Comunicación política y generatividad en tiempos de crisis

Foto de Juan Pablo Estrada Rodríguez.

La llegada de la COVID-19, cambió el mundo, es un hecho, todavía algunos se debaten en si las cosas cambiaron para bien, o para mal, pero lo innegable es que ya nada es como antes, y nunca más lo será. Nuestra visión del mundo cambió, y la pandemia sacude desde nuestras necesidades más íntimas, hasta las más globales. La mayoría de nosotros durante este tiempo ha experimentado alguna vez el dolor profundo de la pérdida de uno o más personas cercanas, las vicisitudes económicas, la fragilidad de nuestras capacidades psíquicas o la inestabilidad generada por el gobierno.

El aislamiento continúa poniendo a prueba cada día nuestra capacidad como seres relacionales, la soledad de los últimos meses y la adaptación a un nuevo estilo de vida nos forzó también a encontrar nuevas formas de comunicación. Asumir un lenguaje diferente, con señas, con máscaras que cubren las expresiones de nuestro rostro, a través de una pantalla de teléfono celular, permiten que también pongamos en práctica nuestra responsabilidad al cuidar del otro, nuestra humanidad, nuestra obligación como ciudadanos. Entendiendo la “obligación” no como una imposición de una fuerza ajena a nosotros, sino como un deseo de bien para el otro, ese con el que cohabito el espacio social y genero relaciones sociales.

Comunicación y política han sido un binomio fundamental durante esta crisis. Más allá de nuestra reacción personal y de la responsabilidad social que tenemos, como seres, pensantes y responsables, está la gestión gubernamental, esa estructura estatal que en teoría debe velar por los intereses de cada ciudadano y que en el entramado comunicacional han estado en el punto de mira desde inicios de la epidemia.

En tiempos de crisis, la comunicación es clave porque sostiene el tejido comunitario. Se precisa de una coordinación y un lenguaje que ayuden a cohesionar a la gente. La palabra bien pronunciada une en un mismo propósito de enfrentarnos a una situación de riesgo, pero de igual manera un mal manejo de la comunicación puede conducirnos como ciudadanos a un punto de extrema vulnerabilidad.

Liderar en la incertidumbre implica una serie de habilidades y comportamientos específicos, que no son poseídos o bien manejados por todos los líderes. En primer lugar, es imperativo saber que hay alguien al timón que adopta las decisiones pensando en el bien común, de lo contrario estaríamos condenados a un caos mayor. Es importante contar con líderes fuertes que contribuyan a proporcionar estabilidad y rumbo. El objetivo es acabar con la incertidumbre generada en la ciudadanía, proporcionar la mayor seguridad posible lo que supone el importante reto de gestionar la reacción emocional de su población. Por otra parte, existe el problema de cómo resolver la situación de crisis lo más rápido y con el menor costo posible para su reputación, como políticos. Los líderes deben cuidarse de su escenografía, de sus palabras, de las medidas que van a tomar y de la periodicidad con la que van a dirigirse a los gobernados.

A partir de estos postulados, durante la crisis del coronavirus se han podido definir distintos arquetipos de liderazgos políticos, cada uno de ellos con sus características específicas que sin duda han determinado en mejor o peor medida el avance de la enfermedad y las consecuencias para sus pobladores, así como el desencadenamiento de otras crisis a raíz de la pandemia, a partir de estos

arquetipos comunicacionales se ha desarrollado todo lo demás, estructura sanitaria, publicidad, y el actuar de las personas ante la emergencia sanitaria, etcétera.

El gobierno cubano asumió la crisis del coronavirus y su comunicación como el “enfrentamiento a un enemigo”. Desde que se comenzó a comunicar la crisis sanitaria se usan las palabras enemigo, batalla, enfrentamiento. Mientras que en las calles las personas se ocupan de sobrevivir a la falta de alimentos, los apagones, escasez de medicamentos y hasta la propia enfermedad. Esto no es nuevo, ni es la pandemia la causante de una comunicación de este tipo, ni estas palabras se usan solo para referirse al virus, es simplemente la estrategia comunicativa obsoleta que mantiene el gobierno desde sus inicios y que a pesar del avance y los cambios en las herramientas y los escenarios sigue siendo la misma.

