Clamor de Gaia o “Del Génesis al Apocalipsis según Dani”

Foto de Yoandy Izquierdo Toledo.

Al amigo lector:  

Cuando se organizó, por primera vez, el Evento sobre Ecología en el cercano poblado de La Coloma, los especialistas de Flora y Fauna, conociendo la intención de incentivar el desarrollo del cine clubismo en Pinar del Río desde el área que dirijo en el Centro de Cine, tuvieron la gentileza de invitarme, a lo que accedí gustosamente. Allí pude percatarme, a través de conferencias y ponencias presentadas por doctores en Ciencias Ambientales, de la magnitud del drama que se nos avecina debido a los clorofluorocarburos (CFC) emitidos por el ser humano que dañan la capa de ozono estratosférica; a la edafogénesis de los suelos que provoca la falta de lluvias, la erosión, la salinización por malas prácticas de riego; al pastoreo excesivo y a la sobrexplotación de los mismos; a la acidificación causada por las contaminaciones con metales pesados, plaguicidas y otros compuestos orgánicos vertidos al medio ambiente como resultado de las actividades industriales; al debilitamiento de las asociaciones biológicas o biocenosis, (bioma) que presentan entre sí relaciones ecológicas o de origen trófico; y a la polución causada por excretas, toxinas y residuos sólidos procedentes de los hogares, responsables de la contaminación de las aguas en general y específicamente de los lagos y aguas potámicas ricas en materias orgánicas y en nutrientes que pueden sustentar una amplia población de organismos planctónicos. Todo esto, unido a la constante amenaza que representan las grandes cantidades de materiales radiactivos amachinadas en las Centrales Nucleares por la liberación accidental de radionuclídos, ponen en peligro aquel proceso que llamamos Génesis de la vida iniciado hace tres mil quinientos millones de años sobre la superficie de nuestro todavía fértil planeta.

El encuentro con aquella preocupante realidad provocó en todos los allí presentes, la lógica consternación que invade a quienes veneramos cualquier forma de vida. Y como ineludible necesidad espiritual, permití ser tomado de la mano de Polimnia, para escribir estos versos, que no aspiran a ser considerados como una obra de profundo contenido poético, pues el tema ni lo permite, ni lo requiere. En ellos las imágenes aparecen de manera esporádica, como simples pinceladas concebidas para un género que disfruta en nuestros campos y ciudades de una gran simpatía popular: la décima. Tampoco aspiran a aportar por su contenido, conocimientos científicos actualizados, pues mi ignorancia sobre temas ecológicos supera la distancia que nos separa del sol. Se trata simplemente de asumir, de la forma que me está permitido, el rol de un hombre que arriba a la tercera edad con la angustia de entregar como herencia a las futuras generaciones, propias o ajenas, un mundo que estamos conduciendo a su final apocalíptico, si no ponemos freno a tanta falta de sensatez y de cordura. 

En esta obra encontrarás a un ente, no humano, que presta su nombre a una nueva ciencia para curar al planeta, según James Lovelock, por cuya memoria en inolvidable pasarela desfilaron todas las maravillas mencionadas en la primera parte, (biogenia) y preocupado por ella, encarna a cada hombre progresista de la tierra para clamar por todo aquello que a nuestra noble progenitora tanto tiempo y sacrificio le costó poder parir.  

PRIMERA PARTE: BIOGENIA 

  • Cuando el universo en fases
  • de su consolidación,
  • al ocurrir la explosión
  • por los comburentes gases,
  • fragmentos de todas clases
  • y disímiles tamaños,
  • como errantes ermitaños
  • que su espacio recorrieron,
  • las galaxias construyeron
  • con el bregar de los años.

 

  • Y anclado en ese profundo
  • mar del mutante universo,
  • donde gravita disperso
  • nuestro inquieto vagabundo,
  • pudo su vientre fecundo,
  • por embarazo virtuoso,
  • concebir un numeroso
  • desfile de maravillas
  • que iluminó las mejillas
  • de su rostro generoso.

 

  • A partir de esos instantes
  • muchas células vivientes
  • de los mares procedentes
  • irrumpieron fascinantes;
  • especies representantes
  • de los tres reinos que un día,
  • Oparin dedicaría,
  • varios lustros a estudiar
  • para poderle mostrar,
  • al mundo su teoría.

