La semana que terminó ha sido otra de las repetidas series de acontecimientos inesperados, de especulaciones e incertidumbres, para una buena parte del pueblo cubano. Otra vez la opacidad, el secretismo y las justificaciones, ya increíbles, alucinantes, vuelven a provocar que se disparen los análisis, las conjeturas, los desmentidos y las teorías de lo que pudiera ser o lo que pudiera desprenderse de las escasas y herméticas noticias.
Estos dictámenes de las alturas son “bajados” a la “gente” que no ha tomado parte ni entiende lo que simplemente le es informado, por ser al mismo tiempo y con un día de diferencia: una cosa y la contraria. Para más impacto negativo, el edicto viene acompañado de destituciones o sustituciones al más alto nivel para distraer yendo a las ramas, no a la raíz del mal. Al desconcierto se une la desconfianza. A la sospecha se une la frustración.
El tiempo que ha transcurrido desde que se vienen intentando tímidas reformas económicas, manteniendo la esencia del sistema, nos demuestra que la puja es entre los que quieren capitalismo oligárquico de la “nueva clase” y los que ralentizan o frenan abruptamente, para ganar el tiempo que les queda, como ahora y en anteriores ocasiones.
Entre el freno de emergencia y el tímido acelerador no hay diferencia de sistema ni de modelos, los matices se refieren solo al alcance y ritmo de unos cambios secundarios. Lo que ocurre es el gatopardismo: cambiar para que nada cambie. Pero la grieta y la pugna se hace cada vez más evidente. Se puede ya percibir en el tono y el contenido de los discursos y los silencios, de las presencias y las ausencias, de las consignas y de los gestos. Es innegable. La llamada urgente y constante a la unidad es precisamente la demostración más patente. No se pide lo que se tiene.
La causa
Como siempre dejamos a los hechos hablar por sí mismos e intentamos profundizar a otro nivel de profundidad: el del análisis, los criterios de juicio y la síntesis vital.
Fijémonos primero en la secuencia de fallos y experimentos: hemos ido de la rectificación de errores y tendencias negativas de hace décadas a los Lineamientos hace poco fracasados y abandonados con la destitución de su ejecutor. Pasamos de los Lineamientos a la Tarea Ordenamiento, declarada fracasada hace alrededor de 45 días y sustituida por el Programa de Estabilización Macroeconómica, que debía comenzar el primero de febrero de 2024 con la medida que atravesaría transversalmente todas las esferas económicas y sociales del país: el precio y las monedas con las que se podría pagar el combustible.
Y, de pronto, un día antes, solo un día antes, se anuncia la postergación de esta medida a causa de un alegado “virus externo”. Increíble. Aunque hubo señales el 1 de enero en Santiago y el 27 de enero en la escalinata de la Universidad de La Habana. Y solo dos días después, se ejecuta la aparente causa humana de los últimos desastres y vaivenes: otras destituciones, como si los hombres individualmente fueran la causa, única y mayor, de los desatinos disfuncionales e ineficacias sistémicas. Cuando eso de las destituciones o renuncias pasa, es por el marco jurídico de las democracias. En los regímenes autoritarios o totalitarios decadentes, ni las personas individualmente, ni su iniciativa, determinan, ni toman las decisiones trascendentales a nivel de ministerios o de Banco Central. Las decisiones determinantes vienen de la cúpula, no de las columnas. Aunque también ellas tienen una parte de asentimiento y de responsabilidad.
La certeza de que esto es lo que sucede en Cuba es la razón por la que el primer análisis se refiere a la causa de todo. Fíjese que escribimos “la causa”, no en plural, no mencionaremos a personas individuales, no investigaremos la existencia de un alucinante “virus externo”. En nuestra opinión, en Cuba solo existe una causa raigal. La causa es singular. La causa es estructural. La causa es el sistema.
Es de suma importancia que cada cual haga su propio análisis. Revise los acontecimientos. No para quedarse en las ramas de los errores, de los lineamientos, de los reordenamientos, de la estabilización… No para aceptar que es culpa de los chivos expiatorios que estos regímenes sacrifican cuando les son necesarios. La experiencia de estas expiaciones es larga y comprobable. Y después todo siguió igual o peor.
Por tanto, a este análisis de las partes del problema debe seguirle la síntesis y, con ella, la identificación de la causa y el diagnóstico. Para obstaculizar este método de análisis de la realidad, una de las causas del daño antropológico en Cuba es la obstrucción del poder de síntesis lógica en la conciencia moral de los ciudadanos. Es también la opacidad o negación de toda la información necesaria para hacer un análisis y un juicio de valor objetivos. La transparencia es un arma para el diagnóstico y la valoración. La opacidad y el secretismo son los recursos para entorpecer la búsqueda de la verdad. La distracción propagandística y la lucha cotidiana por la subsistencia coadyuvan a la fragmentación de la conciencia crítica. Los fragmentos impiden enfocar la visión sobre la causa. Los árboles impiden ver el bosque.
