La concepción del cambio de época
El mundo contemporáneo debate con frecuencia ante el dilema que plantea la vida en una época de cambios o un cambio de época propiamente dicho. Existen muchas evidencias que permiten afirmar que estamos siendo protagonistas de un cambio de época, y mayormente este se hace notar en las áreas de la ciencia y la tecnología. Sin embargo, es un fenómeno que no escapa de una influencia holística en la sociedad.
Toda época histórica está caracterizada por la cohesión entre tres sistemas que son los condicionantes de la vida económica, política y social de los pueblos:
- Un sistema de ideas que permita interpretar la realidad con conciencia y objetividad;
- Un sistema de técnicas que garantice la instrumentalidad necesaria para la transformación de esa realidad en beneficio de la especie humana; y
- Un sistema de poder a través de las instituciones que median entre el ciudadano y el Estado, que se encargue de controlar la realidad que se presenta.
La articulación de estos tres componentes es la que condicionará las relaciones de poder que se establezcan, de este con sus ciudadanos, la naturaleza de las relaciones de producción y las formas de desarrollo de los hombres, unido a sus costumbres y cultura. Todo ello viene a confirmar que “un cambio de época es un momento de la historia de la humanidad en que las características de la época histórica vigente están en deterioro irreversible y sus consecuencias para el desarrollo están bajo cuestionamiento inexorable por parte de la mayoría de las sociedades (Castells 1998; De Souza, 2000).
La realidad que estamos viviendo, el cambio de época, no debe ser vista como una suma aritmética de cambios, sino como un cambio mayor y más profundo en la esencia misma de nuestra existencia. “Una transformación mayúscula que, tarde o temprano, va afectando al conjunto de sociedades del planeta, porque ninguna puede ya vivir de espaldas al conjunto. Aunque cada una lo asuma desde su propia particularidad y reaccione y construya desde ella” (Guardans, 2006). Los cambios se nos presentan en todas las esferas de desarrollo, la ciencia, la tecnología, la política, la economía, los valores, la cultura, la religión, la ideología. Realizar algunas reflexiones en torno a los cambios que este fenómeno está causando en las sociedades y en la convivencia actual es el principal objetivo de este pequeño ensayo.
Cambio en la forma de hacer ciencia y tecnología
Quizás el rasgo más distintivo del cambio de época sea el cambio tecnológico que se ha producido en los últimos tiempos. El hecho de ser, en la mayoría de los casos, protagonistas y no sujetos pasivos ante el uso de cualquier tecnología novedosa, nos ubica en el centro de la cuestión y vemos cómo sus efectos se potencian y extienden en relación con múltiples ambientes de desempeño. La nueva era digital y la constante evolución tecnológica ha generado un nuevo lenguaje y la comunicación tradicional ha sido sustituida por nuevos mecanismos como las redes virtuales, una nueva forma de comunicación de un lado a otro del orbe de modo instantáneo a través de texto, imagen y sonido, perfectamente integrados.
“La irrupción de la tecnología digital en nuestra sociedad ha sido intensa y su uso ha generado diferentes formas de comunicar, compartir información y en muchos casos contribuye u orienta las decisiones de los individuos al enfrentarse a eventos de manera cotidiana” (Santos, 2018). Su alcance se extiende desde la persona hasta las instituciones que optimizan sus sistemas, agilizan su trabajo y también, en ocasiones, sustituyen al hombre por las máquinas. Realizar un discernimiento minucioso entre el impacto de la tecnología en la vida humana debe ser un análisis obligado de expertos, de los departamentos de recursos humanos de las empresas y todas las instituciones que incorporan tecnología en sus flujos de trabajo. Debe ser la era de las máquinas, es decir, la ciencia y la tecnología puestas a servicio de la persona humana, y no a la inversa.