Lo cierto es, que durante este tiempo la gestión gubernamental no ha tenido en cuenta factores importantes como la coherencia a la hora de comunicar a sus ciudadanos. El divorcio entre las estadísticas oficiales y las que constatan en el día a día de cada pueblo, o las que publica la prensa independiente han restado total credibilidad a las propagandas triunfalistas que emiten los medios de comunicación oficial. La crudeza de los rostros que viven la necesidad y las miserias que deja para este país el estancamiento económico, es opuesto a los rostros frescos y estómagos abultados de quienes desde su comodidad envían un mensaje de resistencia. El cansancio con el que un pueblo se lanzó a las calles en busca de una salida y la respuesta brutal de los gobernantes ante este acto desesperado y esperanzado de un pueblo dejó al descubierto la incapacidad para generar una dinámica social positiva.

Una dinámica social positiva tiene en cuenta la generatividad, que a su vez tiene tres aspectos fundamentales. Poner en el mundo, cuidar de aquello que fue creado o puesto en el mundo y, por último, dejar ir.

Los políticos están llamados desde la generatividad a “poner en el mundo”1 algo novedoso, que no existía, en este caso deberían ser sus conocimientos, su potencial individual al servicio de los gobernados, a quiénes se deben. Sin embargo, es posible ver como el lenguaje político en Cuba es destinado de una manera vertical, en cuya verticalidad el discurso, la palabra, va encaminado mayormente en responsabilizar a factores externos o a los propios gobernados, de la incapacidad del Estado y sus instituciones.

En el último año y medio que es el que me atañe en este momento no es diferente. Lo que viene de “arriba” es un discurso que lejos de aportar y generar procesos sociales inclusivos y enfocados al bien común dividen e impiden que las personas desarrollen en plenitud todas sus capacidades. No hay una generatividad positiva desde la comunicación o la política, existe más bien un enquistamiento que cada vez se vuelve más profundo con la marcada intención de dividir en bandos e incitar al enfrentamiento de unos con otros. Psicológicamente los cubanos vivimos en una guerra constante, por lo que nuestras capacidades humanas están entrenadas para convivir en un clima de hostilidad, de total inestabilidad y agresión, todo esto sin que seamos plenamente conscientes de ello.

Por otra parte, para crear una sociedad generativa, los servidores públicos están llamados al cuidado de aquello que con amor fue creado, es importante tener en cuenta los sanos límites entre el cuidado y la

sobreprotección. Sin embargo, cuando se crea un lenguaje ideologizado y vacío cargado de consignas, es muy difícil mantener una coherencia con esa creación en el tiempo, y que sea para bien.

Estamos claros, o deberíamos estarlo a estas alturas, en que la política debe ser entendida en todo momento como un servicio. En este sentido, las personas que están al frente de cualquier organismo público tienen la responsabilidad y la obligación de responder ante la ciudadanía como servidores. Si bien las instituciones de salud pública tienen la responsabilidad de advertir a los ciudadanos sobre la gravedad de la enfermedad, en este caso, tiene que haber un margen de actuación de la otra parte, tu deber como institución es cuidar de todos, lo que no te da la potestad de utilizar la situación como pretexto para encerrar a todos y limitar nuestras libertades. Por otra parte, no es coherente limitar la movilidad de las personas a conveniencia de los propósitos políticos del gobierno.

Por último, habría que dejar ir, lo que sería una transición fecunda entre generaciones. Así como los padres dejan ir a los hijos, en un momento determinado, el Estado debería dejar ir a esas generaciones, como la mía, que tiene un nuevo lenguaje político que incorporar a nuestra sociedad, que tiene otra visión de futuro, de nación. Continuar estancados en un lenguaje político obsoleto, que poco aporta a la dinámica social del país es simplemente negarse a al deber natural al que somos llamados como seres humanos.

El contexto pandémico acelera eventos de crisis, y aumenta las tensiones constantes entre una ciudadanía carente de garantías y derechos para ejercer sus libertades, y un gobierno al que hace años se le fue de las manos el control de cualquier tipo de situación, y antes de ceder opta por los métodos más radicales de violencia, convirtiendo toda posibilidad de generatividad en dominio y posesión.

 


 

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