Si algo necesitamos en Cuba es que los cubanos vivamos determinados valores que implica el ejercicio de ciudadanía. Necesitamos ser ciudadanos y practicar todo lo que esto implica, involucrarnos en la vida de la nación y ser dueños de nuestra propia vida. Asumir la responsabilidad sobre nuestro destino personal y social, y no dejarlo en manos de otros, mucho menos de un poder político que por más de sesenta años ha demostrado ser un fracaso en cuanto a generar condiciones para la realización plena de la persona y para garantizar el bienestar social.
La crisis que se vive y la represión que se sufre a diario, en todas sus manifestaciones, a menudo nos mueven a posiciones de inacción, de apatía, de desinterés por los asuntos de la sociedad, de desesperanza y frustración respecto a nuestra propia vida y respecto al futuro. Pero esto es justo lo contrario de lo que verdaderamente se necesita en esos momentos, justo lo contrario de lo que podría sacarnos de la crisis, sobreponernos a la represión, creer y luchar por un futuro mejor, seguir dando pasos -aunque pequeños- en la dirección de la libertad, de la democracia, del respeto de los derechos, del reconocimiento de la dignidad de la persona, en fin esto nos impide ser ciudadanos. Y por el contrario, nos convierte en individuos más manipulables y menos dueños de nuestros propios destinos.
De este modo, sería bueno que respondamos a la crisis y los obstáculos de diversa índole que se presentan de manera resiliente, que asumamos el dolor y las limitaciones como combustible para impulsar la marcha y no como freno. Y que actuemos como ciudadanos, no como simples individuos indiferentes a la realidad, esto es, entre otras cosas lo siguiente:
1. Que estemos siempre dispuestos a participar de una u otra forma, desde nuestros espacios, en la escala en que nos sea posible, con los recursos que tenemos a mano, y con los dones y capacidades que poseemos. Que seamos parte de las decisiones, que expresemos lo que sentimos, que denunciemos lo injusto, que anunciemos con esperanzas un futuro mejor, que propongamos soluciones a los problemas, que promovamos la paz y el diálogo, que practiquemos buenas costumbres y valores, que seamos solidarios, entre muchas otras formas de participación ciudadana.
2. Que seamos libres y responsables, que no nos dejemos dominar por el qué dirán, ni por leyes o instituciones que claramente buscan limitar la libertad de las personas y que violan su dignidad. Que exijamos el reconocimiento de nuestros derechos, tomemos las decisiones que queremos, explotemos nuestras capacidades creativas, elijamos qué decir, pensar, hablar, hacer, en todo momento, sin más limitaciones que el respeto a la libertad del otro. Esa es la responsabilidad que exige todo acto de libertad, comprender que somos libres, siempre y cuando no lesionemos nuestra dignidad ni la de quienes nos rodean. No hay mayor ni mejor ejercicio de participación ciudadana que vivir en libertad.
Si solo fuéramos capaces de practicar estas dos cualidades de un verdadero ciudadano, seguramente podremos generar cambios de valor en nuestras vidas personales pero también a nivel social. Podríamos encontrar y conquistar para Cuba soluciones viables para la crisis que nos agobia, podríamos cambiar las condiciones de injusticia que nos afectan y avanzar hacia una sociedad más humana y más próspera. Obviamente, este no es un proceso que se dé de un día para otro, como ninguna transformación social, pero sí es un camino seguro hacia esos fines. Ser ciudadanos que participan con libertad, es la mejor respuesta que podemos dar a la crisis que padecemos, a la represión que nos agobia, y a la falta de esperanza y optimismo que se respira en las calles cubanas. Solo de pensar en momentos en los que ciudadanos han decidido participar con libertad en las cuestiones que los afectan (ejemplo: los sucesos del 27N), y ver los frutos de tales acciones, me confirman la certeza de que practicar la participación y la libertad ciudadana, es una poderosa fuente de cambio y esperanza para Cuba. ¡Asumamos el reto!
- Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
- Laico católico.
- Licenciado en Economía. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.