 

  • Según la ciencia plantea
  • al principio solamente
  • hubo un megacontinente
  • denominado Pangea
  • sobre ilusoria marea
  • de sustratos y de siales,
  • y a fracciones colosales
  • por deriva y escisión,
  • hoy deben su formación
  • los continentes actuales.

 

  • Quien desde la concepción
  • científica del planeta,
  • pudo como anacoreta
  • observar su evolución,
  • sabe de la reacción
  • química, que conducida
  • por la dirección surgida
  • de un poderoso intelecto,
  • posibilitó el proyecto
  • milagroso de la vida.

 

  • Pero para que pudiera
  • el milagro realizarse,
  • preciso era percatarse
  • de que la tierra tuviera
  • dispuestos sobre su esfera
  • todos los requerimientos
  • para ubicar los cimientos
  • de un efecto creativo
  • que surgió del reactivo
  • poder de los elementos.

 

  • Al que con gran devoción
  • por sus estudios se inclina,
  • un haz de luz lo ilumina
  • ante tanta perfección. 
  • Su punto de ebullición
  • trajo como consecuencia
  • la seductora presencia
  • de una locuaz oradora
  • que con la fauna y la flora
  • pudo mostrar su elocuencia.

 

  • Saurios, aves y reptiles
  • de tamaños gigantescos
  • que deambulaban grotescos,
  • con sus instintos hostiles
  • reproducidos por miles
  • sobre fértiles llanuras
  • donde sus grandes figuras
  • causaban daño y pavor
  • con su afán depredador
  • y sus fuertes dentaduras.

 

  • Pero el mundo todavía
  • un líder, cuyo talento
  • de su desarrollo, atento
  • estuviera, no tenía
  • y llegó por fin el día
  • en que su vientre gestor
  • parió sin ningún dolor
  • al hombre, ser destinado
  • a guiar desde el llamado
  • Paleolítico Inferior.

 

  • Quien vio del sol emanadas
  • las nocivas radiaciones
  • tras continuas emisiones
  • resultar neutralizadas
  • por defensas concentradas
  • en el protector kimono
  • que cubre la tierra a tono
  • con su espacio circundante
  • como un abrigo gigante
  • llamado capa de Ozono;

 

  • A los astros siderales
  • que desde el big bang gravitan
  • y con precisión transitan
  • por carriles orbitales
  • y en combates espaciales
  • la fuerza de rotación
  • frenar a la de atracción
  • como Newton describiera
  • cuando a conocer nos diera
  • su Ley de Gravitación;

 

  • Cómo el hombre primitivo
  • al medio hostil desafiante
  • supo enfrentarse triunfante
  • para mantenerse vivo
  • con talento creativo
  • en un incesante juego
  • donde paciencia y sosiego
  • se unieron para frotar
  • y hacer a Hefesto donar
  • los beneficios del fuego;

 

  • Cómo el reluciente coche
  • del sol oculto en el cielo
  • cede su lugar al velo
  • romántico de la noche
  • para dar paso a un derroche
  • de titilantes estrellas
  • y lograr con todas ellas
  • éxito en la galería
  • donde expone cada día
  • quien supo esculpirlas bellas;

 

  • Cómo los mares surgidos
  • sobre la masa candente
  • enfriaron lentamente
  • polvo y gases encendidos
  • por gravedad atraídos
  • hacia dorsales gigantes
  • y sus aguas rebasantes
  • de los buques el dilema
  • resolver con un sistema
  • de vasos comunicantes;

 

  • Cristalinos manantiales
  • que de las altas montañas
  • atraviesan las entrañas
  • para fluir a raudales
  • y con alientos vitales,
  • cuando descienden amenas,
  • la sed, con sus aguas buenas
  • por nuestros campos mitigan
  • de igual manera que irrigan
  • al ser humano las venas;

 

  • Cuando el soplo de la brisa
  • mece los árboles bellos
  • mientras los verdes cabellos
  • de las campiñas alisa
  • y distribuye de prisa
  • el inconfundible olor
  • que a su paso arrullador
  • exhalan tiernos jardines
  • donde rosas y jazmines
  • se disputan el candor;

 

