Por Luis Cáceres
Soy un pinareño que hace sesenta años tenía catorce, edad suficiente para recordar los tiempos que viví entre campesinos donde nací y también entre habaneros, pues La Habana fue el lugar donde vivió mi padre por más de treinta años, hasta 1970 que abandonó el país. Quisiera compartir con esos habaneros que hoy peinan canas, algunos recuerdos nostálgicos de la época que viví en aquella Habana junto a mi padre.
Amigo contemporáneo: ¿recuerdas La Habana nocturna con sus luces y anuncios lumínicos, que la hacían más bella de noche que de día?, donde no se iba la electricidad, ni faltaba el agua, que cuando para minimizar un hecho se decía: “¡Más grande es La Habana y se barre to´ los días!”. Así era de limpia nuestra capital.
Alguien me dijo una vez que con solo 8 centavos conocería una buena parte de ella con sus municipios. Debía montar un ómnibus, sentarme próximo a la ventanilla sin cambiarme de asiento y bajarme en la misma parada en que monté, y entonces, ya habría visto las dos aceras del largo recorrido con sus comercios y construcciones. Por este tiempo, recuerdo, que venía una guagua (ómnibus) con cuatro o cinco personas de pie y los que esperábamos la dejábamos ir, sabiendo que la otra venía detrás, vacía. Nosotros recordamos mucho la ruta 35 Pinar Habana. En casi todas las paradas de avenidas se podía ver este número, junto a otros muchos de rutas locales de la capital.
Era un comercio dinámico. Con frecuencia tocaban en la puerta vendedores que, desde un televisor hasta un cuadro de la pared, vendía por mensualidades, o a plazos, lo que ya comenzabas disfrutando. Esto facilitaba la compra a los de menos ingresos.
Recuerdo las jaulas de pollos, en las que escogías el que querías y te lo entregaban pelado y destripado en minutos, en cualquier reparto habanero. ¿Qué habanero no conoció la plaza de Marianao (que no era precisamente de toros, los había, pero solo descuartizados, en ganchos)? Allí muy cerca, la Casa de Socorro para atender distintos casos de salud. ¿Y el mercado único? Aquí no quiero decir lo que había, ya que sería una lista extremadamente larga, sino lo que faltaba, y lo digo con una sola palabra: nada.
Recuerdo los lujosos “Grocerys”, con ofertas abundantes de carnes y frutas de todo tipo todo el año, a precios justos, frecuentados por humildes, famosos o ricos; los populares “Ten Cents”, donde se podía comprar gran variedad de productos por 10 centavos; y nunca olvidaré aquellos carretilleros repletos de viandas y de frutas con sus pregones mañaneros.
En cuanto a deporte, recuerdo la pelea de boxeo que se transmitía por televisión desde el Madison Square Garden de Nueva York. Era la pelea estelar de la noche, que podíamos ver cada semana. También semanalmente había la cartelera boxística con los del patio y una alta calidad profesional, también televisada, entre los que recuerdo: Luis Manuel Rodríguez, Florentino Fernández, Pupy García, Chico Morales, Urtiminio Ramos (padre) entre otros y algunos de ellos llegaron a discutir el título máximo. Fue el gimnasio de Higinio Ruiz, escuela de muchos de ellos, destacándose entre otros, Paúl Díaz, campeón nacional por más de dos años en las 160 libras, natural de Cayuco hoy Manuel Lazo y gran amigo del que escribe.
Estaba el Anfiteatro de Marianao para amateurismo o guantes de oro. Por aquel entonces, supe que no solo a los guajiros nos gustan los gallos, pues en el centro de la capital existía la valla quizás más importante del país, llamada “Valla Habana” y, si mal no recuerdo, algunas de las peleas fueron trasmitidas por televisión. También fueron populares las carreras de perros galgos y en el hipódromo las de caballos, y más populares aún, los cuatro equipos profesionales de baseball y los salones de billar, que los disfrutaba tanto el que miraba como el que jugaba.
¿Qué habanero de aquel entonces puede olvidar el cabaret Tropicana, el Shangai, el Montmatre, el Sans Souci en La Lisa, el Bar El Colmao en el Muelle de Caballería, donde se bailaba al son de una gaita, y los parques de diversiones como El Coney Island, la montaña rusa, y aquellos parques infantiles móviles que se instalaban en cualquier municipio, como el parque Pinar-Park en el que trabajé. Y por último, amigo, ¿qué me dices de aquella televisión donde veíamos en vivo las actuaciones de los mejores cantantes de otros países que nos visitaban? Como Daniel Santos, Pedro Vargas, Sara Montiel, Miguel Herrero, El Indio Araucano, Juan Legido y una interminable lista. Muchos contratados por temporada, para actuaciones en cabarets como el Cabaret Sierra.
Nunca he podido saber cuántos cines tenía La Habana y sus municipios, ni tampoco los que hoy funcionan.
Habana, antaño de inmigrantes que se quedaban y la disfrutaban, ahora de emigrantes y emigrados, sigo queriéndote y recordándote.
Luis Manuel Cáceres.
(Cayuco, 1937) Pintor. Reside en Pinar del Río.