Por Henry Constantín
No se desplomó el piso de la sala. Ninguna viga se vino abajo para sepultar a la concurrencia. El mar y la lluvia no rompieron el malecón, y la ciudad y la isla permanecieron impasibles. Esta vez, el pas de quatre de Eduardo del Llano no provocó ninguna tormenta.
Todo ocurre en el siglo XXI, dentro de un cadillac de mediados del siglo XX, en la carretera de La Habana a Matanzas. El escéptico Rodríguez (Néstor Jiménez), sin fe en los seres humanos, que resulta el abrupto propulsor del desenlace; una doctora de matiz varonil, Ana (Yuliet Cruz); y Estrada (Alexis Díaz de Villegas), obsesivamente aferrado a un delicado pomito lleno de excrementos, son los tres personajes a los que Nicanor O´Donnell (Luis Alberto García) salva de la imposibilidad de trasladarse en Cuba, sin cobrarles un centavo.
Un absurdo, por supuesto.
La historia divierte, al peculiar estilo de Del Llano y con los mohínes humorísticos de Néstor Jiménez, que es un asiduo en los cortos de la productora Sex Machine, y Alexis Díaz de Villegas. Es el séptimo corto que tiene al personaje Nicanor O`Donnell como protagonista. Lo de ser el número siete y la cuerda humorístico-grotesca en que se mueve el filme nos llevan, por asociación de ideas, hasta la engorrosa correspondencia con la charada.
Pero esta vez, al Sol se le ven demasiadas manchas, precisamente porque no ilumina mucho.
En los instantes de audacia del guión, Nicanor enuncia una vocación de solidaridad coherente, de rebeldía contra las fuerzas poderosas que condenan al cubano a sufrir indeciblemente cada vez que decide viajar, con una simpleza digna que no conocemos en Cuba. Es cierto que sus parlamentos suenan con aire a discurso –esquema que nos provoca rotundo pánico- y que Luis Alberto García y Del Llano debieron revisar la confección del personaje, para salvarlo de lo insípido de su dibujo.
Las ideas esbozadas en el guión lucen otro defecto: el protagonista sataniza –como mismo hacen los medios de prensa oficiales- a los choferes particulares y otros grupos laborales afines que no son parte del problema del transporte en Cuba, sino a lo sumo, de precarios remedios que nuestras autoridades han permitido para hacernos más llevadero el infierno. El efecto dramático de esta selección es obvio: ante enemigo tan débil –se sabe cuán vulnerables son esos señores choferes ante quienes constantemente buscan cómo suprimirlos- pues sencillamente el héroe no resulta tan héroe, y quien lo ha creado –puesto que se trata de un arriesgado comunicador social que vale precisamente por eso- queda empequeñecido. Los humanos, por instinto, solemos apreciar más a quien se enfrenta a peligros más grandes: esto vale en la vida, y en el arte. No por gusto D´Artagnan es colocado por Dumas frente al cardenal Richelieu, Vargas Llosa hace que el propio Trujillo viole a Urania Cabral y Reinaldo Arenas se narra a sí mismo exhaustivamente acosado por todos los brazos y ojos de la entidad que más brazos y ojos ha tenido en la historia de Cuba.
Monte Rouge, Intermezzo y Brainstorm siguieron esta regla. Pas de quatre se concentró en el problema del transporte en Cuba, asunto muy cotidiano, pero bastante trillado (recuérdese el largometraje Lista de espera). Quizá algo haya tenido que ver en esta suavización del discurso el anuncio de que la productora Sex Machine (o sea, el mismo Eduardo Del Llano) ya no tiene recursos propios para continuar filmando, y eso lo pone en manos de gesto más precavido, como las del ICAIC. Este séptimo corto fue el primero de la serie de Nicanor que nuestro instituto oficial de cine ayudó a producir.
Pas de quatre es el filme en el que Del Llano y su equipo (Nannette García se encarga de la dirección de arte) han hecho el mayor esfuerzo estético: el diseño de presentación, con aire a década del cincuenta, y las deliberadas tomas en estudio dentro del auto son una manifiesta alusión a una época de la que nuestra isla aún no ha salido completamente, al menos en el plano visual. Por otro lado, el inicio del filme suena “alto”, con la Balada de Nicanor (compuesta por el trovador Frank Delgado) convertida en luciferina y gutural pieza de rock.
Sobran elementos en la confección de los personajes. Si el pas es de quatre, ¿por qué Ana no influye en la historia? Los relatos cortos, sean fílmicos o escritos, no deben darse el lujo de las novelas y los largometrajes, que por su extensión pueden abarrotarse de figuras y sucesos no siempre de primer orden: en las obras breves, cualquier elemento que no contribuya a la historia, va contra ella, apropiándose de instantes de atención que perderán el protagonista y su conflicto. Parece que Ana está allí solo para justificar el título.
Y por último, las heces.
Hay un personaje que parece estar a un costado de la historia, y si se la examina linealmente, lo está. Pero quien le dé interpretaciones sociales a ciertos resquicios de Pas de quatre, encuentra ideas afiladas que conviene conocer. En el cadillac, junto con el ¿sobrehumano? Nicanor, viaja Estrada, que en un pomo lleva unos excrementos para ser revisados en un centro médico. Un hecho violento interrumpe el viaje, lesiona a Nicanor e impide indirectamente que las heces lleguen a su destino. ¿Una metáfora sucia? ¿Hay algún género de violencia en nuestro país, interesada en que los desechos espirituales e históricos acumulados no lleguen a la luz, y no sean examinados?
La obra de Del Llano es de las que más atención merece en Cuba. Vale mucho su tozudez en denunciar, carcajadas mediante, situaciones harto conocidas y todavía más silenciadas, situaciones que lo han puesto a caminar por la infinita y riesgosísima cuerda floja de la censura, que lo aleja de los cines, la televisión y el apoyo de muchas personas e instituciones demasiado tímidas como para molestar a los que mandan. Por ese motivo, los cortos producidos por el autor de Monte Rouge deben ser exhibidos y revisados, todas las veces que sea posible. En algunos de esos cortometrajes, al menos, sí hay vocación de mejorar la existencia de las personas.
Del Llano es admirable. Aguardaremos las otras tres oportunidades que le quedan para, según sus propias palabras, cerrar su decálogo de historias con Nicanor. Aunque yo prefiero esperar, como Luis Alberto García, fervorosamente, “el día en que no haga falta hacer más Nicanor”.
Henry Constantín Ferreiro.
Periodista, escritor y fotógrafo. Expulsado de los estudios de Periodismo en dos ocasiones, ambas por problemas políticos. Único representante de Cuba en el II Concurso Hispanoamericano de Ortografía Bogotá`2001. Graduado del Curso de Técnicas Narrativas del Centro Onelio Jorge Cardoso. Colaborador de la Revista Convivencia. Textos suyos han sido publicados en medios de prensa cubanos, incluso oficiales. Hace el weblog Reportes de viaje (www.vocescubanas.comReportes de viaje). Dirige la revista La Rosa Blanca. email: henryconstantin@yahoo.es . Reside en Camagüey.