Por Jesuhadín Pérez Valdés.
Nosotros los cubanos andamos a tientas. Nunca podemos saber a ciencia cierta qué pasa en las alturas. Una prensa que responde más a intereses de poder que a su función informativa, desdibuja la realidad de forma absolutamente aberrante. Al menos así lo vemos los cubanos de a pie. Y somos bastantes.
Ocurren cambios en Cuba, cambios importantes. Más de una decena de altos funcionarios han sido removidos de sus puestos y nosotros, meses después no sabemos, con claridad, que pasó.
Los medios solo hablan de las decisiones tomadas, las reflexiones del secretario general insinúan males comunes y recurrentes, las cartas de algunos implicados destilan arrepentimientos pero ¿qué fue lo que realmente hicieron estas personas? ¿Por qué los cubanos no podemos saber en detalle cuáles son las causas que movieron a un gobierno, que no se caracteriza precisamente por las transformaciones, a cambiar tanto en tan poco tiempo?
Es verdad que la palabra cambio es muy versátil, pero aun así el gobierno de la Isla es un andamio a la hora de tomar decisiones políticas en su propia estructura. Con esto quiero decir que siente animadversión por las modificaciones estructurales y digo más, en los últimos dos años de nueva presidencia, y a pesar de todo lo dicho en los discursos oficiales, con respecto a las adecuaciones ante las nuevas circunstancias, el nuevo gobierno no ha modificado una coma en su política interna. En Cuba nos movemos tanto como puede hacerlo un insecto en una gota de ámbar.
Por eso no logramos entender los cambios. Los medios oficiales no pueden ser más escuetos al respecto y desde el interior los recursos de prensa foránea nos resultan poco menos que imposibles. Los cubanos vivimos en una ceguera constante de información.
Cualquier pretexto sirve para dejar los asuntos que deberían interesarnos a todos, como asuntos exclusivos de Estado. ¡Somos como niños grandes! No tenemos derecho, no ya a participar en los destinos y las decisiones de nivel central sino que, no somos considerados ciudadanos lo suficiente maduros como para saber qué sucede en las altas esferas de nuestro país. Hemos perdido el derecho a la información. Mejor dicho, no lo han quitado.
Solo una pequeña minoría puede saber el qué y el por qué de las cosas que conciernen a todos. Porque todos formamos parte de este pueblo, gracias al cual concurre una superestructura que administra la propiedad que nos corresponde por derecho natural y constitucional.
Y por cierto, los elegidos por designación política tienen que hacerlo poco menos que desnudos. La citación oficial parece sacada de un manual de contraespionaje. Los selectos no pueden asistir a la reunión con libretas de notas, ni bolsos, ni teléfonos móviles, memorias, cámaras o lapiceros, ¿por qué tanto misterio? Evidentemente confían en su mala memoria. Pero ¿por qué si lo que se hizo -los que lo hicieron- lo consideran justo, razonable y normal se empeñan tanto en mantenerlo encriptado? Por cierto que esto no evita que se filtren versiones que ya, de hecho, han llegado a los medios de prensa extranjeros.
¿Qué pasa ahora mismo en Cuba con estas personas destituidas? No sabemos. Un halo de misterio y punto. La prensa simplemente pasa un manto y se dedica a otros temas. Después el tiempo y la apatía de una sociedad cansada pasa cuenta al drama, mientras los cubanos duermen la mona de la ignorancia. ¿Para qué romperse la cabeza con esas preocupaciones? Son asuntos de arriba y arriba se resuelven. Lo de los terrenales es la lucha por la supervivencia, el invento diario. Con esto tenemos más que suficiente. Lo demás se arregla solo…
¡Muy mal andamos los cubanos aplicando la estrategia del avestruz!, porque mientras no vemos lo que pasa a nuestro alrededor, que también incluye el arriba; mientras huimos de la dudosa y difícil situación que nos inunda, mientras nos irrespeten con tratos infantiles y mientras ingenuamente nos creamos salvados por la seguridad de un agujero que solo nos cubre la cabeza, nuestro trasero batirá en el viento y no faltará un sodomita que se aproveche de la situación para cobrarnos el descuido.
Somos víctimas de la desinformación, cierto, pero estas poses de hoy nos traerán ardores mañana.
Jesuhadín Pérez Valdés.
Mecánico radioelectrónico. Estudiante de Derecho.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de la Revista Convivencia.