Por Dagoberto Valdés Hernández
Entre el siglo XX y el XXI
La última década del siglo XX cubano es la época del incipiente resurgimiento de una nueva sociedad civil.
Conformada ya no solo por las iglesias, sino por los grupos de defensa de los derechos humanos. Luego vinieron las publicaciones católicas, los periodistas y bibliotecas independientes, los nuevos partidos políticos opositores (algunos de los cuales ya tienen un programa político elaborado y serio).
Como el espíritu humano permanece irreductiblemente libre, aún en las peores épocas de represión, también en Cuba resurgió asociadamente –porque individualmente jamás claudicó- Primera Comisión de Derechos Humanos fundada en La Habana alrededor de los hermanos Arcos Bergnes, Marta Frayde, Ricardo Boffil, Elizardo Sánchez Santa Cruz y otros.
Aparecen también movimientos laicales bastante comprometidos socialmente como las Comisiones Católicas para la Cultura, se reanudan las Semanas Sociales Católicas en 1991, se crea la Comisión Justicia y Paz y el servicio de Cáritas-Cuba. Nacen otros movimientos cívicos de corte profesional, gremial o social. Surgen nuevos sindicatos y cooperativas independientes y hasta un Consultorio Médico de la Familia independiente en uno de los municipios más occidentales de Cuba.
Casi a mediados de la década de los noventa (1996), Concilio Cubano fue una iniciativa que alcanzó un apreciable consenso dentro y fuera de la sociedad civil cubana. El derribo de las avionetas distrajo la atención, y la cárcel y las presiones dispersaron aquella primera experiencia de concertación cívico-política. En 1998 ocurre el acontecimiento nacional que, en mi opinión, más benefició a la incipiente sociedad civil cubana y no solo a la Iglesia Católica, que forma parte de ella: se trata de la Visita del Papa Juan Pablo II.
Es el hecho mismo de la visita de un líder religioso que por cinco días mantuvo en vilo a la nación con “otra voz”, con “otra figura” y con “otro mensaje”, diferentes a los que el pueblo de Cuba había recibido, no sé si escuchado ya, en las casas, calles y plazas del país durante más de cuarenta años entonces, más de cincuenta hoy, lo que considero vital para la sociedad civil cubana.
Durante esa semana el Papa expresó una serie de mensajes que, por su coherencia y vigencia para el presente y el futuro de Cuba, me permito citar en extenso y sin comentarios, que no son necesarios. Quien conozca verdaderamente a Cuba por dentro podrá apreciar y compartir en estos seis párrafos la importancia capital que le otorga el Papa a este tema de la sociedad civil:
– (Familia y sociedad civil) “Si la persona humana es el centro de toda institución social, entonces la familia, primer ámbito de socialización, debe ser una comunidad de personas libres y responsables que lleven adelante el matrimonio como un proyecto de amor, siempre perfeccionable, que aporta vitalidad y dinamismo a la sociedad civil.”
– (Educación y sociedad civil) “Los padres, sin esperar que otros les reemplacen en lo que es su responsabilidad, deben poder escoger para sus hijos el estilo pedagógico, los contenidos éticos y cívicos y la inspiración religiosa en los que desean formarlos integralmente. No esperen que todo les venga dado. Asuman su misión educativa, buscando y creando los espacios y medios adecuados en la sociedad civil.”
– (Los jóvenes y la sociedad civil) “El compromiso es la respuesta valiente de quienes no quieren malgastar su vida sino que desean ser protagonistas de su propia historia personal y social… Asuman un compromiso responsable en el seno de sus familias, en la vida de las comunidades, en el entramado de la sociedad civil y también, a su tiempo, en las estructuras de decisión de la Nación.”
– (El mundo de la cultura y la sociedad civil) “En Cuba se puede hablar de un diálogo cultural fecundo, que es garantía de un crecimiento más armónico y de un incremento de iniciativas y de creatividad de la sociedad civil.”
– (Libertades y sociedad civil) “El bien común de una nación debe ser fomentado y procurado por los propios ciudadanos a través de medios pacíficos y graduales. De este modo, cada persona, gozando de libertad de expresión, capacidad de iniciativa y de propuesta en el seno de la sociedad civil y de la adecuada libertad de asociación, podrá colaborar eficazmente en la búsqueda del bien común.”
