Por Livia Gálvez
Una explosión de sentimientos, un aflorar de emociones diversas, deseos de cambiar, deseos de hacer, miedo, tristeza, y hasta dolor abdominal. Todo eso y más provocó en los cubanos el filme “Conducta”.
Por Livia Gálvez Chiú
Una explosión de sentimientos, un aflorar de emociones diversas, deseos de cambiar, deseos de hacer, miedo, tristeza, y hasta dolor abdominal. Todo eso y más provocó en los cubanos el filme “Conducta”. Una película que encontró el espacio para ser exhibida y analizada, suerte que no han corrido otros filmes y documentales muy buenos que tocan la realidad del cubano. El porqué no lo sé.
Pero lo que sí es cierto es que después de verla, nadie permaneció indiferente. El pueblo de Cuba se reconoce a sí mismo en cada escena. Mira con tristeza que el personaje más positivo (la maestra Carmela) solo recuerda lo poco común, lo que añora.
Carmela no pone, ni permite que alguien ponga nada por encima de sus niños. Su ética profesional es para sus alumnos, no para un sistema, ni para regulaciones absurdas. Tiene una realidad muy amplia que no puede cambiar, pero intenta cambiar su pedazo. Asume su responsabilidad. Se rebela. Sabe que el futuro se hace desde el presente. La vida no le sonríe, pero su alma de maestra sigue grande. Para estar en paz con su conciencia tuvo que “pasarse de la raya”, como ella misma dice en una de las escenas. Esta mujer defiende su verdad y demuestra que la autoridad moral no necesita otras armas.
Chala es un niño víctima de una realidad que lo aplasta. Tiene una madre alcohólica y no sabe quién es su padre. Es rebelde e intranquilo, pero sabe de fidelidad, de solidaridad, de responsabilidad y es muy buen hijo, además combina delicadeza con una fortaleza de carácter asombrosa. La dirección de Educación y la de la escuela, en contra de la voluntad de su maestra, proponen como única solución enviarlo a una escuela de conducta. Solución que parece más una represalia que un intento de ayudar. Se ha vuelto muy difícil la vida de muchos niños en Cuba y la historia de “Chala” se repite una y otra vez, de una manera u otra, en más hogares de Cuba de los que podemos imaginar.
He escuchado opiniones diversas, pero una me llamó la atención de manera especial. Alguien dijo que ahora los cineastas se han empeñado en mostrar una Cuba destruida.
¿Se han empeñado? No entendí. La realidad de Cuba es esa. Los cineastas hacen cine y si un pueblo entero se ve reflejado no es por casualidad. Tampoco veo empeño del director en convertir en la frase más popular de la película la respuesta inesperada de Carmela a la funcionaria de Educación cuando esta alega que 50 años de maestra eran demasiados: “No tanto como los que dirigen este país, ¿le parece demasiado?”. “Conducta” duele. A unos por vernos reflejados en los personajes que sufren; a otros porque forman parte de los que ocasionan el sufrimiento y se ven descubiertos quizás ante sí mismos, frente a frente con sus conciencias; a algunos porque son demasiado cobardes para estar del lado de los que sufren, y a otros tantos porque para dejar de provocar sufrimiento tienen que renunciar a ciertos poderes. Claro que duele.
Si una maestra como Carmela levanta de sus asientos a todo un auditorio que clama: ¡Carmela, Carmela, Carmela!, por su actitud valiente y coherente; si un niño que sufre tanto es capaz de demostrar los valores que tanto queremos recuperar; si un vendedor de viandas, trabajador como pocos y perseguido por la policía como si fuera un vago delincuente, es capaz de sembrar en su hijita el valor de amor a la familia, a los amigos, a Dios; entonces yo diría que este cineasta específicamente, se ha empeñado, y mucho, en reavivarnos la esperanza de que aun entre espinas pueden salir flores.
¡Bravo por “Conducta”!
Livia Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1971).
Lic. en Contabilidad y Finanzas.
Miembro del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.