Por Consejo de Redacción
Caridad, Cuba y Convivencia empiezan con la C del corazón y de Cristo. Eso fue la tarde del sábado 5 de diciembre de 2009 en el patio de Karina. Allí, en sencilla ceremonia de bendición y cariño humano y cristiano, Mons. José Siro González Bacallao, obispo emérito de Pinar del Río, entronizó la bellísima efigie de la Madre, Reina y Patrona de Cuba, copia artística de la original imagen que se venera en la Basílica de El Cobre desde hace casi cuatrocientos años y regalada a Convivencia por el Padre Olbier Hernández Carbonell, junto con un cáliz y una patena donadas por miembros de una comunidad católica de Valencia.
El equipo de la revista y sus colaboradores se unen así a la celebración de estos cuatro siglos de espiritualidad y cubanía integradas para siempre en aquella frágil canoa en la que la Isla sobrevivirá de centuria en centuria.
Las palabras de bendición y ánimo del pastor regaron junto al agua sagrada ese rocío de comunión y reconciliación que tanto necesitamos todos. Lluvia de los dones del Espíritu: fortaleza y sabiduría, consejo y fidelidad, prudencia y audacia. Era la línea de continuidad en un mismo sentir, en un mismo esperar, trabajar y amar por Cuba que compartimos durante casi 25 años con el obispo Siro. Era todo un signo de esperanza y perseverancia en el cariño y la entrega a la Patria y a la Iglesia, aún cuando compartimos la alegría y la ofrenda con colaboradores que no son explícitamente de su grey eclesial pero que sí son de la nación que soñamos y que nos debe cobijar a todos y todas.
Luego, un brindis fraterno y el compartir con el padre bueno. Cada pequeño equipo fue presentando sus proyectos al pastor atento y al consejero sabio y prudente que nos dijo que pedía todos los días para nosotros: humildad, comprensión, compasión para todos. No confrontar, no excluir, el amor todo lo alcanza, todo lo espera, todo lo perdona.
Allí, como señal y convocatoria de ese amor, quedaba guardada en uno de nuestros hogares familiares como es la más antigua tradición en Cuba, sobre el sencillo pedestal flanqueado por los respetados símbolos nacionales, esta bendita imagen de la Madre de todos los cubanos a quien Juan Gualberto Gómez llamó “emblema patrio”.
A ella le encomendamos la convivencia pacífica entre todos los cubanos y cubanas.