– (La Iglesia en la sociedad civil) “Ello no les mueve a reclamar para la Iglesia una posición hegemónica o excluyente, sino a reclamar el lugar que por derecho le corresponde en el entramado social donde se desarrolla la vida del pueblo, contando con los espacios necesarios y suficientes para servir a los hermanos. Busquen estos espacios de forma insistente… Y en este empeño, con espíritu ecuménico, procuren la sana cooperación de las demás confesiones cristianas, y mantengan, tratando de incrementar su extensión y profundidad, un diálogo franco con las instituciones del Estado y las organizaciones autónomas de la sociedad civil.” Defendiendo su propia libertad la Iglesia defiende la de cada persona, la de las familias, la de las diversas organizaciones sociales, realidades vivas, que tienen derecho a un ámbito propio de autonomía y soberanía. (Cf.Centesimus Annus,45)
La Iglesia vivió y sintió el gran desafío que significaban estos mensajes pontificios para el presente y el futuro de Cuba. El Estado también lo percibió así, y casi tras “la sandalia del pescador”, comenzó a cerrar sigilosamente la puerta y muy explícitamente poco después cuando, en un documento destinado a los miembros del Partido, exhortó a una campaña bien organizada para “despapizar” a Cuba.
La Iglesia, ayudada por esa sociedad civil, pudo acceder esta vez al documento “oficial” del Partido y denunció la campaña, que, por la misma razón, tras una excusa casi oficial, prosiguió sistemáticamente en las escuelas, en las comunidades y catequesis, en las obras sociales y caritativas de la Iglesia, en los centros de trabajo, etc.
Casi al finalizar la década, que unos periodistas franceses corresponsales en Cuba llamaron “de la transición secuestrada”, se produce otro consenso importante en el seno de la naciente sociedad civil. Se trata del Proyecto Varela, patrocinado por “Todos Unidos”, una concertación de casi un centenar de organizaciones, partidos, centros de estudios, agencias de prensa y personalidades de la disidencia y la oposición política. Este ejercicio de búsqueda de consensos y de entrenamiento para la participación cívica, consistió en la recogida de 10 mil firmas para avalar la iniciativa legislativa proveniente de cualquier ciudadano y que consagra la Constitución socialista actual, por lo menos en teoría.
El Proyecto Varela, que culminó con la respuesta de esa cantidad de ciudadanos, es por sí mismo, e independientemente de sus resultados estrictamente políticos, una muestra de la creciente capacidad de trabajo con las bases y a lo largo de toda la isla de estas organizaciones de la nueva sociedad civil cubana. Creo que pudiera servir para futuros proyectos y devenir en una práctica cotidiana de concertación cívica y participación democrática. Cuba lo necesita cada vez más.
Este trabajo no puede, como decíamos al principio, hacer la historia de esta jungla civilista de la sociedad cubana que va desde los albores de la nacionalidad hasta la última década del siglo XX y que es, todavía hoy, casi desconocida en su inmensidad, capilaridad e influencia. Quisiera dejar esta propuesta: recoger un elenco, lo más abarcador posible, de las organizaciones intermedias de la sociedad civil en los diferentes períodos históricos desde la Colonia hasta nuestros días. Y aún más, intentar escribir el rol que desempeñaron estas organizaciones en el devenir histórico de Cuba. En una palabra, escribir una historia de Cuba desde la perspectiva de su sociedad civil.
Algunos me han sugerido estos hitos para un futuro elenco. Por supuesto que está y estará incompleto hasta que la libertad y la responsabilidad hagan un proceso de investigación historiográfica digno de sus protagonistas. Mientras tanto y asumiendo el riesgo de ser imprecisos, incompletos, comienzo este itinerario solo para estimular la cooperación de todos los que sepan, hayan participado, sean protagonistas o los conozcan. Estoy convencido de que serán muchos más los que he dejado de mencionar que los que aquí marcan hitos, pero por algo hay que empezar. Ruego que nadie vea en ello ni preferencias ni exclusiones, solo trabajo inconcluso e invitación fraterna a todos, sin excepción, para completar y rediseñar la rica historia de la sociedad civil pacífica de nuestro convulso siglo XX cubano.
