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El pasado 14 de febrero fue asesinado en La Habana el sacerdote católico Eduardo de la Fuente Serrano, de 61 años de edad, misionero diocesano natural de Guadalix de la Sierra en Madrid, España.
El P. Eduardo había visitado Cuba durante más de 10 años y hace tres decidió voluntariamente permanecer trabajando en la Arquidiócesis de La Habana. Al momento de morir era cura párroco de la Iglesia de Santa Clara en el barrio capitalino de Lawton donde era muy querido por sus fieles y por los vecinos en general.
Según fuentes consultadas, el cadáver del sacerdote fue encontrado muerto en una carretera secundaria cerca del barrio Fontanar en la periferia de La Habana. Su cuerpo mostraba claras señales de estrangulamiento y heridas de arma blanca.
El automóvil del sacerdote, sin embargo, fue encontrado muy lejos del lugar donde yacía su cuerpo. Habían prendido fuego al carro que fue encontrado, calcinado, cerca de Bauta, en provincia Habana, a 20 km. de donde habían dejado abandonado el cadáver.
El arzobispado de La Habana expresó ayer su pésame a familiares, amigos y hermanos sacerdotes del religioso español en una nota publicada en la página de internet de la Iglesia católica cubana.
“Es este un hecho extraordinario e inusual para la Iglesia en Cuba. Ante este trágico suceso, imploramos a Dios que conceda el descanso eterno al alma del padre Eduardo, e imploramos su misericordia para los victimarios”, agregó el mensaje.
Por su parte una fuente del consulado español citada por la Agencia EFE expresó: “Era un hombre muy volcado en la ayuda a los pobres y las personas necesitadas, en entornos marginales y con carencias”.
Luego de permanecer varios días en los laboratorios de medicina legal, su cadáver fue expuesto en la Parroquia donde ejercía su ministerio sacerdotal el miércoles 18 de febrero, una hora antes de celebrarse una Misa de Funeral presidida por Mons. Alfredo Petit Vergel, obispo auxiliar de La Habana y más de un millar de sus fieles, vecinos de Lawton y de toda La Habana.
Durante las exequias a las que asistieron más de un millar de personas en La Habana, Mons. Petit expresó que el P. Eduardo se le conocía “por su caridad y amor a los pobres” y que la muerte “siempre nos sorprende y sobre todo en estas circunstancias que nos ha tocado vivir” – dijo el obispo- que también pidió a los asistentes que dejen a un lado las “elucubraciones” y “morbosidades”, porque “lo demás lo dirá Dios con su palabra inescrutable”.
Según testigos presenciales el féretro fue sacado de la iglesia rodeado de una gran multitud fervorosa y dolida que tributó al sacerdote un prolongado aplauso, al que se unieron otros muchos vecinos del barrio.
Horas después los restos mortales del Padre Eduardo fueron repatriados a España donde el día 20 de febrero se celebraron sus últimas honras fúnebres de cuerpo presente en la Iglesia de Guadalix de la Sierra en Madrid, presididas por el obispo auxiliar de aquella Sede, ante una multitud de fieles que conmovidos aplaudieron al despedir el ataúd que fue llevado en hombros durante un largo recorrido hasta el cementerio local.
Según fuentes eclesiásticas las investigaciones prosiguen en La Habana. Hasta el momento de redactar esta nota no se había hecho pública ninguna declaración ni de la Iglesia para todos sus fieles, ni de las autoridades del Estado cubano para todos sus ciudadanos.
Dios quiera que tragedias como esta nunca se vuelvan a repetir en nuestra Patria, que saquemos las lecciones de estos hechos violentos y que un manto de silencio y olvido, no deje en la penumbra hechos así que, sea cual sea el resultado de la investigación que se está haciendo, debe ser públicamente reprobado por todas las partes.