En esta nueva época la tendencia ha sido hacia la mezcla, la fusión, la integración de múltiples saberes, es decir, moverse más hacia la interdisciplinariedad y a la combinación de saberes. No es que sea mal vista la antigua especialización, sino que ahora se pueden fusionar saberes, técnicas, funciones y se aprovecha la complementariedad de esferas afines para optimizar técnicas y resultados.
La ciencia, desde sus inicios, ha sido concebida como un proceso social, en la medida que su ejercicio constituye un modo de responder las cuestiones más disímiles que se puede plantear el hombre como ser social en constante interacción con la comunidad en que se desarrolla y con el medio ambiente. El cambio de época, donde los valores entran en crisis, como veremos más adelante en el acápite referido al impacto del cambio de época en la esfera de las relaciones humanas, implica un relativismo que debe ser tenido en cuenta seriamente, para evitar que lo que puede ser positivo en cuanto a progreso y desarrollo, resulte en detrimento de la sociedad. En este sentido pueden servir de ejemplo cómo algunos de los grandes avances de la ciencia fueron usados negativamente y condujeron, por ejemplo, al uso de armas químicas o biológicas, a la construcción de la bomba atómica.
En el campo de la biología el cambio de época ha impactado directamente asociado a la generación de equipamiento y soporte técnico para numerosas investigaciones que en otros tiempos fueron impensables. Cabría cuestionarse si los avances que se van obteniendo en la actualidad, donde la infraestructura es más sofisticada, y supuestamente la persona del científico más preparada, se colocan a la altura de los primeros descubrimientos. ¿Se corresponden los resultados contemporáneos con aquellos que constituyeron los hitos del pasado? En materia de vacunación, en los tiempos de Edward Jenner, cuyo empirismo le valió ser uno de los precursores de la inmunología actual, se dio inicio a la vacunología en el mundo. En tiempos de Alexander Fleming, por azar, y en un laboratorio al nivel del siglo XX, se dio inicio a la era de los antibióticos, que revolucionaron la historia de las enfermedades de la época, y las actuales. Podemos y debemos preguntarnos: ¿Hemos aprovechado al máximo las nuevas tecnologías para producir más con mayor número de recursos?
“… Varias revoluciones tecnocientíficas -informática, nanotecnología, ingeniería genética, robótica, nuevos materiales, etc.- están cambiando el paradigma internacional de desarrollo, porque constituyen el nuevo sistema de técnicas para transformar a la realidad de forma dominante. Este paradigma está siendo instrumental en conducir la humanidad de la época del industrialismo hacia una época histórica nueva, pero no necesariamente mejor; de la misma forma como el paradigma mecánico de la revolución industrial fue instrumental para la transformación de la racionalidad del agrarianismo en la lógica del industrialismo. Junto con otras revoluciones en marcha -revolución económica y revolución sociocultural-, esta revolución tecnológica aportará profundas transformaciones en las relaciones de producción, las relaciones de poder, la experiencia humana y la cultura” (Castells 1996).
El cambio de época en sí, y especialmente el uso de las nuevas tecnologías en el campo de las ciencias, conlleva una responsabilidad personal y social alta, que establezca claramente sus fines, pero que respete los límites, integridad y dignidad de cada persona, que es el destinatario principal de todo cambio social. Es lo que el Presbítero Félix Varela, fundador de la nacionalidad y Nación cubanas logró integrar en el binomio ciencia y conciencia, “síntesis capaz de asegurar que la explotación de los campos insospechados de la ciencia desemboquen siempre en la conservación y promoción de la vida para un mayor desarrollo de la humanidad” (Valdés, 2009).
Cambio en las relaciones económicas
Con frecuencia escuchamos referirnos a la existencia de un nuevo orden económico mundial, y asistimos a este fenómeno, cuyos dos componentes fundamentales, en correspondencia con las nuevas tecnologías de la información, son la informacionalización y la globalización (Castells, 1997). Al generarse una economía basada en el conocimiento, las relaciones de producción, el consumo y la participación en el mercado cambian, propiciando varias expectativas en cuanto a la búsqueda de una salida a los factores negativos que afectan la economía mundial.