Una mirada relámpago sobre las últimas dos décadas en Cuba nos permitiría reconocer y apreciar un proceso discreto y creciente en el seno de la incipiente sociedad civil cubana. La luz de un quinqué sería más adecuada y serena, pero el tiempo no lo permite. Entonces, pues, a la luz de un relámpago, casi instantánea pero suficiente para situarse en la oscuridad, paso a esquematizar, con todos los riesgos que eso tiene, lo que yo considero que son las líneas maestras de ese proceso interno de la nación secuestrada en la Isla. Lo hago actualizando el artículo “Algo se mueve en Cuba” que escribí en la Revista Vitral No. 52, correspondiente a noviembre-diciembre de 2002:
– Al principio de los años 70 quedaba, luego del desmantelamiento de la sociedad civil, sobrevivió, un “resto” de esa sociedad que no se sometió completamente a la uniformidad del totalitarismo y cuyo rostro visible fue la Iglesia, las iglesias, algunos intelectuales y otros ciudadanos casi de forma individual.
– Alrededor del año 1976, comienzan a organizarse pocas decenas de cubanos, por su cuenta, fuera del ámbito religioso, para formar asociaciones mínimas en defensa de los Derechos Humanos. Estas eran entonces pocas y dispersas.
– Durante los 80, más bien hacia la segunda mitad de la década, se dan a conocer más esas comisiones o grupos de Derechos Humanos y comienzan a organizarse otros, que ya asumían una estructura mínima y un incipiente programa como partidos políticos o movimientos opositores.
– En el primer lustro de los 90 comienza a hacerse más visible la diferencia entre disidentes y opositores, es decir, entre personas que disienten, piensan y actúan distinto desde la sociedad civil sin aspiraciones al poder y ciudadanos que se organizan en partidos o movimientos con el fin de acceder al poder de forma pacífica para, desde allí, cambiar algo de la organización del país en un marco de legalidad. Muchos van abriendo los ojos y van perdiendo el miedo ante la caída del Muro de Berlín y la desaparición del campo socialista y la Unión Soviética. En 1991 y 1994 la Iglesia organiza, desde la Diócesis de Pinar del Río, las dos primeras Semanas Sociales Católicas después de la Revolución, verdadero arroyo de pensamiento social cristiano después del 59. En la celebrada en 1994 se presenta el primer trabajo sistemático sobre la reconstrucción de la sociedad civil como proyecto para Cuba.
– Al comenzar la segunda parte de los 90, justamente en febrero del 96, se crea la primera concertación entre grupos de derechos humanos y movimientos y partidos, verdadero signo de madurez cívica. Primer intento de salir de la dispersión y buscar los consensos. Se llamó Concilio Cubano.
– A finales de los 90 aparece más clara la diferencia entre la reconstrucción de la sociedad civil con periodistas, bibliotecarios, trabajadores por cuenta propia, cooperativas agrícolas, centros de estudios, grupos de profesionales…etc. y la definición más ideológica de los movimientos y partidos que ya van afiliándose a las grandes corrientes mundiales: demócratas cristianos, socialdemócratas, liberales, socialistas, van perfilando su pertenencia y siendo reconocidos por sus correligionarios en el mundo. En este período tres cubanos y una cubana alzaron su voz para decir simplemente que “La Patria es de todos”. Ellos, como todos sabemos, fueron a parar a la cárcel.
– Con el fin del siglo llegó a Cuba el Papa Juan Pablo II y una semana marcó la vida de millones de cubanos, una “voz” distinta y liberada convocaba en plazas y recintos donde hacía cuatro décadas solo se había repetido otra voz. Fue la experiencia de la ventana abierta en un cuarto oscuro. Se volvió a cerrar, pero ya resulta imposible para los de adentro decir que no hay ventana, o aún más, decir que no hay luz, o todavía más: resulta totalmente imposible no recordar la momentánea, pero imborrable, experiencia de la luz de la libertad que todos vimos por la ventana. Llegaba por otra ventana, el otro intento de búsqueda de consensos, ahora entre más grupos opositores y con partes más definidas ideológicamente. Se llamó “Todos Unidos”, coincidente con la Cumbre Iberoamericana celebrada en La Habana.
– Comenzando el nuevo siglo encontramos otro signo de madurez política y, en mi opinión, el mayor ejercicio cívico de las últimas cuatro décadas. Lo hicieron los cubanos, desde adentro, su primer promotor Oswaldo Payá; hablaron de esa iniciativa cívica, legal y pacífica, Carter, la Unión Europea, la Diáspora, otros en América Latina y Europa del Este. En uso de un derecho que otorga la actual Constitución, reunieron primero 11, 020 firmas de ciudadanos que dimos nuestro número de identidad e hicimos uso de nuestra propia soberanía. Se llama Proyecto Varela.
