Si el nuevo gobierno cubano quiere dar signos de que verdaderamente tiene la voluntad de “cambiar lo que debe ser cambiado”, debe, lo más rápido posible, romper la sensación de inmovilismo que padece la sociedad cubana.
Lo mejor para la economía en Cuba sería un cambio profundo y definitivo hacia la liberalización de las fuerzas productivas, abriendo a la libre empresa y a la convivencia de las diferentes formas de propiedad. Pero no es de esperar que este cambio tenga lugar de forma rápida y todo a la vez. Por eso, lo más razonable y quizás más saludable, es esperar que se produzcan gradualmente cambios, dentro de las estructuras existentes, que conduzcan al cambio que necesitamos.
Las opciones para empezar son variadas y entre los expertos y los políticos deben escoger. Pero los ciudadanos debemos ser escuchados.
Escuchando a los ciudadanos es relativamente fácil acertar en encontrar aquellas cuestiones que son más sensibles para la vida y que movilizarían el espíritu de emprendimiento que nos caracteriza, rompería esa especie de inercia en la que vivimos y trabajamos, y pondría también atenta a la opinión pública internacional.
En mi criterio, pueden darse los primeros pasos en dos direcciones que, desde el punto de vista económico, sin grandes cambios estructurales inmediatos, podrían lograr ese objetivo:
1. La apertura definitiva y amplia al trabajo por cuenta propia con tres acciones:
– eliminar la lista que limita las posibilidades, especialmente de profesionales, para ejercer el trabajo privado.
– disminución de los impuestos, para estimular la inversión en el sector privado.
– aumentar el acceso a financiamiento para inversiones en este sector.
2. Abrir la posibilidad de invertir en la cartera de oportunidades a ciudadanos cubanos sin importar el lugar de residencia.
Estas dos políticas, generarían un aumento de la oferta que influiría muy positivamente en los precios, por tanto disminuiría la inflación y la moneda recuperaría valor (independientemente de que antes se elimine o no la doble moneda y se resuelva de alguna manera la fluctuación de la tasa cambiaria).
Por otra parte generaría puestos de trabajo con salarios más acordes con el mercado, revalorizando también la fuerza de trabajo. A pesar de que se produzca cierta disminución de los impuestos, el aumento de contribuyentes podría generar mayor cantidad de entradas al presupuesto estatal que, de ser utilizado correctamente, mejorarían los servicios públicos y las oportunidades de sobrevivir para algunas empresas estatales.
Además de estas consecuencias positivas para la economía, estas dos medidas, que no contradicen lo planteado en los lineamientos aprobados por el Partido Comunista, constituyen una evolución en el respeto a la iniciativa personal que es un derecho de la persona humana.
Si, al mismo tiempo se producen cambios en la Constitución y en la ley electoral, como ha sido anunciado, que representen apertura y no cierre, estaremos presenciando la incorporación de Cuba al concierto de las naciones que detectan los signos de los tiempos y buscan, lo más humanamente posible, su prosperidad y desarrollo.
Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.