Por otro lado, no faltan los expertos que dicen que respecto a un nuevo orden económico global, lo que menos hay es orden, aludiendo que la economía global se define cada vez más por relaciones económicas complejas y en constante cambio. “Estarán cada vez más interconectadas pero siempre con reglas diferentes para conducir negocios extrafronterizos. (…) Hay una cantidad de tecnologías nuevas con posibilidad de cambios impresionantes. Todas ellas afectarán las sociedades y los negocios” (Modi, 2016). También se valora que este fenómeno está relacionado con reacciones de tipo político y comercial frente a las disrupciones tecnológicas que suponen los nuevos tiempos.
Aunque existan tendencias negativas, estas son coordinadas con otros elementos y crean patrones de cambio de los que siempre pueden valorarse las oportunidades y alternativas que ofrecen. La regeneración del tejido empresarial, las nuevas relaciones económicas, ahora con las herramientas que posibilitan la interconexión de los diferentes agentes, sin importar las fronteras ni los idiomas, constituyen factores que influyen en la competitividad, la productividad y la necesaria innovación. Estos tres factores son vistos de la siguiente manera:
- Competitividad: al cambiar los modelos de relaciones económicas necesita cambiar también la organización, y esto permite que los consumidores se coloquen en el centro de las experiencias. La globalización, entendida como la disminución de la brecha entre las naciones del orbe y el escenario común de intercambio, incentiva la competitividad, al igual que las crisis que no son necesariamente malas, porque promueven las nuevas incitativas y búsquedas de soluciones más eficaces.
- Productividad: las nuevas tecnologías proporcionan a las industrias, a las empresas, y a la economía en general, las herramientas óptimas (o al menos las que existen en el momento) para aumentar las producciones, optimizar los procesos productivos en cuanto a tiempo, calidad y volúmenes de producción. Las empresas pueden ser más rentables, y los flujos de trabajo e información tienden a la supresión de los intermediarios.
- Innovación: como ingrediente fundamental que incorpora el segundo elemento en el binomio esencial que forma con el desarrollo científico-técnico, a través de la generación de procesos, tecnologías, herramientas, sistemas, metodologías novedosas y de gran impacto en diversas esferas. Contemplar líneas presupuestarias que incluyan la inversión en infraestructuras, y el apoyo a las investigaciones, permite que este tercer factor maximice el efecto de la competitividad y la productividad; en el sentido que la innovación tecnológica aumenta la productividad, y la innovación institucional aumenta la competitividad.
La época que vivimos es una época de grandes convergencias tecnológicas, uno de sus rasgos más significativos. Todos los adelantos tecnológicos que se están produciendo no tienen lugar de forma aislada, sino que se complementan e interactúan entre sí, fundamentalmente mediante la automatización de la mayoría de los procesos. “Los efectos de esta confluencia tecnológica en los procesos productivos están siendo inmensos, con ganancias de productividad exponenciales. Pero, a la vez, esta confluencia de tecnologías deja fuera del mercado a compañías que aparentemente eran muy sólidas hace apenas unos pocos años. En todo caso, la necesidad de adaptación de empresas, trabajadores y legislaciones es evidente” (Tena, 2017).
Dilucidar entre los efectos positivos y negativos del cambio de época, como dice Habermas se combina con el hecho de “ser capaz de desarrollar instituciones que pongan límite a la dinámica interna y a los imperativos de un sistema económico casi autónomo y a sus instrumentos administrativos” (Habermas, 1994).
