Cuba: cambio, dignidad y democracia

Yoandy Izquierdo Toledo
Jueves de Yoandy

Escuchamos hablar con frecuencia del nuevo orden mundial, de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, de la postmodernidad. Con la misma intensidad deberíamos hablar de los efectos que estos fenómenos sociales, períodos o estilos de vida en los que ha entrado la humanidad causan en las personas y los pueblos.

Me gustaría referirme a tres puntos que considero importantes y sobre los cuales debemos trabajar como seres sociales comprometidos con nuestra historia y nuestro tiempo.

El primero de ellos es la falta de respeto a la dignidad humana. Todos los seres humanos somos iguales en dignidad, ella es la que nos distingue de las cosas. Las personas no tenemos un precio, sino tenemos dignidad. Se atenta contra ella cuando se vende el cuerpo, se venden los principios o se compran las ideas o el silencio a conveniencia de un grupo o determinados sectores de liderazgo o poder. Resulta más fácil determinar una acción contra la dignidad humana cuando esta es de tipo físico, ya sea maltrato, lesiones ligeras o graves. Sin embargo, a veces olvidamos que de igual o mayor magnitud son las lesiones morales a la dignidad humana, esas que acaban con la reputación, las buenas costumbres y la tranquilidad espiritual de una persona. En Cuba, por ejemplo, el fusilamiento mediático es una herramienta ampliamente usada y bastante criticada por parte de las víctimas y toda aquella persona que se sensibiliza con quien es atacado injustamente. La violencia verbal va, desde algunos artículos de nuestra Constitución, como el artículo 4 incitando a la lucha armada, hasta el lenguaje que se emplea en medios de comunicación y en las propias relaciones humanas cotidianas.

La pobreza es otro signo de violación de la dignidad humana. La miseria a la que es sometido un gran número de cubanos y de habitantes del mundo constituye una privación de la libertad, ya que de esta forma las personas ven limitadas sus capacidades naturales y ven vulnerado su derecho a la vida digna. La contemporaneidad requiere, seriamente, un mundo más justo, porque como somos humanos, justo no es.

El segundo punto que quisiera comentar es el deterioro de las democracias, donde las hubiera. A nivel global esta es una queja bastante usual para referirse sobre todo a aquellos sistemas en que los mecanismos democráticos funcionan defectuosamente, o los riesgos de la democracia han llevado a través de las urnas a gobiernos fallidos. A nivel nacional, la “democracia de Partido Único”, como fuera llamado el caso cubano por Federica Mogherini, ex-alta representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, ha demostrado ser una conculcación extrema a todo tipo de libertades y derechos en la Isla. Continuar trabajando en el camino de la democracia desde cualquier rol de la sociedad civil debe ser la meta de toda persona que trabaja por los derechos humanos y el desarrollo humano integral.

En tercer lugar me voy a referir a una verdad intrínseca a la vida humana y la vida de los pueblos: el cambio y la transformación. El mundo que recibimos, por bien que esté, puede ser transformado.

No se trata solo de transformaciones puntuales o casuales, se trata de cambios profundos, estructurales, sistémicos, que afecten todos los sectores de la vida e impacten en los dos anteriores puntos: la dignidad humana y la construcción de una democracia de calidad.

En efecto, si los modelos económicos, políticos y sociales, cambiaran para bien, entonces la dignidad, la libertad y los derechos de las personas serían más respetados no solo privadamente sino institucionalmente. Eso se traduce en que la economía tiene que estar al servicio de la dignidad y el bienestar de las personas, y no estas ser utilizadas como tornillos de la economía y dolientes de sus fracasos.

Esto se traduce también en que la política tiene que estar al servicio de la persona humana, de sus libertades y derechos, y no al revés, que la persona del ciudadano se ponga en función de los políticos y las políticas públicas que deben siempre ser servidores de la nación.

Así también, como dice el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, “la comunidad política debe estar al servicio de la sociedad civil” y no al revés. La sociedad civil no debe servir como correa de transmisión del poder ni como destinataria de sus mecanismos de represión.

En Cuba, estos valores y relaciones están violados e invertidos. Es necesario que los Medios de Comunicación también se pongan al servicio de estas tres dimensiones: la dignidad de los cubanos y todos sus derechos, la transición hacia un modelo democrático abierto y participativo, y hacia la sostenibilidad, agilidad y eficacia de los cambios estructurales que Cuba necesita.

 


  • Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
  • Licenciado en Microbiología.
  • Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
  • Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
  • Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
  • Responsable de Ediciones Convivencia.
  • Reside en Pinar del Río.
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