Muchos lo han reconocido ya: la causa es el sistema, atornillado al medieval potro del tormento que estira y afloja según dé de sí la víctima. El experimento con humanos es éticamente inaceptable cuando se pone en función del mantenimiento de cualquier poder.
Algunas consecuencias
Después de identificar la causa, me gustaría señalar solo algunas consecuencias de esta reiteración de tanteos, errores, ordenamientos y frenazos.
La primera y principal: es el pueblo cubano quien sufre estos descalabros y la ineficacia del sistema. Es el pueblo quien se ajusta el cinturón de la miseria hasta la asfixia o la huida. Es el pueblo quien debe recibir sin chistar, uno tras otro, los dictados que vienen de arriba sin consulta y por sorpresa en algunas ocasiones, como esta última: señal de que el pueblo “ni pincha ni corta” en este modelo de sociedad.
Otra consecuencia es que quedan a la vista de todos las fracturas y pugnas en la cúpula. Son ya tan evidentes que la lista de destituidos, de una forma o de otra, crece desde hace décadas. Las grietas no se pueden resanar con un barniz de normalidad, ni con una pintura de propaganda. Resurgen. Se agrandan.
La tercera consecuencia es el crecimiento de la desconfianza en la capacidad para resolver la crisis de Cuba por parte de los mismos que las crean. No se pueden esperar resultados diferentes si se usan los mismos métodos, si no se cambia el sistema, si no se modifican los estilos de trabajo y convivencia y si se persevera en el error. No hay unidad en la diversidad de acción donde reina la desconfianza. La desconfianza es una de las mayores debilidades de la gobernanza. La desconfianza es el comején de la convivencia de la nación.
Y la cuarta consecuencia es el hastío de todo. Ese hastío crece junto con el afianzamiento de una matriz de opinión de que, lo que ocurre en Cuba, no es una crisis más: las evidencias y las circunstancias internas y externas indican la realidad de una crisis terminal. Eso no supone que se adivinen las fechas y los plazos. Eso no supone cuánto vaya a durar la agonía. Tampoco supone el modo en que ocurrirá el tránsito. Lo único que supone es que los fallos multiorgánicos, como estos últimos, son síntomas del final de una etapa. No hay marcha atrás.
Por supuesto que hay otras muchas consecuencias de diverso grado y alcance. Cada cual puede hacer su aporte. Sin embargo, estas cuatro parecen ser las de mayor percepción por parte de nosotros los ciudadanos comunes y las de mayor impacto.
Propuestas
- Entre las propuestas que siempre sugerimos, en esta ocasión, me parece esencial que aprendamos a vincular, las diversas actitudes y acciones que, si las interpretamos en su complejidad, nos conducirán, si hacemos el ejercicio, a no perder la esperanza.
- Hoy tenemos más razones y evidencias que nunca para otear el horizonte de Cuba con mayor esperanza y realismo. Para vivir en esa esperanza de que Cuba se acerca al cambio es necesario abrir los ojos del sopor en que nos han hundido y aprender a ver hondo, alto y largo.
- Es necesario aprender a tejer los datos, los hechos y las evidencias para tener una visión más completa y polifacética de la realidad en que vivimos. Para ello hay que superar la fragmentación de la realidad y el adormecimiento de nuestra conciencia crítica que es el mejor instrumento para acertar en el diagnóstico de la realidad.
- Aprendamos a levantar la vista y a abrir los ojos. Encerrados en la cotidianidad, mirando al suelo, nublada la vista y la conciencia, sin buscar toda la información veraz y plural que podamos, con la tecnología que tengamos a nuestro alcance o al de familiares y amigos, no podremos darnos cuenta de las verdaderas dimensiones de la crisis, de la gravedad del momento, ni de los escenarios que pudieran sobrevenir y que se puedan prever.
El momento de Cuba es de abrir los ojos, levantar la vista, identificar la verdad, evitar la distracción y buscar nuestras propias alternativas (el Plan B) junto con la búsqueda y propuestas de alternativas verdaderamente nuevas, viables, pacíficas, ordenadas y eficaces para la sufrida nación cubana.
Cuba se lo merece. Es tiempo ya.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
- Ingeniero agrónomo. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
- Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2007.
- Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
- Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
- Reside en Pinar del Río.