Cuando la historia no cuenta

Por Herminio Josué Peña Otero
“Lo que puedes hacer por los demás no es enseñarles tus riquezas,
sino enseñarles a que descubran las suyas propias.”
Goethe
Hotel Nacional.

Hotel Nacional.
En los últimos meses, y con la ayuda de los optimistas y los ingenuos, algunos periodistas y redactores de los medios de comunicación oficial del gobierno cubano, se han empeñado en dar a la luz la cumplimentación y satisfacción popular de los cambios cosméticos realizados en la Isla, a partir del canje de dirección nacional.
Detrás de ese grupo, se observan imágenes de jóvenes que se mueven portando un teléfono móvil, planos generales de los lujosos hoteles construidos para el disfrute de los extranjeros, y que ahora abren sus puertas a todos los cubanos, sin distinción y con abundante dinero, mujeres que montan una moto eléctrica, sea comprada con remesas del exterior o entregada por empresas que buscan bajar sus costos a toda costa, campesinos hacia una vaquería y otros a trabajar la tierra y recoger hortalizas, en resumen, razones para que los ojos de los lectores permitan ver la firmeza y la fuerza frente a las dificultades y las incomprensiones, junto con las transformaciones realizadas en la economía cubana, que fue a lo largo de la historia de antes del 1959, la más solvente de América Latina, y que en estos momentos aparece entre las últimas.
Y lo que pasa es que el montaje del ruido del río que suena, pero que no trae nada, no convence a nadie. Como bien diría un empleado de correos blanco en canas, que pasa todos los días por mi casa, esto que está pasando es como “el reino de lo absurdo y lo ridículo”. Si lo que obtenemos como pago por el trabajo realizado no alcanza para comer por más de 10 días, qué sentido tienen las aperturas para los cubanos, de estas prohibiciones, con los precios irrisorios actuales que lejos de resolver un problema, lo que hace es multiplicarlo.
Ninguna medida artificial, ensamblada bajo el qué dirán y de una supuesta liberación de movimiento y de gestión, da garantías a los ciudadanos, ni prepara el trayecto para la entrada al camino de la libertad, una libertad que ha sido secuestrada y controlada por los de arriba a golpe de imposición y censura totalitaria por casi 50 años de historia. Lo único seguro de estos 2 años de cambio directivo, es que nos dimos cuenta ahora que cada cual debe ganar lo que es capaz de hacer en su jornada laboral, comentario prohibido hace algunos años atrás por semejarse a la economía de mercado.
Cosas así acaban con el país, con los que lidian con la búsqueda del pan de cada día. Ahora los cubanos marchamos en busca del tiempo perdido. El esfuerzo es loable, pero el mayor enemigo del aparato, y de los proyectos supuestamente salvadores socialistas, es que es un tiempo que se acabó, que desapareció. Acompaña este contexto una crisis mundial que empeora la rapidez de acción de los cambios y de las entidades encargadas de mejorar la precaria situación existente en Cuba. Entre los costos del petróleo, de los alimentos, de las materias primas y la debilidad crónica de la economía cubana junto con la ineptitud de nuestros líderes, los de a pie nos estamos asfixiando.
Hace 50 años que nos montamos en el carro de la aparentemente sociedad de la verdad y la humildad humana, nos dedicamos a no a escuchar con detenimiento y a no saber descifrar y separar la paja del grano. Mezclamos un poco de chusmería caribeña con las artes movilizativas del fascismo y del socialismo, para que unidas demostraran un consenso imaginario solo en la cabeza de los que no ven mas allá del portal de su casa, creyendo que los problemas del capitalismo iban a resolverse así. Esto fue posible en gran medida porque era impostergable la transición del poder corrupto de aquellos años, y esta transición fue llevada a cabo sin importar para donde se iba, como andando por un camino totalmente oscuro, lo que importaba era el cambio a cualquier costo y para cualquier parte.
Todo cambio en el comportamiento, debe ir precedido por un cambio en el pensamiento.
¿Quién nos iba a decir que, a esta altura del socialismo, estaríamos tan mal?
¿Por qué, cinco décadas después, existe una miseria general que nos ha quitado la esperanza, la fe y hasta las ganas de vivir y de amar?
La verdad es dura pero hay que decirla. Si antes había una regularidad consolidada del transporte urbano y rural, había clínicas y hospitales bien equipados, particulares y estatales, una educación general, cultural y religiosa con un renombre a nivel mundial y una alimentación con más variedad, ¿por qué ahora no hay transporte y las personas se trasladan como animales en camiones cada vez más escasos, la precaria salud que se nos ofrece sin costo, deja mucho que desear y lidia a diario con bacterias en los salones de operación y con incomprensiones de los médicos que nos atienden, disgustados por la comparación con sus colegas que viajan al exterior. La educación, tanto primaria, secundaria, PRE-universitaria y superior, están en ruinas, aclamando a gritos una renovación hacia los métodos que anteceden a los actuales, y la alimentación popular, que es un caos generalizado, pasando por la desgracia de contar con enfermedades como la Neuropatía, la aparición de niños distróficos, bajos de peso y con anemia.
