Por Oscar Espinosa Chepe
El Presidente Raúl Castro y Marino Murillo Jorge, Ministro de Economía y Planificación, puntualizaron que el tema del empleo constituiría “una de las prioridades el próximo año, considerando el bajo nivel de productividad existente,” en sus discursos en la Asamblea Nacional del Poder Popular el 20 de diciembre pasado.
En la intervención de Murillo Jorge sobre los resultados económicos de 2009 expuso que la productividad del trabajo cayó 1,1% con respecto al año anterior, lo que debe ser superior teniendo en cuenta el sobredimensionamiento en los cálculos del PIB cubano. Achacó el problema al “subempleo y exceso de las plantilla en la mayoría de las actividades del país.”
La mala utilización de la fuerza de trabajo es un asunto viejo. Los centros laborales están sobrecargados de personal, como resultado del intento del gobierno de reducir los niveles del desempleo visible, con empleos innecesarios. Esto ha ocasionado muy baja productividad del trabajo, elevada ineficiencia, bajos salarios, la imposibilidad de reorganizar los centros laborales y aplicar medidas estimuladoras del talento y la creatividad. Esos métodos han perseguido fines políticos y de propaganda, con colosales perjuicios para la economía.
Según estudios de la CEPAL publicados en el libro “La Economía Cubana, Reformas Estructurales y Desempeños en los 90” -escrito con la participación de funcionarios cubanos- tomando como base la productividad existente en 1989, entre 1994-1996 las tasas de desempleo equivalente estuvieron en un rango del 30,0%. Este porcentaje proviene de la combinación de los niveles de desempleo visible, más la subutilización del trabajo con referencia a un año base, en ese caso 1989, un año con una productividad en modo alguno relevante en comparación con los estándares internacionales de aquel momento. Eso significa que en los años señalados, la tercera parte de la fuerza de trabajo disponible no se utilizaba o era empleada innecesariamente.
Si el análisis se hubiera hecho con referencia a la productividad del trabajo en países de desarrollo medio muy probablemente la tasa de desempleo hubiera sido cercana al 50,0%. En términos reales ha habido cierta recuperación de la economía en relación con los años citados. Sin embargo, no se ha salido del Período Especial. Por ejemplo, la industria manufacturera en el 2008 distaba de los niveles de 1989 en un 53,9%, por el volumen físico logrado de acuerdo al origen de los productos, según el Anuario de la Oficina Nacional de Estadística (ONE). Un escenario similar está presente en otros decisivos sectores, como es el agropecuario.
Aunque el gobierno anunció una tasa de 1,7% de desempleo en 2009, casi seguramente el más bajo del mundo, en momentos cuando la crisis mundial azota con gran fuerza la economía cubana, se sabe ampliamente por simple observación en las calles, que el grado de desempleo es sustancialmente mayor por la cantidad de jóvenes que deambulan en horas laborales, mientras muchas actividades languidecen por falta de trabajadores debido a la carencia de estímulos y la existencia de salarios que no alcanzan para vivir, como ha reconocido el Presidente Raúl Castro -427 pesos en 2009, como salario medio mensual, equivalente a 21.35 US dólares, mientras un kilogramo de leche en polvo cuesta 6.55 US dólares en las tiendas estatales que ofertan los artículos en divisas.
La problemática del exceso de personal es debatida nacionalmente con mucha intensidad. En un pleno del Consejo Nacional de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), reseñado por el periódico Trabajadores el 25 de enero, se reconoció que en un estudio realizado en hospitales y policlínicos, donde labora el 74,0% de los trabajadores de la Salud, no son necesarios más de 22 000. Asimismo, otro análisis indica que en el sector tabacalero se debe reubicar a 7 000 trabajadores innecesarios. En la actividad azucarera la situación es similar, con Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC) en las cuales el número de trabajadores indirectos es considera-blemente alto. Se da el caso de que en algunas los custodios representan más del 10,0% del colectivo, mientras escasean los obreros agrícolas.
Así se podría hacer una larga lista de centros de trabajo donde la irracionalidad en el empleo ha sido la norma, lo que unido a políticas nefastas para seleccionar a los cuadros de dirección con prioridad absoluta al clientelismo, sin considerar los conocimientos, la honestidad y la capacidad, han llevado a la situación de crisis laboral y económica en general existente.
Ahora que se reconoce el pésimo uso de la fuerza de trabajo, -un factor que ha impedido la reorganización de los centros laborales, el estímulo a la eficiencia y ha bloqueado las medidas para incrementar la productividad, como la Resolución sobre el Pago de los Salarios según los Resultados y la relativa al Pluriempleo,- hay que estar consciente de que para resolver este peligroso asunto que asfixia la sociedad, resulta indispensable una reforma radical de las estructuras económicas y los conceptos que lo generaron, a través de una profunda descentralización que libere las maniatadas fuerzas productivas.
Cuando se analizan los elementos brindados en el pleno de la CTC surge el temor de que el reajuste de la fuerza laboral que se piensa realizar caerá sobre las espaldas de los trabajadores cubanos, de manera burocrática y mecánica sin tener en cuenta sus intereses. Es evidente la necesidad de revertir la actual situación, pero debe ejecutarse con medidas que permitan la incorporación a otras actividades acordes con sus posibilidades, y no impuestas desde arriba por quienes causaron los problemas.
Si se quiere que los trabajadores vayan a sectores urgentemente requeridos de mano de obra, habrá que crear estímulos y condiciones laborales dignas, comprendidos salarios adecuados. Paralelamente, podría ayudar la liberación de las fuerzas productivas mediante la autorización del trabajo por cuenta propia, la creación de pequeñas y medianas empresas privadas, y poseer en propiedad tierra sin las actuales prohibiciones y obstáculos. A ello debe agregarse la privatización –individual o colectiva (cooperativas)- de chinchales y otros pequeños y medianos centros productivos y de servicios probadamente incontrolables centralmente.
Paralelamente, el Estado debe establecer políticas de precios, crediticias y fiscales para promover estas actividades, y no bloquearlas como hace actualmente. Esto permitiría, en una primera etapa, la organización y redimensionamiento laboral de las grandes empresas estatales, casi imposible de realizar ahora por el exceso de personal, así como la restructuración del aparato administrativo estatal para hacerlo considerablemente menor, efectivo, flexible y, sobre todo, mucho menos costoso.
Si se opta por la fuerza y la arbitrariedad para enfrentar un fenómeno generado por el propio gobierno, se crearía una peligrosa contradicción más para caldear la sociedad, que ya afronta suficientes riesgos.
Oscar Espinosa Chepe (Cienfuegos, 1940)
Economista y Periodista Independiente.
Miembro de la Asociación para el Estudio de la Economía Cubana (ASCE)
Fue Consejero en la Oficina del Primer Ministro.
Jefe de departamentos en la Junta Central de Planificación, en el
INRA y en el CECE. Especialista en comercio exterior del Banco Nacional de Cuba y diplomático en Belgrado.
Es uno de los 75 de la Primavera de 2003.
Reside en La Habana.