El padre Mariano Arroyo, párroco de ntra. Sra. de Regla.
Por el Consejo de Redacción
A cinco meses exactos del anterior crimen, en la madrugada del lunes 13 de julio de 2009, fue encontrado sin vida en su casa parroquial de Nuestra Señora de Regla en Ciudad de La Habana, el sacerdote español Mariano Arroyo Merino de 74 años de edad.
El cura misionero fue asesinado de una forma brutal, al ser atado, apuñalado y con quemaduras de fuego en su cuerpo, dentro de su propia casa, según vecinos y feligreses católicos de Regla, santuario muy popular donde desarrollaba parte de su polifacética misión pastoral. Según las mismas fuentes, al ver salir humo por las ventanas de una habitación los cercanos avisaron a los bomberos que hallaron el cadáver que fue retirado del lugar por las autoridades competentes. El arzobispado de La Habana confirmó la noticia del asesinato del padre Arroyo, natural de Cabezón de la Sal en la región de Cantabria en el norte de España. Estaba incardinado en la Diócesis de Madrid pero trabajaba en la Iglesia católica en Cuba desde 1998, cerca de la visita del Papa Juan Pablo II a la Isla.
El P. Mariano ha sido el segundo sacerdote asesinado en Cuba en solo cinco meses. El día 14 de febrero de este año fue encontrado el cadáver del sacerdote español Eduardo de La Fuente Serrano de 61 años de edad, cura párroco de la Iglesia de Santa Clara en Lawton, donde desarrollaba entre gente pobre y necesitada su labor pastoral. Era también muy querido y apreciado no solo por su feligresía sino por todo el barrio capitalino. Solo 45 días antes de este primer asesinato, el P. Olbier Hernández Carbonell, sacerdote de la diócesis de Holguín que está estudiando en España, durante una visita a su familia en Cuba, fue atacado dentro de su propia casa por dos jóvenes que le colocaron un cuchillo sobre el cuello y lo amenazaron. Solo por la gracia de Dios pudo quitárselos de arriba literalmente y hacerlos huir.
Más allá de los móviles específicos que se investiguen y comprueben algún día, nadie debe guardar silencio cómplice. Estos asesinatos deben ser condenados públicamente, por todos, ya que son signo y llamada de alerta sobre el crecimiento exponencial de la violencia en Cuba y nos debe llevar a todos a una consideración seria y responsable de las causas profundas, las raíces y el caldo de cultivo de esta violencia criminal. Y animarnos a tener el civismo, la honestidad y la audacia de buscar juntos la solución estructural a esta patente desintegración social. Quienes cierren la puerta a los cambios en paz, abren -aún sin querer- la puerta a la violencia. Lo escribimos hace años en un editorial de aquella Vitral y la vida, desgraciadamente, lo va confirmando.
El Padre Mariano Arroyo sirvió a Cuba y a su Iglesia durante 11 años y todos los que lo conocimos, creyentes o no, pudimos apreciar los abundantes dones y carismas del sencillo, inteligente y servicial Padre Mariano Arroyo entre las que se pueden mencionar, su don para el servicio cercanísimo a los más vulnerables y pobres de la sociedad. Junto al alto nivel académico de su docencia desempeñó la dirección del Instituto de Ciencias Religiosas P. Félix Varela de la Arquidiócesis de La Habana. Su comprometida preocupación por las enseñanzas sociales de la Iglesia lo llevó a servir durante años como Asesor del Movimiento de Trabajadores Cristianos hasta el primero de mayo de este año. Todos lo recordamos con su verbo ameno, transparente y apegado siempre a la verdad y la justicia.
La Iglesia en Cuba recuerda su humilde y profético llamado a estar atento a los signos de los tiempos en Cuba y a preparar a la Iglesia para los cambios que vendrían; todo ello expresado en aquella celebración por los 20 años del ENEC en febrero de 2006. Nadie podría imaginar entonces que el P. Mariano sellaría con su propia sangre ese anuncio profético que debemos escuchar y responder con respeto y diligente compromiso por Cuba y su Iglesia. Ahora todos hemos visto y oído la consumación del testimonio del Padre Arroyo que llevó hasta sus últimas consecuencias aquella Palabra que tanto saboreaba y predicaba: “… nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” – como dijo el mismo Jesús de Nazaret. (Evangelio de San Juan, capítulo 15, versículo 13.)
Hoy 13 de julio, esta Palabra de Dios, predicada durante toda su vida por el P. Mariano, fue consumada en él mismo hasta el extremo. Del griego, la palabra “mártir” se traduce como “testigo”: el que sella su testimonio con su propia sangre. Eso creyó, anunció, vivió cotidianamente y selló con su vida. Es un don profético, sacerdotal, servicial para toda Cuba y no solo para su Iglesia. Su ofrenda en martirio violento traiga la paz y la reconciliación entre todos los cubanos y cubanas.