Este panorama es particularmente delicado, porque para algunos, aunque no les guste decirlo, en Cuba se importa más del 80% de los alimentos agrícolas que hoy consumimos, esto en un país eminentemente agrícola. Por otra parte, la crítica situación de los servicios gastronómicos se agrava vertiginosamente, junto a la baja capacidad de adquisición del cubano común que lo único que ha logrado, es un salario mínimo aproximado de 12 C.U.C. que no alcanza ni para una semana de sobrevivencia.
Según los cuentos de los abuelos tan experimentados por los años vividos, cuando éramos el primer exportador de azúcar del mundo, cuando la comida del cubano humilde era plátano frito, malanga hervida, arroz blanco, bacalao o picadillo,( todo un sueño en los años de socialismo), cuando manteníamos la inflación más baja de las naciones latinoamericanas, cuando ocupábamos el cuarto lugar en recibir el mayor porcentaje de la remuneración de los obreros y empleados en relación con el ingreso nacional(después de Gran Bretaña, Estados Unidos y Canadá), entonces sí que estábamos haciendo historia, entonces sí que teníamos algo que enseñarle al mundo.
Lo peor que le pudo pasar a Cuba en la década del 50, fue que se gestara el socialismo en su interior, exportado desde Europa por unos ancianos soñadores, un régimen de una maldad metódica, una incapacidad sin igual y demostrada a través de la historia, y un desprecio supremo por los originarios de su nación, transformándolos en mendigos por obligación y en exiliados habituales, por disímiles zonas del mundo, como Alaska, Hawai, Francia, Noruega, Sudáfrica, Australia, entre otros, llevando la mayor parte Estados Unidos, donde existen comunidades en Miami, Nueva York, New Jersey y California principalmente. Para solo expresar un detalle, en los últimos cuatro años han llegado más cubanos a este país que los que lo hicieron durante la estampida del Mariel en 1980 o el éxodo de balseros ocurrido en 1994.
¿Y qué nos llevó a esta situación?
Nuestra falta de soberanía, no fue ni es porque una potencia extranjera invadiera con armas y cañones este verde caimán, sino porque nos mantenga a conveniencia (La Unión Soviética), subsidiándonos en una época en el orden de los 4 000 a 6 000 millones de dólares anuales, y en la actualidad, una nación amiga, Venezuela, que envía más de 50 000 barriles de petróleo al día, para saciar las demandas nacionales. Así se inutiliza la iniciativa privada y el deseo de trabajar por mejorar la situación actual. Se pierde el interés de vivir en esta isla, se pierde el sentido de responsabilidad ante los demás y ante nosotros mismos, al conformarnos con todo lo que es impuesto desde arriba a golpe de leyes y disposiciones. También la falta de tolerancia y confianza en el hombre, al no creerlo apto para crear un ambiente de calidad y bien común para todos, unido al efecto de HALO, bien utilizado por el régimen para demostrar que todo lo que expresa dirigido al pueblo, por los altos funcionarios de gobierno, está bien, es bueno, es perfecto y abarca toda la verdad. En estos años, sin percibirlo casi nadie, se gestó el nacimiento, auge y desarrollo de la bancarrota de la economía insular y de la sociedad civil.
Leyendo la prensa internacional, me hago eco de unas afirmaciones expuestas que muy bien nos sirven como punta de mira para lo que deseamos para el futuro. El día llegará cuando Cuba pueda elegir a sus propios líderes al votar en elecciones libres y justas y los prisioneros políticos sean puestos en libertad. Hay que aumentar los esfuerzos para promover entre todos los cubanos la libertad y la democracia, incluyendo la apertura a la información, licenciando asociaciones no gubernamentales y otras instituciones caritativas para que el pueblo cubano tenga acceso a los avances de la ciencia y la tecnología, para usarlos en su desarrollo general.
Festejaré, como cubano y latinoamericano, junto a la persona que haga ejercer la justicia y la pluralidad con respeto por el prójimo, y que intente cambiar para bien, el futuro comprometido que se nos avecina con rasgos de crueldad y demencia. Todos estamos deseosos de que esos vientos de libertad y de gloria, soplen en Cuba y despeinen afablemente a los cubanos. Que una lluvia de tolerancia y de entendimiento caiga sobre los campos, y se quede aferrada al suelo y a las plantas como el rocío mañanero que a diario nos moja los zapatos, es lo que todos deseamos y por eso trabajamos y llevamos a ustedes, estas valientes ideas.

Herminio Josué Peña Otero (1978).

Ingeniero Mecánico. Trabajador del Obispado de Pinar del Río.
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