Por ese mismo tiempo se iban perfilando o saliendo más a la luz, otras iniciativas cívicas como la Asamblea para la Promoción de la Sociedad Civil, la Mesa de Reflexión Moderada y otras concertaciones, diversas entre sí, pero no enemigas. El paso de una única concertación a varias concertaciones es una señal de pluralismo y diversidad solo propios de la madurez democrática. No es que hayamos llegado, pero algo se mueve por ese camino. Buscar, ahora, consensos entre concertaciones diversas, sin querer borrar ni disimular las diferencias pudiera ser un escalón mayor, un paso más de madurez, el reto y el desafío de la sociedad civil cubana de hoy. Para un observador desprejuiciado, estas “señales en la noche”, es decir, el camino de estas minorías, no solo ha sido un punto de referencia sobre lo que está pasando en Cuba, sino un signo de esperanza de cara al futuro.
– Digamos, en una frase, el camino del 76 a los 2000: de pocas personas, dispersas y sin reconocimiento internacional, a muchas minorías organizadas en varias concertaciones o fuera de ellas en otras articulaciones, y con creciente y cualificado reconocimiento de personalidades, naciones y grupos de países.
– La represión de Marzo de 2003: Tengo la íntima convicción de que este proceso y la creciente debilidad del sistema, con el detonador circunstancial, desde siempre esgrimido en el contexto de la confrontación EU-Cuba, pero que en ocasiones no nos permite ver el bosque, fue la causa fundamental de la decisión del Gobierno cubano de llevar a cabo la mayor ola represiva de las últimas tres décadas. Los 75 presos de conciencia y los tres jóvenes negros fusilados por secuestrar una embarcación para escapar, marcó, en mi opinión, el inicio de una fase cualitativamente nueva, terminal e irreversible.
– Seis meses después: ¿Qué está sucediendo en Cuba? Pues lo que nunca antes se había visto. Nada está paralizado, todo se mueve. Con la proverbial capacidad de recuperación que caracteriza al cubano se está reorganizando la sociedad civil. Dos signos externos y más visibles, son solo una muestra, quizá las dos más trascendentales de este espíritu de recuperación, resistencia y creatividad:
– El primer ejemplo: se presenta a la Asamblea Nacional una nueva aportación de firmas en apoyo al Proyecto Varela. Esta vez son más de 13 mil ciudadanos que se suman al ejercicio cívico. Antes de cumplirse siete meses de aquella brutal represión suman ya más de 25 mil cubanos de la Isla que presentan su nombre, dos apellidos, número de identidad, dirección particular y firma ante los órganos del mismo Estado que había realizado aquellas riadas de registros, confiscaciones, detenciones, juicios sumarios, condenas injustas y desmesuradas, traslado a prisiones sumamente distantes del lugar de residencia de las familias y la suspensión de una moratoria, en la práctica, de la pena de muerte que terminó con el fusilamiento en una semana de tres jóvenes cubanos.
– El otro ejemplo de estas nuevas articulaciones de la sociedad civil, no políticas, no partidistas, simplemente humanitarias, es el tejido de apoyo, solidaridad y acompañamiento sistemático, permanente e increíblemente eficaz, a las madres, esposas, hijos y demás familiares de los 75 presos de conciencia. La Iglesia católica ha puesto también al servicio de ellos, su pastoral penitenciaria y sus comunidades cristianas, para acoger a esas familias, algunas a más de mil kilómetros de sus hogares; y también las mismas esposas y madres y otros espacios de la misma sociedad civil, se han articulado para acompañar a estas familias que sufren. Esto se ha organizado en el brevísimo plazo de unas semanas y hace ocho meses que funciona eficazmente.
– En una palabra: Algo se sigue moviendo en Cuba y, a ojos vista, el miedo ha decrecido, la sociedad civil no se ha paralizado, los grupos están en franco proceso de recuperación y otros espacios y articulaciones han surgido como consecuencia y a pesar de la represión. Crece la conciencia de que estamos en una etapa terminal y algunos comienzan a pensar en cómo escapar o en cómo comenzar a preparar ese futuro incierto.
