SEGUNDA PARTE
LAMENTOS
- Lamenta ver del fragmento
- lanzado a vagar errante
- contraído su semblante
- por un cruel padecimiento
- sin recibir tratamiento
- al síndrome de ambición
- causante de su aflicción
- para que pueda el paciente
- recuperar totalmente
- la salud y la ilusión;
- Que sus mejillas sonrientes,
- perdido todo el encanto,
- recorran gotas de llanto
- porque seres indolentes,
- las maravillas vivientes
- que lograra procrear
- hasta poder alcanzar
- un notable desarrollo,
- contra peligroso escollo
- se pudieran estrellar;
- Ver las células vivientes
- que de los mares surgieron
- y evolucionar pudieron
- hacia las formas presentes,
- por negligencias de mentes
- escasas de raciocinio,
- realizado el escrutinio
- de tantas imprecisiones,
- sometidas sin razones
- al más ingrato exterminio;
- Que los hijos de pangea
- se encuentren amenazados
- de perecer sepultados
- en su desigual pelea
- por auténtica marea,
- no de sustratos y siales,
- sino aguas superficiales
- fruto del derretimiento
- por el recalentamiento
- de nuestras zonas glaciales;
- Que al poderoso intelecto
- inspire consternación
- ver como su reacción,
- fruto del sabio proyecto,
- toma el camino directo
- a morir en el regazo
- por el terrible golpazo
- de un moderno troglodita
- en su cabeza bonita
- con el insensible mazo;
- Que todos los elementos
- en la obra utilizados
- resulten desperdiciados
- por malos procedimientos
- de quienes esos intentos
- condenan a fenecer
- con su incauto proceder,
- su enorme concupiscencia,
- su absoluta intransigencia
- y sus ansias de poder;
- Que la locuaz oradora
- mire con indignación
- la paulatina extinción
- de su Fauna y de su Flora
- y el buen estudiante ahora
- al ver lo que se avecina
- con gran devoción se inclina
- esta vez para implorar
- que lo vuelva a iluminar
- otra luz, pero divina;
- Que aquellos monstruos surgidos
- en la jurásica era
- algún poder destruyera
- y se encuentren extinguidos
- pero si fueron temidos
- por su instinto destructor,
- un nuevo depredador
- existe más inclemente
- del que nuestro Medio Ambiente
- debe cuidarse mejor;
- Que el líder a la confianza
- no quiso corresponder
- y pretende acometer
- con una punta de lanza
- para matar la esperanza
- de aquel, que al formarlo quiso
- ver cumplido el compromiso
- de convertir tierra y mares
- en apacibles lugares
- donde hacer un paraíso;
- Que los destellos lanzados
- encontraran una grieta
- y de muerte ultravioleta
- estemos amenazados
- al no ser neutralizados
- por el protector aquel
- causándole a nuestra piel
- con perennes filtraciones
- las agresivas lesiones
- de una neoplasia cruel;
- Que los cuerpos siderales
- mantengan con perfección
- esa circunvalación
- sobre rieles orbitales
- y ya no surjan mortales
- como Newton, Galileo,
- Copérnico, Ptolomeo,
- para que pueda la ciencia
- con talento y con paciencia
- avanzar en su deseo;
- Que la llamita surgida
- tras aquella frotación
- y fuera la solución
- a un dilema de la vida,
- pueda resultar temida
- por su acción devastadora
- si una mano salvadora
- no acude para lograr
- el siniestro sofocar
- para bien de Fauna y Flora;
- Ver la inmensa galería
- de titilantes estrellas
- donde radiantes y bellas
- posan al morir el día,
- por inicua felonía
- a la vida y sus primores,
- que inclementes desertores
- a tan sublime delicia,
- atacan con impudicia,
- perder sus espectadores;
- Que aunque a valles y dorsales
- aquellos mares surgidos
- permanezcan adheridos
- por designios espaciales,
- otros peligros letales
- pendan a cada segundo
- sobre la bola del mundo
- sin piedad amenazada
- por la criminal espada
- de un Damócles iracundo;
- las fructíferas venas
- del atractivo paisaje
- en su cadencioso viaje
- ya no disipen las penas,
- pues si alguna vez serenas
- a diario lo recorría,
- hoy no todo es alegría,