  • Exuberantes manglares
  • que en nuestras zonas costeras
  • delimitan las fronteras
  • entre la tierra y los mares
  • y en sus raíces, pilares
  • donde encuentra la erosión
  • un muro de contención,
  • ricas especies marinas
  • custodiadas por Ondinas
  • lograr su reproducción;

 

  • Enormes bloques de hielo
  • que en los casquetes polares
  • erguidos sobre los mares
  • pretenden tocar el cielo;
  • a la fauna en su desvelo
  • por el hábitat vital;
  • al legendario esquimal
  • encerrado en sus iglúes
  • para vencer los tabúes
  • del frío clima glacial;

 

  • Teñir de blanco la nieve
  • en la invernal estación
  • con sus motas de algodón
  • el alto y bajo relieve
  • y al atleta que se atreve
  • a desafiar con bravura
  • aquella temperatura
  • sin hacer caso del frío,
  • precipitarse al vacío
  • desde la encumbrada altura;

 

  • Cómo la hoja intranquila
  • por el juguetón Eolo
  • con su limbo y su peciolo
  • la luz solar asimila
  • para que la clorofila,
  • ese verdoso pigmento,
  • realice su experimento
  • y de la agreste arboleda
  • la fotosíntesis pueda
  • convertirse en alimento;

 

  • Seculares plantaciones
  • de bosques en su develo
  • por asimilar del cielo
  • las nocivas radiaciones
  • con sus ramificaciones
  • que al lograrlas redimir,
  • hacen posible fluir
  • oxígeno liberado
  • después de haber alcanzado
  • su carbono consumir;

 

  • Al turista visitante
  • concebir su fantasía
  • ante una policromía
  • cada vez más hechizante
  • de la que el gran almirante,
  • llegado a predios cubanos,
  • dijera en años lejanos
  • ante su imagen grandiosa,
  • “es la tierra más fermosa
  • que vieron ojos humanos”;

 

  • Arrecifes coralinos
  • que originan atolones
  • y realizan inmersiones
  • hacia los fondos marinos
  • que provocan torbellinos
  • en su subsídente bajar
  • para poder adornar
  • de madréporas vibrantes
  • y de actinias fascinantes
  • la faz oculta del mar;

 

  • Llenar todas las mañanas
  • los pulmones de aire puro
  • bajo el cielo claroscuro
  • en ciudades y sabanas
  • a través de las lozanas
  • vías de respiración
  • para la oxigenación
  • a nuestra sangre llevar
  • y que pueda circular
  • libre de intoxicación;

 

  • La tierra cuando levanta
  • su voz, para agradecida,
  • un verde canto a la vida
  • ofrecer en cada planta
  • con su potente garganta
  • de armoniosa tesitura
  • y la agreste partitura
  • que en primitivo instrumento
  • supo crear el talento
  • fértil de la agricultura;

 

  • Al incoloro elemento
  • espejo por excelencia
  • donde a diario la presencia
  • refleja del firmamento
  • y fue del experimento
  • hecho en el gran recipiente
  • el principal ingrediente
  • que usara en la solución
  • de la vital reacción
  • un científico paciente;

 

  • Las blancas cimas heladas
  • heridas por el estío
  • precipitarse al vacío
  • en tumultuosas cascadas
  • y sus aguas liberadas
  • por la descongeladura
  • atravesar la llanura
  • para que el hombre al labrar
  • pueda la sed mitigar
  • del campo y la agricultura;

 

  • Decorar la primavera
  • con atractivos tapices
  • de subyugantes matices
  • la desolada pradera
  • que convierte su quimera
  • en plástica realidad
  • y la biodiversidad
  • de su pastoril ambiente
  • regalarnos nuevamente
  • arte y majestuosidad;

 

  • La belleza primorosa
  • de una legendaria flor
  • que algún buen cultivador
  • quiso nombrar mariposa
  • y en el pelo de una hermosa
  • criolla fue el ideal
  • correo insurreccional
  • por eso es reconocida
  • en nuestra patria querida
  • como la flor nacional;

 

  • La palma corcho, viviente
  • fósil que en el lomerío
  • del verde Pinar del Río
  • aún responde presente
  • por el poder resistente
  • a la temporal acción
  • y por la preocupación
  • de quien con delicadeza
  • lleva la naturaleza
  • muy dentro del corazón;

 