– Por último, en este ambiente de creciente incertidumbre, parece que cobra fuerza al interior del gobierno, una línea “ortodoxa”, para llamarle de alguna forma, que batalla por reducir los espacios conquistados por la sociedad civil y por cerrar las tímidas reformas económicas que asumió el propio gobierno a partir de los 90. Signos inequívocos de esta “nueva cerrazón”, quizá la última, es el empeoramiento de las relaciones internacionales del gobierno cubano, no solo con los EEUU y la Unión Europea, sino, incluso con antiguos aliados de siempre como es el caso de Méjico.
– La llamada “guerra de los jabones” nombre popular del último incidente en que las “medidas recomendadas para acelerar el tránsito” por parte del Gobierno de los Estados Unidos, vuelve a dar pre-texto y con-texto a la página vacía de proyectos del Gobierno cubano, para que una vez más, se corra la atención y se desvíe del problemas fundamentales que no es entre ambos gobiernos, sino entre el pueblo cubano en busca de “levantar cabeza” y su gobierno que quiere mantener el poder.
– Lamentablemente, el Gobierno de los Estados Unidos no ha logrado tampoco ahora, separar su política interna y electoral de las políticas externas y de derechos humanos. Esa mixtificación, lo sabemos, no permite ni ver claro, ni actuar coherentemente. Entorpece y no ayuda, desvirtúa el asunto y lo coloca fuera del camino que han escogido la mayoría de los cubanos de adentro. Una prueba de ello es la reacción, desmesurada y casi “a favor” del plan de “transición acelerada” del gobierno de EEUU, que ha tomado el Gobierno cubano, porque cerrar las tiendas por dólares y crear un pánico con los jabones y otros artículos de aseo, es hacer “la segunda voz”, cierto que en tono más grave” de la misma pieza operática. El mismo lenguaje, el mismo juego por el poder aquí y allá, y los mismos rehenes o piezas secundarias del juego, o como se quiera llamar al único perjudicado y el que debería protagonizar el papel fundamental: el pueblo cubano. Así están las cosas en Cuba, por lo menos así las ve este cubano de adentro.
Los blogueros y las nuevas publicaciones, los artistas y los intelectuales
Mirar a lo principal: Se puede discrepar en detalles de fechas e interpretaciones de hechos, de prioridades y precedencias, detalles de precisiones históricas o valoraciones políticas, pero considero que perderíamos lo primero y principal de esta mirada, su meollo y esencia, su paradigma y moraleja, su mística y su fruto primordial: el proceso. Es el proceso vertebral, el proceso no siempre bien descrito, el proceso impreciso y balbuciente de toda sociedad civil oprimida, es el proceso reclamado por diversos protagonistas, es el proceso en que los mismos protagonistas no logran ponerse totalmente de acuerdo, en ocasiones, sobre métodos, tácticas, estrategias, prioridades.
Es un proceso aún no descrito desde el punto de vista histórico, con datos, fechas y eventos, porque esto es imposible por la inmediatez y la situación de Cuba… pero, en fin de cuentas, está ahí, ocurriendo, transcurriendo. Para mí lo más importante es que alcemos la vista, que todos tomemos conciencia de que no solo existen las ramas: noticias, eventos, desgracias, declaraciones, personas y grupos opositores, disidentes e iglesias; no solo existen novedades y circunstancias; no solo existen hechos e iniciativas de diversos colores y talantes, aparentemente aislados; lo importante creo que es, que identifiquemos el tronco, la médula, para no dejar sin columna al cuerpo de la incipiente sociedad civil en Cuba: hagamos consciente y visible, que existe el proceso.
1 Juan Pablo II. Homilía a las familias en Santa Clara. Párrafo5.
2 Ibidem. Homilía a las familias en Santa Clara. Párrafo 6.
3 Ibidem. Mensaje a los jóvenes cubanos. Camagüey. Párrafo4
4 Ibidem. Mensaje en el Aula Magna de la Universidad de La Habana. Párrafo 6.
5 Ibidem. Homilía en la Misa por la Patria. Coronación de la Virgen de la Caridad. Santiago de Cuba. Párrafo 4.
6 Juan Pablo II. Discurso a los Obispos cubanos en su visita a Cuba. Párrafo 3.
7 Ibidem. Homilía en Santiago de Cuba. Párrafo 4.
8 Rousso Denis y Cumerlato Corinne. La Isla del Dr. Castro. Editorial Planeta. Barcelona 2001.
Dagoberto Valdés Hernández
(Pinar del Río, 1955)
Ingeniero agrónomo. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004 , “Tolerancia Plus” 2007 y “A la perseverancia, 2011”.
Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en P. del Río.