Por Juan Carlos Fernández Hernández
Las cosas con Omni-Zona Franca, proyecto cultural socio comunitario hermano, siempre son sorprendentes y pletóricas de una profunda espiritualidad, apertura y amor por el prójimo y por Cuba.
De ahí que la conexión con estos creadores de mística envuelta en arte sea casi inmediata e irreversible. Uno queda enganchado por la franqueza, la independencia y la frescura, matizada por el salitre que nos recuerda la cercanía del mar con sus profundidades tan parecidas a las del ser humano y en las que estos profetas postmodernos se adentran con la libertad de la reconciliación y el diálogo sin complejos.
Una de las herramientas escogidas para ir a la sustancia de la persona es la poesía, por la que viven Amaury, David, Alina, Nilo y compañía, la que los apoya y los ayuda a derribar los muros del alma encadenada por prejuicios y anemia afectiva. Por eso la organización y celebración de los quince años del Festival “Poesía sin Fin” y dentro de este, la ya tradicional caminata poética, espiritual y cívica, esto último lo agrego yo, hasta el Santuario de San Lázaro, en El Rincón, municipio Santiago de las Vegas, con salida desde la fuente de la Ciudad Deportiva en la calzada de Boyeros, fue examen, acción, composición, conducta y cultivo de las virtudes que todos deseamos para Cuba. La bendición, la paz, la fraternidad y Dios concurrieron allí permanentemente en las más de catorce horas de serena marcha con la luz de la canción que nos regalara David, cuyo estribillo decía: “…y por encima de mí solo Dios mediante, voy a regar por ahí solo su mensaje…”, además de las palabras inspiradoras que nos regalara Amaury: “La pisada en lo adelante tiene la longitud de la esperanza”.
Por eso y por muchas razones más, que por razones de espacio no se pueden expresar, Convivencia estaba allí, invitada por estos cubanazos que lo que ofrecen es solo amor, pero no un amor banal, sino amor que se deja interpelar e interpela, amor que no se funda en la complacencia de mirar al otro lado sino que acompaña e ilumina. Fuimos a nutrirnos y a aprender. Aspiramos a entregar todos los días, como ellos, nuestro corazón.
Hicimos camino, tejimos, enraizamos, entrenamos y nos entrenaron. Terminamos agotados pero siendo un poco mejores personas. En el Santuario unos oramos, otros se tomaron un descanso a los pies del amigo de Jesús después de una jornada presidida por el amor, el perdón y el anhelo de que Cuba de una vez y por todas se llene de la luz de la libertad. Este día fue un adelanto. Desde lo pequeño, con la fuerza que eso impregna.
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Juan Carlos Fernández Hernández (Pinar del Río, 1965).
Fue co-responsable de la Hermandad de Ayuda al Preso
y sus Familiares de la Diócesis de Pinar del Río.
Miembro del equipo de trabajo de Convivencia.