Por Toni Piñera
En el ancho terreno pictórico propuesto por el creador Kelvin López y titulado “Mi casa es tu casa” encontraremos un fértil campo donde podrá poner a correr, a todas sus anchas, la imaginación, porque detrás de ese entramado de texturas, tonalidades, y formas, deambulan conceptos, inquietudes y certezas, ya que como todo buen artista tiene mucho que decir.
Por Toni Piñera
En el ancho terreno pictórico propuesto por el creador Kelvin López y titulado “Mi casa es tu casa” encontraremos un fértil campo donde podrá poner a correr, a todas sus anchas, la imaginación, porque detrás de ese entramado de texturas, tonalidades, y formas, deambulan conceptos, inquietudes y certezas, ya que como todo buen artista tiene mucho que decir.
El pensamiento, y mucho más el talento del artista (Las Tunas, 1976) son dominados, como la naturaleza, por cuatro elementos. Pero solamente tres de ellos, el espacio, la luz y la arquitectura están visibles: remiten, por supuesto, al hombre, el cuarto de ellos. Una ausencia presente y una presencia ausente… Cunde en sus pinturas sobre tela y dibujos, un juego de arte/conceptos que desbordan las piezas para devenir en historias y recuerdos y realidades de un tiempo. Porque el espacio, la luz y la arquitectura constituyen símbolos del ser del hombre, pero el hombre es y se constituye mediante esos símbolos. La obra de arte deviene entonces en una quieta y, al mismo tiempo, palpitante meta-alegoría.
Kelvin hace tiempo agarró con fuerzas el paisaje como “superficie” para deambular con sus creaciones, un motivo recurrente en su amplio quehacer artístico absorbido como género con sus más íntimos comentarios sociales, que conjuntamente con la manera de trabajar y los medios utilizados, conforman el eje por el cual transitan sus producciones actuales. En esta muestra, el artista matiza el paisaje urbano nuestro y toma, para reforzarlo, frases y consignas que siluetearon los años 60 en la Isla, al compás del triunfo revolucionario. Ya desde el propio título hay rasgos distintivos de su serie “Esta es tu casa Fidel”, y esas otras, que transformadas en cuños, toma para crear escenas y contextos específicos de una ciudad (en la que vive y trabaja) reuniendo pasado y presente, además de conformar con ello esquemas socio-culturales que se arrastran en el tiempo. En ellas devela un mapa de situaciones cubanas.
En una labor artística/sociológica/arqueológica… que coquetea con variados conceptos, el creador quiere sacar a la luz la idiosincrasia del cubano. Al mostrar aquí las fachadas de casas habaneras y de otros sitios de la Isla, que a partir de 1959 cambiaron de dueños y también su función social -se transformaron en asilos de ancianos, escuelas, oficinas-, y otras, en diferentes regiones del mundo donde la habitan cubanos, registra de forma gráfica, no solo esa capacidad de adaptación de un grupo social: la familia, en un espacio simbólico que es el hogar, sino también la mezcla de funciones del mismo lo que define el fenómeno de la casa aquí.
