Somnus
- Vuelvo a ser alguien que sueña un sueño.
- Ahí, en ese espacio multidimensional,
- alguien se cerciora por sí mismo
- que todo sigue siendo el sueño
- de cuando regresamos a casa,
- de cuando atravesamos
- el mercado infinito de lo inconcebible
- después de cruzar una frontera, un campus minado,
- o la ingratitud del amigo que nos muerde.
- Sí, hay sueños que nunca deberían revelarse.
- Sueños como que abuela muere
- y el llanto es más alto que los gritos de guerra,
- que un zigurat mesopotámico.
- Sueños como que nunca
- va a terminar esta pandemia
- que tiene de la plaga de Atenas, de la peste antonina,
- que tiene un tanto de aquel cólera negro
- o de la fiebre de los campamentos.
- Soy alguien que sueña, eso lo tengo claro,
- claro como saber que la conducta gregaria
- es solo extensible a los homínidos
- y está relacionada con la territorialidad,
- con el miedo al vacío
- y a su baja densidad de partículas.
- Soñar detrás de una ventana nuevamente,
- desacostumbrarme nuevamente,
- y más allá, el polvo de lo que fue una historia,
- la historia de lo que pudo ser
- parestesia de Berger,
- esa materia fina que no llegó a contarse
- tras la alambrada 1,
- tras la alambrada 2,
- otra alambrada,
- y después el carrascal de lo que fue una sala,
- un cuarto improvisado, un cubo de paredes
- donde todo no es blanco
- verde
- azul
- pero hay que soñar que esto termina pronto
- que una parte del cuerpo no se duerme
- y que luego, un día de estos
- –y acaso nunca nos acordemos
- de la desesperanza,
- del tiempo de caer y tener miedos,
- y no resulte la conexión sináptica–,
- muera este virus parestésico,
- podamos volver por fin a casa.
- Nutrientes esenciales
- El aguacero se derrumba sobre las lenguas de vaca.
- Sobre las plantas que tienen ese nombre,
- u otro nombre cualquiera.
- Igualmente podría llamarlas
- por sus viejos vocablos en latín;
- debería buscarlo en Internet.
- Ahora llueve.
- Eso nadie lo duda, no es una fake new.
- Tampoco es incierto
- que los organismos que pueblan mi jardín
- estén radiantes mientras el mundo colisiona
- y los países se desarman (sin desarme)
- y los políticos inventan subterfugios
- más espigados que la corrupción,
- más incongruentes que la demagogia…
- Mientras las madres que han perdido sus hijos
- se rompen en fragmentos de “vidrio del bosque”
- en trozos de esa materia
- de la que nunca deben ser
- los muertos de pie,
- los cojonudos que aúllan Patrio o Muerte.
- Mientras la isla sigue acomodándose en la sintaxis
- que nos hacen tragar como placebo.
- Las criaturas clorofílicas que mi hermana sembró,
- que mi hermano en ley sembró,
- que el antiguo habitante de esta casa
- dejó para nosotros,
- agradecen la lluvia.
- Debo aprender de las plantas,
- llámense lengua de vacas,
- o como se nombren según la Wikipedia.
- Debo aprender de su ciclo de vida,
- no pensar como humano,
- y dedicarme
- a mis nutrientes esenciales, a mi mitosis.
- Yo sola jamás podré invertir el orden…
- des-limitar los distintos sistemas…
- .
- La realidad supera a la ficción
- Mi abuela no comprende lo que es una “cola” de verdad.
- En sus tiempos, la vida era más simple;
- se viajaba en avión y se podía comprar en otras islas
- pequeños timos, suvenires esplendentes.
- Una cola es… una gran fila.
- Y no precisamente filum de soldados o piezas de artillería,
- aunque tenga de todo un poco menos.
- La niebla en los ojos de mi abuela
- me hace escoger bien las palabras
- como a coleópteros polífagos entre frijoles negros,
- para evitar escarnios, para evitar
- la añoranza de una elevación aerodinámica,
- aquel oro epocal de los antepasados.
- Cola… aglutinante fila de organismos
- que se fermentan segundo tras segundo
- entre los baches negros de la hambruna,
- entre bazofias conocidas y repetibles.
- Una cola, abuela, es un medio… nunca un fin.
- Una cola de estas en que aguardas,
- desconfías de tu memorándum, masticas al de enfrente
- pero te atragantas con su mascarilla,
- sus gérmenes, su abrigo para evitar el sol,
- justo al medio de la árida ciudad,
- atizando un cloqueo de cristales
- que nunca terminan de romperse,
- sobre los restos de cuerpos apagados,
- muriendo poco a poco, válvula a válvula, arteria a arteria.
- Ah, una cola, extremo posterior de la abundancia,
- estructura vestigial in crescendo,
- llevada a todas partes como un ente maldito,
- atavismo que nunca nos conecta al tiempo ido…
- Una cola… tenientes subrepticios a la caza
- de alguna ideología o un acento día-crítico
- o la más nimia inconformidad,
- es para no recordar de qué modos
- se puede volver a ser humano, ni recordar que un día
- pretendimos sobrevivir
- en el increíble mundo de Gumball.
- La realidad siempre supera a la ficción.
- Anisley Miraz Lladosa (Trinidad, 1981).
- Graduada en Diseño Gráfico en la Academia de Artes Plásticas
- “Óscar Fernández Morera” de Trinidad.
- Ganadora de premios y menciones en varios eventos literarios como la Bienal de Jarahueca (2000), Literatura Infantil “Mercedes Matamoros” (2002), Premio de la Ciudad Fernandina de Jagua (2003), Gran Premio Vitral de Poesía (2003) y Premio Poesía Vitral (compartido) (2004).
- Reside en Pinar del Río.