Por Juan Carlos Fernández Hernández
Casi desapercibido por la muy mediática VII Cumbre de las Américas, el 25 de febrero de 2015 se celebró en La Habana un encuentro más del Espacio Abierto de la Sociedad Civil Cubana, con la participación de cerca de una treintena de activistas cívicos, políticos e intelectuales. Con posterioridad fue presentado y debatido por miembros de la sociedad civil cubana de la Isla y la Diáspora en Madrid, los días 5 y 6 de marzo.
Sin negar la magnitud e importancia del evento hemisférico, lo ocurrido ese 25 de febrero, aniversario del Padre Varela, ha sido, sin lugar a dudas, un hecho trascendental. Por primera vez, y de forma consensuada, una representación amplia de la sociedad civil cubana independiente se construye un “camino ético”.
Acertado ha sido por los participantes haber optado por el concepto “camino”, pues la misma palabra invita a la acción de no parar, caminar, de ir haciendo trillo, sendero, senda, nunca solos, sino acompañándose solidariamente en un itinerario que nunca será fácil, pero que en comunidad se hace mucho mejor. Además el propio contenido del documento tiene la enorme virtud de ver más allá de las costumbres y la ley, niveles estos primarios de la moral y se adentra en el ámbito antropológico, o sea, en lo profundo del ser humano que siempre cuestiona las costumbres y la ley cuando estas dañan la dignidad del ser humano.
De aquí se deriva otro de los grandes méritos que posee este documento final con 12 puntos, es que está dirigido íntegramente a sí misma, y a partir de estos postulados primarios reconoce con acciones concretas y actitudes “que la persona humana es la protagonista de su propia historia… y esta es principio, centro y fin de toda institución o proceso humano” (1).
Este primer punto constituye por sí mismo un gran desafío para la sociedad civil, toda vez que a falta de una educación sistemática en valores y actitudes durante más de cincuenta años, el daño a la persona humana es visible y permanente en todos los estratos y niveles de nuestra sociedad.
Es un documento para que la sociedad civil se cuestione y descubra y se sane a sí misma en su actuar con un conjunto de herramientas ético-morales, que puestas a disposición de todos, como se pretende, puedan servir como termómetro juicioso que conllevaría el empoderamiento de cada uno de los que ya han optado por el servicio público desde el mundo de la política, la educación, el periodismo, la economía, la defensa de los derechos humanos y cuanta obra tenga un impacto directo o indirecto en la sociedad cubana actual y futura.
Al respecto, en una de sus partes, este itinerario o camino, nos propone las trazas a seguir de forma concreta y proporciona el cimiento en el que se ha empezado a construir este edificio de virtud, su último punto lo expone claramente: “Los activistas cívicos y los políticos, o los intelectuales, no deberían ser los moralizadores de la sociedad. Ser elegido para representar no confiere autoridad moral sino compromiso político sometido al escrutinio y a la voluntad ciudadana. Esta representatividad debe ser producto de la elección popular y limitada por el tiempo y la alternancia. La ética cívica la hace cada persona y a la comunidad le corresponde asentar, educar, promover y custodiar el humus de la eticidad de la nación abierta a lo universal, basados en los grandes valores de la libertad, de la justicia y del amor” (2).
En este acápite se resume de manera clara que para actuar hay que discernir entre los intereses particulares o ideológicos y los del bien común. Apartar de “la cosa pública” los flagelos del nepotismo, el populismo, el clientelismo, la verticalidad en las decisiones, apelando muchas veces al voluntarismo inconsulto de una persona o élites, el tráfico de influencias y todos los vicios políticos y civiles que hoy empañan a nuestra sociedad son desafíos puntuales que, en su espíritu y letra quiere prevenir este documento de Espacio Abierto.
Por último, y no menos importante, el “camino ético” propuesto por esta representación de nuestra sociedad civil, respeta, por sobre todas las cosas, la libertad de cada ciudadano de optar por ella o no. Es una propuesta específica para que cada cubano se sienta libre de aceptarla o no. Además, prima siempre el respeto por las decisiones personales o grupales que tome cada persona o proyecto de la sociedad civil. Este documento, por otra parte, es un comienzo que espera ser enriquecido por todos y cada uno de los que quieran participar.
Herramienta para Cuba, pero también alma, raíz y ala como lo pensara el Apóstol José Martí, constituye este “Camino Ético para la Sociedad Civil Cubana”. Hecho con el espíritu de que sirva para todos y todos lo puedan mejorar y progresar con su estudio y libre aplicación en cualquier lugar de Cuba.
Como su nombre lo indica es “un” camino, no “el” camino. Su pretensión es el servicio y no el marketing, puede ser que, por esa misma razón haya sido subvalorado, hasta el momento. Eso pasa, aunque el tiempo, el tiempo pone todo en su lugar.
Referencias
(1): Punto uno (1) del documento “Un camino ético para la sociedad civil cubana”. Espacio Abierto de la Sociedad Civil Cubana. Febrero/25/2015.
(2): punto doce (12) del documento “Un camino ético para la sociedad civil cubana”. Espacio Abierto de la Sociedad Civil Cubana. Febrero/25/2015.
Puede consultar íntegramente el texto “Un camino ético para la sociedad civil cubana” en www.convivenciacuba.es
Juan Carlos Fernández Hernández (Pinar del Río, 1965).
Fue Co-responsable de la Hermandad de Ayuda al Preso y sus Familiares de la Pastoral Penitenciaria de la Diócesis de Pinar del Río. Animador de la Sociedad Civil.
Miembro del Equipo de Trabajo de Convivencia.