Mirada arqueológica
Una inmersión arqueológica por los adentros del creador saca a flote elementos que podemos observar fácilmente en los cuadros. En el caso de los dibujos (tinta sobre papel), la interesante textura lograda, dada en primer lugar por el hecho de que es graduado de grabado, lo que denota no solo el gusto por buscar el volumen, sino también ese lado misterioso en la piel de lo creado. Y se conecta subjetivamente con la idea de ir a la pintura para encontrar zonas de complacencia en la colografía -por la textura, relación de planos y la paleta de colores utilizados. Algo que encuentra en la concepción del dibujo a partir de los cuños que contienen frases extraídas de chapas de metal: “Revolución es construir”, “Fidel esta es tu casa”, “Apoyamos al Gobierno y sus leyes…”, que se repiten en la pieza haciendo la trama, y esas hojas de papel que delimitan las zonas de claroscuros, dándole variados significados. Las formas nítidas y la coloración paradójica/simbólica alcanzada, tensan y enriquecen la muestra. Estos dibujos son de ocho y medio por 11 -el tamaño de un documento- y el montaje asemeja al de los diplomas para reforzar el concepto. Al final, cada dibujo de la instalación es un hogar, y unidos todos conforman la ciudad soñada… Se suman unas puertas añejas que llevan aquellas chapas metálicas originales y diversas pinturas (óleo/tela) de gran formato, realizadas con la estética de postal. Una serie de cajas de tabaco -como símbolo de cubanía- contienen collages de imágenes superpuestas, separadas por capas de resina que dan la impresión de tercera dimensión. Ellas enfocan el interior de estos hogares, como una hendija abierta para ver lo que sucede dentro de las casas. Son, a fin de cuenta, espacios en forma de objetos que se abren y dejan ver lo que uno lleva adentro…
Estos sueños/visiones/realidades, trasladados a las dos dimensiones de la tela/papel/madera, son desencadenantes de otros sueños arquetípicos, y toda su producción puede ser considerada una sucesión serial circunscripta en un mismo marco que inmiscuye lo real y social con tintes poético/oníricos. Su nivel de regodeo en el detalle siembra la admiración ante la mirada del espectador, sobre todo en esos dibujos que semejan grabados impresionantes, donde vibra la mano del artista que escudriña hasta los rincones más recónditos de lo real en estos espacios que son también nuestras casas.
El paisaje interno y externo
Haciendo una radiografía a su interesante trabajo que ha dejado en el camino múltiples series que se regodean en la naturaleza (flores), las tormentas, los fantasmas zodiacales, aquel “paseo” arquitectónico por la Quinta Avenida, relacionado con su serie de paisajes que denominó Plein Air, Arriving (tocaba los aeropuertos)…, entre otras, vemos un leitmotiv común que es algo relacionado con el hombre y su mundo circundante, ya sea natural o creado por él. Pero Kelvin sigue ahondando en la temática hasta recurrir a otras fuentes que yacen en el subconsciente colectivo. Lo cierto es que ante estos cuadros del artista sentimos que un lenguaje de formas atávicas nos toca de cerca. ¿Y por qué no? ¿Hemos acaso realmente superado las maneras de hacer de nuestros antepasados? Sabemos que no. Y es por eso que una pintura como la suya nos toca de cerca, removiendo en nosotros gustos y anhelos que continúan habitando en lo más íntimo de nuestro ser.
En el pintor, graduado del ISA (2000), poco importa que se trate de casas, paisajes, cielos, flores… Lo que interesa en realidad son las secuencias de formas, el metabolismo de la pintura en pos de signos precisos. No es extraño, pues, frente a las telas de Kelvin López, sentirse inundado por la fuerza de sus imágenes, por la estructura formal de su cromatismo y detectar, a la vez, la presencia de un motor creativo, a través de sus diferentes manifestaciones. Ese motor estructurante vive y palpita permanente y atemporalmente en su trabajo. El receptor de la obra puede proyectar en cada tela, dibujo u objeto sus imágenes internas. Creándose de esta manera un proceso de comunicación de inconsciente a inconsciente, tal como se observa entre dos o más personas. Los estímulos imaginativos de la producción del artista son trazos, colores, formas, que impresionan los sentidos del espectador y que, una vez en su poder, lo transforman en un ser que se ha apropiado de lo expuesto. Su expresividad y su estilo son efectos de una práctica que no se limita a cánones determinados: él privilegia lo individual y el hecho creativo a partir de metáforas poéticas nuevas. Pero en el fondo de esta permanente renovación de su obra es posible descubrir una pasión desenfrenada por ofrecer el producto de su fantasía desbordante, que llegando más allá del límite de la tela, cartulina, madera…, se proyecta hacia el receptor como la manifestación de un sueño vital de deseos encontrados hechos realidad también en la pintura.
Toni Piñera
Crítico de arte.