Cambio en el modo de hacer política
El cambio de época y el arte de hacer ciencia están interrelacionados con los procesos políticos de cada país. La llamada y notable crisis de la representación, que toca a los partidos políticos, organizaciones de la sociedad civil, instituciones ciudadanas y figuras públicas puede ser entendida también como una consecuencia más de los cambios radicales de los nuevos tiempos. El Estado juega un papel crucial en toda la modernización productiva de la sociedad, en la medida en que este funciona como regulador de todo tipo de actividad, científica, tecnológica, económica, y como salvaguarda de las garantías ciudadanas para que cada actividad sea desarrollada de forma responsable. “Si el Estado puede ganar en eficacia para poder actuar como el insustituible regulador y coordinador, fomentará la innovación tanto como garantizará la igualdad” (Borrell, 2019). Acercar las políticas de desarrollo a la ciudadanía disminuirá la brecha de las desigualdades sociales y contribuirá a superar la pobreza y otros males que aquejan a la humanidad.
La postmodernidad ha conducido a un nuevo lenguaje que, por supuesto, implica a la política, en la medida que la figura de los representantes utilizan los novedosos medios de comunicación que se encuentran a su alcance para transmitir una idea, presentar un programa político, e incluso, imponer una ideología. Es aquí donde se nos presenta el dilema entre los efectos positivos y las consecuencias negativas, derivadas de una gestión o liderazgo político que no canalizan la irrupción de las tecnologías y los adelantos en post del desarrollo social, y bajo la máxima del respeto a los derechos humanos.
Vivir tras la fría pantalla de un dispositivo electrónico, modular el lenguaje solo para las redes sociales, hablar todo el tiempo de cara al interlocutor, el predominio de la violencia, el lenguaje ofensivo, la retórica del enfrentamiento, el enemigo y la división de los pueblos, puede conducir a los populismos modernos. Estos exacerban las diferencias, constituyen la plaga de los sistemas de representación, alterando el orden institucional, provocando la crisis de los partidos políticos y afectando, a fin de cuentas, el Estado de Derecho y la convivencia democrática.
El diálogo, la negociación, el respeto a las garantías ciudadanas y el funcionamiento de la política al servicio del bien común, colocando a la persona humana en el centro de todas las relaciones, continúan siendo las estrategias viables ante los efectos de cualquier revolución. No caducan, no se vuelven obsoletas con el tiempo; cuando más se actualizan o cobran mayor vigencia en un tiempo u otro.
Cambio en la concepción y fines del arte
Las concepciones que se tenían anteriormente sobre el arte, el artista, el objeto artístico, el campo artístico, las Bellas Artes, se desmontaron, se reelaboraron desde puntos, ángulos y perspectivas completamente diferentes a lo conocido y establecido. Todo eso gracias a lo que proyectaron, asumieron y propusieron los artistas, que llegaron muchas veces a vaciar la obra de forma, y en ocasiones, hasta de contenido.
El arte se convierte en contestación a la incoherencia de la vida en las urbes súper desarrolladas. Arte como respuesta a problemas vitales, arte que emigra de la galería hacia una sociedad que discrimina y a la que convoca para ser parte activa y participativa de la propuesta. Al cambio de época en el arte le fue preciso, o necesario, romper literalmente con todo. Al menos en parte, ya que las apropiaciones y copias de estilos, técnicas y temas anteriores, fueron una manera de negar la originalidad del objeto artístico. Jubrías (2006) propone cuatro negaciones fundamentales:
- Negación de lo sublime formalista.
- Negación de la perdurabilidad y la materialidad.
- Negación de la especificidad de las manifestaciones artísticas.
- Negación de la originalidad.
En este sentido emergieron propuestas cuya pretensión nunca fue perdurar en el tiempo. Se trata de obras que crecieron en lo circunstancial. Lo efímero fue la premisa. La relación con lo circundante era primaria. Todo podía funcionar como elemento para la creación plástica. Todo era válido. Prescindieron del templo del arte: la galería. Sus espacios no fueron suficientes, y viajaron a los desiertos, a los volcanes, al campo. El ambiente se convirtió en parte de la obra. Se difuminó la línea divisoria de las manifestaciones del arte para dar lugar a ensamblajes de todo tipo, soportes de toda índole, gestos, actuaciones; se trascendió la forma para llegar a la idea, al concepto. Tanta importancia se le concedió al proceso de creación, que llevar a la práctica la obra muchas veces se desdeñó, no se consideraba necesario.
