Bloqueo y errores internos

Foto de Margarita Fresco Crespo.

La economía cubana está prácticamente en ruinas. Escombros resilientes que pujan denodadamente por remedar al ave fénix y reconvertir el polvo en vida. Pero parece que no hay o es muy poca la levadura que debe echar a andar la fermentación en los procesos de crecimiento.

Dos conjuntos de fenómenos se señalan como causas fundamentales del derrumbe de la economía cubana. El primero es el bloqueo económico y financiero impuesto al país por el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica. Lleva décadas aplicado. El carácter deletéreo de la aplicación ha ganado en intensidad por años. El gobierno cubano ha calculado sus daños en pesos y centavos y lo da a conocer al mundo todos los años.

Las otras causas, reconocidas tardíamente, son los denominados errores internos. El mea culpa. No solo es un acto de honestidad reconocer esos errores, es también una necesidad imperiosa para operar los procesos económicos encaminados a rectificar los rumbos equivocados.

Pero los errores internos no se analizan con la profundidad y transparencia empleada en el análisis del bloqueo. Se habla de los errores, se habla de ello en todos los niveles del mando político y gerencial. Pero qué, cuáles errores, quién los cometió, cómo fue todo. Los daños del bloqueo se estiman al detalle, en pesos y centavos. De los daños de los errores internos no hay ni estimaciones groseras. Al menos publicadas.

Creo que la autocrítica del gobierno no es más explícita y detallada porque consideran los errores internos como un mal menor, incomparable con los efectos del bloqueo. Veamos un ejemplo.

En 1968 se intervinieron todos los negocios privados que existían en Cuba. Toda la propiedad industrial y comercial pasó a manos del Estado. Se “nacionalizaron” desde carpinteros y mecánicos hasta limpiabotas. Se destruyó la clase media. Fue el proceso de estatización más radical en la historia de las revoluciones. Mac Arthur se quedó corto con su reforma agraria japonesa.

Hoy todo el mundo sabe, es evidente, que aquello fue un error. No cualquier error, sino uno estratégico, de esos que como las radiaciones atómicas afectan el futuro por décadas.

Hoy se intenta rehacer lo deshecho entonces, y alegremente se permite renacer las MIPYMES y otros negocios. Y se acepta el resurgimiento de la clase media, aquella que en 1968 se aplastó pues reproducía las relaciones de producción capitalistas e impedía la construcción del socialismo.

¿Qué impacto tuvo el error de 1968? ¿Cuánto le costó al país? Nunca sabremos a ciencia cierta las alas que cortó, la energía que disipó, los proyectos que hizo abortar y los sueños que convirtió en pesadillas. Una decisión como aquella generó un costo de oportunidad cuya evaluación lo haría calificar en el rango de daños que se le estiman al bloqueo.

Quizá a algunos de los expertos que estiman los valores de los daños del bloqueo se les ocurra calcular la participación de la clase media desaparecida en 1968 en el Producto Interno Bruto de entonces, y con las mismas conversiones monetarias usadas para el bloqueo y teniendo en cuenta el progreso científico y tecnológico, pueda lanzar una pedrada estimativa aceptable.

Hay otro error no claramente explicado. Se reformó el salario y se ajustaron los precios. Se desató una inflación de tres dígitos que aún padecemos. Todo se hizo basado en la confianza de que las fuerzas productivas responderían al estímulo salarial con un estremecimiento… que solo fue tremor. La economía estaba en paro cardíaco y se intentó echarla a andar con un boca a boca. ¿Es esto así? ¿Quién cometió este error? El error es humano. Reconocerlo también. Un dirigente cubano dijo un día que se debía convertir la vergüenza generada por los errores cometidos en victoria. Esperemos que así sea.

 


  • José Antonio Quintana de la Cruz (Pinar del Río, 1944).
  • Economista jubilado.
  • Médico Veterinario.
  • Reside en Pinar del Río.
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