- la fuente ha disminuido
- porque el mundo está sumido
- en preocupante sequía;
- Que la vespertina brisa
- sobre la afectada bioma
- no vuelva a esparcir aroma
- mientras los campos alisa
- y una macabra sonrisa
- ante el caos que se advierte,
- para nuestra mala suerte
- en constante progresión,
- esboce sin compasión
- el rostro vil de la muerte;
- Ver cómo el hacha cortante
- del ingenuo leñador
- a ese mangle protector
- hace caer trepidante
- y el efecto penetrante
- de las aguas codiciosas,
- cuando las zonas boscosas
- fueron por ella taladas,
- las fronteras afectadas
- invadir apetitosas;
- Que los témpanos polares
- podamos ver derretidos
- y provoquen los temidos
- incrementos de los mares
- por los terribles pesares,
- la angustia y el desespero
- que nos causa ese agujero,
- engendro letal del hombre,
- conocido por el nombre
- del efecto invernadero;
- Que las nieves procedentes
- de gélidas estaciones
- no cubran más los faldones
- a las cumbres prominentes
- ni los atletas valientes
- desde las grandes alturas,
- sus desafiantes figuras
- deslicen apresuradas
- pues no tendremos nevadas
- por altas temperaturas;
- Que dentro del cloroplasto
- donde labora tranquila
- y encuentra la clorofila
- para su función abasto,
- debido al auge nefasto
- que alcance la luz solar,
- ya no pueda realizar
- fotosíntesis nutrientes
- para las plantas vivientes
- con ellas alimentar;
- Que los hombres codiciosos
- sin respetar restricciones
- le cercenen los pulmones
- a esos bosques generosos
- y al verlos estrepitosos
- rodar, la desilusión,
- nos invada el corazón
- porque los troncos talados
- constituyen atentados
- a nuestra respiración;
- Si el milagro de la vida
- en otro mundo existiera
- que acercársenos pudiera
- una sonda conducida
- y al ver la nuestra extinguida
- notara que todo ha muerto
- con profundo desconcierto,
- muy contraído el semblante,
- por entregarle el volante
- a un conductor inexperto;
- Que en lo profundo del mar
- sus encantos naturales
- convertidos en corales
- no volvamos a admirar
- ni podamos contemplar
- al atolón subsidente
- en busca del subyacente
- rostro que a bajar lo invita
- y después de la visita
- resurgir tranquilamente;
- Que aquellas tenues mañanas
- en lugar de su frescura
- muestren una nube oscura
- de smog sobre las sabanas
- porque imprudencias humanas
- sustancias contaminantes
- suelen arrojar constantes
- sin comprender que su acción
- puede causar la extinción
- de todos los habitantes;
- Que las precipitaciones
- sobre llanos y maniguas
- hoy resulten más exiguas
- por las deforestaciones
- y al morir las plantaciones
- en lamentable desierto
- se torne el florido huerto
- donde la tierra brindaba
- cada momento que actuaba
- su productivo concierto;
- Que desechos residuales
- por fábricas expulsados
- mantengan contaminados
- nuestros frescos manantiales
- y esas arterias fluviales,
- en su trayecto hacia el mar,
- contribuyan a dañar
- el biótico ecosistema
- sin saber que es un problema
- fácil de solucionar;
- Que las cumbres empinadas
- Everest y el Chimborazo,
- por el contundente mazo
- también resulten dañadas
- y aquellas capas heladas,
- para siempre derretidas,
- ya no mantengan vestidas
- sus figuras deslumbrantes
- con túnicas elegantes
- de nieves endurecidas;
- Que no vuelva la pradera
- a exhibir todo su encanto
- cuando la decore el manto
- de una nueva primavera
- ni realice su quimera
- la florida plantación,
- pues la perfecta visión
- de la locuaz oradora
- verá su Fauna y su Flora
- morir sin resurrección;
- Que jamás aquella flor
- donde la naturaleza
- un torrente de pureza
- esparciera en su color,
- por el lamentable error
- del hombre y sus directrices
- devenidas en deslices,
- pueda en el campo reinar
- con su belleza sin par,
- su candor y sus matices;
- Que nuestro fósil viviente
- por desacato al Dios Cronos,