El mercado en un inicio pudo haber sufrido la intermitencia, o la inexistencia de obras; pero cumpliendo su función de regulador y mediador, se encargó de transformar lo que el arte postmoderno negaba, en estímulos para la venta. Se convirtió la relación artista-negociante, en lucha de estrategias.
Se produjo un rescate de valores humanos, ¿criticando? la sociedad tecnológica y apropiándose de sus progresos. El mito del hombre occidental (enraizado aun en nuestros días) se fragmentó para dar paso y reconocimiento a otras culturas. Se asumió el arte como protesta, una postura de compromiso que continúa hasta hoy. Un arte que se centra y concentra en comunicar, no importa la vía o los medios utilizados. Porque no interesa el objeto en sí, sino el poder que tiene para transmitir una idea, o un concepto. Es por eso que no importa la permanencia de la obra, sino su existencia en el presente. El artista se convierte también en comunicador.
Cambio en las relaciones sociales y el desarrollo humano
Es evidente que el cambio de época ha influido sobre la persona humana como sustrato y protagonista de toda actividad. Tal como se presentaba en el primer tema de esta asignatura, la consolidación de las creencias, los valores y la identidad de las personas y los pueblos es uno de los primeros rescates en los que se debe trabajar desde los ámbitos familiar, escolar y estatal. El cambio de época ha conducido a una ausencia de valores y a un resquebrajamiento de la autoridad moral. Los nuevos modelos del conocimiento, y el dominio de la información, demandan de los ciudadanos, y de las clases en el poder, una esmerada coherencia entre pensamiento y acción.
Todos los cambios descritos anteriormente, en el ámbito del desarrollo científico (donde se utiliza a los seres humanos en ensayos clínicos), en el aspecto económico (con el aumento de las dificultades socioeconómicas y las crisis financieras de los gobiernos), en la política (con el auge de los populismos, los hiperpresidencialismos, la crisis de valores que conlleva a la corrupción y a la mala gestión pública) y en el arte (con la tendencia a la protesta, el performance, la crítica social) requieren una alta responsabilidad social.
Corresponde a la familia, la sociedad civil y al Estado el rol preponderante en la educación pública de los ciudadanos para afrontar los problemas éticos y funcionales que nos plantea el cambio de época. Es necesario tener en cuenta, además, que la labor de hacer conciencia e incorporar determinados comportamientos a la cultura de los pueblos es una labor ardua y sistemática. En las sociedades contemporáneas “Crece la distancia entre la cultura de los expertos y la de un público más amplio. Lo que se incorpora a la cultura, a través de la reflexión y la práctica especializadas no se convierte necesaria ni inmediatamente en propiedad de la praxis cotidiana” (Del Percio, 2000: 171).
El cambio de época debe ser visto sin pesimismos, que no conducen a nada, pero sí con conciencia de que sus implicaciones pueden llegar a ser limitantes de la creación humana, o que los múltiples avances consiguen en ocasiones poner freno a las democracias y a los derechos humanos en buena parte del orbe. “Surgen desigualdades y asimetrías aberrantes, que ponen en peligro la paz y la convivencia entre y dentro de los Estados. En tal sentido, el paradigma de Desarrollo Humano se revela como la única herramienta válida a la hora de superar la etapa del diagnóstico y proponer el remedio” (Del Percio, 2000: 265).
Consideraciones finales
Ante el cambio de época, en correspondencia con una máxima muy necesaria en Cuba y el mundo, y semejante a lo que propone Del Percio en su análisis de los “Tiempost Modernos”, debemos pasar de la queja estéril a la propuesta que nos permitirá vivir en una sociedad donde no se olvide, bajo ningún concepto, la primacía de la persona humana. Estos momentos a los que hemos llegado en la historia de la humanidad nos imponen unos nuevos retos que debemos enfrentar con elevadas cuotas de responsabilidad:
- La superación del relativismo moral, la alienación, la cultura del “todo vale”, la pérdida de las raíces identitarias, el cultivo del alma y el ethos social.
