus propios ciudadanos. Liberar las fuerzas productivas y la iniciativa de los cubanos y cubanas, de manera que puedan levantar cabeza y trabajar de verdad:
Levantar el bloqueo económico: impuesto a las fortalezas productivas que se reprimen en cada ciudadano, de modo que las leyes propias de una economía de mercado regulado pueda despertar y liberar la única fuente de verdadera y duradera reconstrucción del País: el trabajo.
Levantar el bloqueo social: que reprime la capacidad y el derecho que tiene la ciudadanía para organizarse por cuenta propia, de modo que la iniciativa particular pueda ser complementada y abierta a auténticos espacios de participación y solidaridad, única forma verdadera y duradera para sanar la anomia, para poner al servicio de la comunidad el protagonismo ciudadano y para aprender a organizar y reconstruir la subjetividad y la más diversa riqueza grupal y asociativa: una red capilar y articulada de la sociedad civil.
Levantar el bloqueo político: que excluye el pluralismo de opinión, de programas alternativos para buscar el bien común mediante la solución negociada, pacífica y consensuada de los principales problemas de la nación. Única forma democrática para lograr una Casa Cuba donde quepamos todos en sana convivencia: el pluripartidismo y la división y mutuo control efectivo de los tres poderes del Estado: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Para que todos estemos bajo la ley, y no todos bajo la dirección de un solo partido excluyente que pone y quita leyes aprobadas, a posteriori, en la unanimidad de una Asamblea monocolor. Es decir: la reconstrucción de un Estado de Derecho.
Levantar el bloqueo de las relaciones internacionales: Que entrega la casa a unos y cierra la puerta a otros. Por razones políticas excluyentes de naciones históricamente hermanadas con Cuba por lazos de cultura, religión, idiosincrasia, formas de gobierno y de convivencia. De modo que Cuba se abra al mundo, realmente. Lo que significa que cada cubano y cubana, que eso es Cuba, pueda viajar, entrar y salir de su país libremente y que todos los ciudadanos del mundo tengan las puertas de Cuba abiertas para el intercambio de opiniones, de culturas, de comercio, de experiencias y de fraternidad. Así corresponde a un mundo interdependiente y global como el que vivimos hoy, aun cuando haya pocos países como el nuestro en que sean secuestrados sus propios ciudadanos que necesitan un permiso especial del gobierno para viajar. Además, toda la nación sea retenida en un tiempo y un mundo compartimentado por fronteras ideológicas y políticas que ya no existen en la realidad. Es decir: es necesaria la reconstrucción de unas relaciones internacionales no solo entre gobiernos sino entre todos los sectores de la sociedad civil de cada país.
 
Los ciclones y los huracanes, de todas formas, volverán en los años sucesivos por los mares del Caribe. Cuba no se moverá de aquí. Ni la represión de unas leyes aplicadas a raja tabla, ni las cansinas consignas de más trabajo, disciplina y exigencia, podrán solucionar el problema de fondo. Todo el mundo lo sabe y los que más han vivido lo saben aún más.
Es urgente comenzar una campaña de educación cívica y ética que levante la autoestima y la autogestión ciudadana. Solo educando se fortalece la voluntad y se cultiva la virtud. Educar para la libertad y la responsabilidad no reprimir para sostener el poder y sobrevivir precariamente. La situación límite del país no resiste otro experimento, ni más crispación sistemática, ni más espíritu de trinchera, ni más llamamientos a la resistencia numantina.
De modo que si no tomamos ahora las opciones y soluciones estructurales eficaces a mediano y largo plazo, a Cuba no le alcanzará ni el tiempo ni la paciencia de sus ciudadanos para salir de un huracán y entrar en otro. Demasiado ha sido el tiempo e infinita la paciencia. Callados los sufrimientos y vidas perdidas, no solo por las consecuencias de los meteoros sino por la obstinación de querer avanzar hacia el pasado.
Pero, por eso mismo, este no es tiempo de quejas, ni de mirar atrás. Es necesaria una política proactiva, propositiva y eficaz. Despejemos los cielos de Cuba. Encaucemos las aguas pujantes que ahora, represadas, amenazan a los cubanos. Abramos las puertas de la soberanía ciudadana y de las fronteras de la Isla. Es una nueva oportunidad para que los cambios medulares e insoslayables vengan desde el orden y la gradualidad de quienes tienen el poder para presidirlos y facilitarlos.
Liberemos, de una vez y por todas, las fuerzas vivas de la sociedad. Cuba necesita cambiar con serenidad, en un clima de laboriosa tranquilidad. Cese la confrontación con un enemigo externo casi indispensable para mantener este clima de guerra, y cese también la confrontación con los propios ciudadanos que no piensan como los que tienen el poder. Con ello, Cuba no pierde más que el estrépito y el sobresalto que no deja vivir y trabajar en paz. Con ello Cuba ganará en identidad, dignidad y progreso, insertada con tranquila y serena normalidad en el concierto de las naciones democráticas.
Cuba lo merece y tenemos el deber y el derecho de construirle esos cielos nuevos y esta tierra nueva en la que nuestros hijos y nietos, al fin, crezcan en paz y prosperidad.
Pinar del Río, 3 de noviembre de 2008.
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