  • Realizar diurnas escalas
  • sobre plantíos de rosas
  • las abejas laboriosas
  • con la magia de sus alas
  • y del botín hacer gala
  • ante su alteza real
  • que frente al vago habitual
  • coquetona saborea
  • la dulce y fresca jalea
  • de su selecto panal;

 

  • Cómo en el mundo silente,
  • después de la división,
  • construyera Poseidón
  • su palacio prominente
  • y en el fondo, complaciente,
  • la concha cuajar su perla
  • para feliz ofrecerla
  • a su adorado monarca
  • que mantiene abierta el arca
  • ansioso de poseerla;

 

  • Al cocuyo fluorescente
  • el espacio taciturno
  • como celador nocturno
  • circunvolar diligente
  • con su diminuta fuente,
  • del indio la luz primera,
  • cuando introducido era
  • a una güira con huequitos,
  • para alumbrar areitos,
  • que llamaban cocuyera;

 

  • Cuando el calor imperante
  • por el cambio solsticial
  • del hemisferio boreal
  • se presenta sofocante
  • y al bañista veraneante,
  • que al transpirar la frescura
  • en la desembocadura
  • de los cristalinos ríos,
  • con ligeros atavíos
  • expresar su contentura;

 

  • En el teatro del monte
  • ofrecer el tocororo
  • por las tardes un canoro
  • concierto junto al sinsonte
  • mientras en el horizonte,
  • concluida la función,
  • en medio de la ovación,
  • camino ya del ocaso,
  • el astro rey paso a paso
  • hace bajar el telón;

 

  • Competencias de salmones
  • como pujantes atletas
  • conquistar con sus aletas
  • las medallas de campeones
  • en adversos maratones
  • que forman al remontar
  • los ríos hasta llegar
  • a la meta requerida
  • donde por ley de la vida
  • fallecen al desovar;

 

  • Al corpulento elefante
  • proteger en las praderas
  • sus críos y compañeras
  • con actitud vigilante
  • por si un peligro rondante
  • acechara a las manadas
  • para con las dos espadas
  • que siempre lleva consigo
  • asestar al enemigo
  • mortíferas estocadas;

 

  • A los traviesos delfines
  • sobre las inquietas olas
  • impulsados por sus colas
  • desplazarse saltarines; 
  • adultos y pequeñines,
  • en busca de diversión,
  • disfrutar de la función
  • que los cetáceos a diario
  • en su acuífero escenario
  • brindan con satisfacción;

 

  • Cuando de su ligamento
  • crisálido se libera
  • y el artrópodo genera
  • un viscoso filamento
  • que al contacto con el viento
  • adquiere suave textura
  • para que con su finura
  • pueda exhibir del modista
  • sus grandes dotes de artista
  • la sedosa vestidura;

 

  • Ballenas y cachalotes
  • que en el azul cristalino
  • del bello mundo marino
  • semejan vivos islotes
  • y aunque violentos brisotes
  • provoquen la agitación
  • de la singular mansión
  • en desiguales combates
  • enfrentarse a sus embates
  • y vencer al aquilón;

 

  • Las orugas vanidosas
  • tras lenta metamorfosis
  • arribar a su apoteosis
  • de volverse mariposas
  • con sus alas primorosas
  • de tonos multicolores
  • que cuando los resplandores
  • del sol se posan en ellas,
  • lucen radiantes y bellas
  • confundidas con las flores;

 

  • Al manatí corpulento
  • cuando en aguas del Caribe
  • sirénido cuerpo exhibe
  • con rítmico movimiento
  • en busca de su alimento,
  • rica dieta vegetal
  • por la que el noble animal
  • a la hora de alimentarse
  • no debe considerarse
  • un depredador brutal;

 

  • En fin, tantos ejemplares
  • de la Fauna y de la Flora,
  • vástagos de los que otrora
  • emergieran de los mares,
  • perfumados azahares
  • con la misión definida
  • de que la obra surgida
  • como solemne tributo,
  • constituya un rico fruto
  • en el árbol de la vida…

 

(Fin de la 1ra parte de tres. Continuará)

 


Dani Francisco Tejera Menéndez (Pinar del Río, 1940).
Especialista en cine latinoamericano.
Graduado de Español y Literatura.
Reside en Pinar del Río.

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