- La generación de políticas económicas que sirvan de incentivo para la libre creación de riquezas, el emprendimiento, el ejercicio económico en un contexto de seguridad, crecimiento e inclusión social.
- El manejo de la política, haciendo uso de las nuevas tecnologías comunicacionales, a través del lenguaje respetuoso de la dignidad y los derechos humanos; así como la garantía de una mayor seguridad personal, jurídica e internacional que propicie un clima de respeto, integración y desarrollo.
- La incorporación de todos los adelantos científico-técnicos a los planes de desarrollo de cada país para fortalecer la gestión pública, y la conjunción del Estado y la ciudadanía a través de la articulación de la sociedad civil.
- La potenciación de cada avance en función del Desarrollo Humano Integral, como medio más idóneo para aumentar la capacitación, el acceso a las fuentes de empleo, la productividad y la estabilidad sociopolítica.
La educación cívica de los ciudadanos para enfrentar estos desafíos constituye una salida viable, urgente y necesaria. “Las etapas actuales de desarrollo de la sociedad en distintos países del mundo exigen como condición indispensable una reflexión profunda acerca de la especificidad, concepción y direcciones principales de la formación ciudadana; a partir de la búsqueda de fundamentos teóricos legados por el pensamiento social anterior que orientan en la solución de los problemas que hoy se le plantean tanto a la sociedad como al ciudadano” (Polo y Quintero, 2011).
Bibliografía
- Borrell, J. (2019). La economía digital, factor económico disruptivo.
- Castells, M. (1996). The Rise of the Network Society (The Information Age: economy, society and culture; Volume I). Malden, Massachusetts: Blackwell Publishers.
- Castells, M. (1997): La sociedad red, Alianza Editorial, Madrid.
- Castells, M. (1998). End of Millennium (The Information Age: economy, society and culture; Volume III). Malden, Massachusetts: Blackwell Publishers.
- De Souza, J. (2000). “Changing Roles and Responsibilities of Planners and Planning Units: from rationalization to flexibilization under the networking logic”; forthcoming in Source Book on Planning in Agricultural Research. The Hague, The Netherlands: ISNAR-CAB International.
- Del Percio, E. M. (2000). Tiempost Modernos. Una teoría de la dominación. Editorial Altamira. Argentina. p. 171, 261, 265, 267-268.
- Guardans, T. (2006). ¿Época de cambios o cambio de época? CETR. Investigar la cualidad humana.
- Habermas, J. (1994). Teoría y Praxis. Ediciones Altaya, Barcelona.
- Jubrías, M. E. (2006). Arte Postmoderno. Conferencia del 30 de noviembre. p. 27.
- Modi, N. (2016). Remodelación el capitalismo. Nuevo orden económico mundial: lo que menos hay es orden. Revista Mercado, debates recurrentes. Agosto, No. 1183.
- Polo A. y Quintero C. (2011). Modelo pedagógico para fortalecer la Formación Ciudadana del profesor de la Educación Técnica y Profesional en el primer año de las especialidades que se estudian en la Universidad de Ciencias Pedagógicas “Héctor A. Pineda Zaldívar”. La Habana, Cuba.
- Santos L.M., (2018). “La tecnología y la época del cambio, o el cambio de época” en C2 Ciencia y Cultura. Año 4, número 45.
- Tena, G. (2017). Entrevista de la Asociación Centro de Dirección de RRHH a Guillermo Tena, director del Instituto Internacional de Estrategia Global de RRHH en Cuatrecasas. 26 de octubre de 2017.
- Valdés D. (2009). Cuba: hora de levantar cabeza. Madrid: Editorial Hispano Cubana. p. 326.
- Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
- Licenciado en Microbiología.
- Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
- Responsable de Ediciones Convivencia.
- Reside en Pinar del Río.