- redimidos sus enconos
- al enfrentarlo valiente,
- deba fenecer vilmente
- ante los crueles embates
- de unos modernos orates
- cuya falta de conciencia
- no concibe la clemencia
- en sus brutales combates;
- Ver un halo de amargura
- circundar todo el paisaje
- donde ayer hubo un celaje
- que anegaba su figura
- y de la miel su dulzura
- nuestros labios catadores,
- cuando los recolectores
- la castran del colmenar,
- jamás vuelvan a probar
- porque no tendremos flores;
- Que pescadores villanos
- con absoluta impudicia,
- cegados por la codicia
- tomen la concha en sus manos
- de los confines lejanos
- donde el mar quiso esconderla
- y en su obsesión por venderla
- con un movimiento brusco
- sacrifiquen al molusco
- para robarle su perla;
- Ver la luz fosforescente
- del noctámbulo cocuyo
- esparcida con orgullo
- por su diminuta fuente
- con el destello atrayente
- de hipnótico misticismo,
- perder todo el magnetismo
- para convertir insectos
- en platillos predilectos
- de su voraz organismo;
- Que la fiebre del planeta,
- debido a sus proporciones
- y violentas convulsiones
- al desastre lo someta
- porque la creciente grieta
- permite al rayo agresor
- su veneno y su calor
- expandir impunemente
- sin que nadie le presente
- un escudo protector;
- Que los trinos emitidos
- por las gargantas sonoras
- de aquellas aves canoras
- no alegren nuestros oídos
- con arpegios aprendidos
- en ese conservatorio
- de variado repertorio
- llamado naturaleza
- donde esparciera su pieza
- el aire circulatorio;
- Que los salmones, atletas,
- de grandes habilidades,
- encuentren dificultades
- para arribar a sus metas
- pues el pescador, con tretas,
- a lo largo del camino,
- movido por el mezquino
- sentimiento de lucrar,
- no les permite llegar
- a su anhelado destino;
- Ver taimados cazadores
- con instintos depredantes
- de los nobles elefantes
- tornarse perseguidores
- por los precios tentadores
- que en el mundo mercantil
- suele alcanzar el marfil,
- y de forma encarnizada
- sacrifiquen la manada
- con su proceder hostil;
- Si los traviesos bufones
- lograran sobrevivir
- que nadie pueda aplaudir
- en sus alegres funciones
- al no existir condiciones
- para el hábitat humano
- porque el proceder insano
- de la ¿civilización?
- realiza una involución
- hacia el principio lejano;
- Que no exista ligamento,
- crisálida, ni tejidos,
- ni artrópodos, ni vestidos,
- ni el viscoso filamento,
- debido al gradual aumento
- de nuestra temperatura,
- obra de aquella fisura
- por donde el rayo agresor,
- con sus olas de calor
- provoca la calentura;
- Ver criminales arpones
- con sus puntas lacerantes
- de los cetáceos gigantes
- penetrar los corazones
- sin respetar restricciones
- que apelan a la conciencia
- de quienes con insistencia
- tras ellos suelen correr
- hasta llegar a poner
- en peligro su existencia;
- Lamenta que por efectos
- de agentes intoxicantes
- los aviones fumigantes
- maten útiles insectos
- entre ellos los más selectos
- por sus alas primorosas,
- que al sobrevolar las rosas
- esbeltas, fragantes, bellas,
- son confundidas con ellas:
- las mutantes mariposas;
- Que aunque se haya establecido
- la veda en todos los mares
- su número de ejemplares
- se encuentre disminuido,
- pues el manatí, debido,
- a constantes colisiones
- con torpes embarcaciones
- en aguas de la Florida
- paga con su noble vida
- tan caras imprecisiones;
- Y a todos estos lamentos
- le debemos añadir
- el afán por construir
- mortíferos armamentos
- con aquellos elementos
- puestos a disposición
- de la ciencia y la razón
- para que la especie humana
- disfrute una vida sana,
- no para su destrucción.
(Fin de la 2da parte de tres. Continuará)
Dani Francisco Tejera Menéndez (Pinar del Río, 1940).
Especialista en cine latinoamericano.
Graduado de Español y Literatura.
Reside en Pinar del Río.