Por Micaela Domínguez
Como muestra colateral de la X Bienal de La Habana la más alta manifestación de las artes visuales en Cuba– el pasado mes de marzo fue inaugurada la exposición “La conciencia del testigo”, en la que se mostraban obras de Antonia Eiriz, Servando Cabrera y Tomas Sánchez, figuras imprescindibles de nuestras artes plásticas.
La exposición tuvo muy buena acogida por los estudiosos y especialistas de esta manifestación. Sin embargo, poco se conoce sobre la vida de estos artistas, en especial de Antonia Eiriz, a pesar de ser considerada “una de esas pocas figuras absolutas de las artes plásticas cubana del siglo XX”.
Un breve esbozo biográfico de esta prestigiosa artista confirma lo dicho:
Nació en 1929, cursó estudios en la Escuela de Bellas Artes de San Alejandro entre 1952 y 1957; en diferentes etapas de su vida fue profesora de la Escuela de Instructores de Arte y de la Escuela Nacional de Arte, por lo que influyó de manera especial en los artistas de la generación de los años setenta, entre ellos, en Tomas Sánchez.
Entre los años 1952 y 1969 trabajó diversas técnicas y soportes, destacándose en la pintura y el grabado, así como en la utilización de todo tipo de materiales de desecho para transformarlos en obras de arte de enorme expresividad.
Ñica, como le llamaban sus amigos, participó además en importantes eventos de reconocido prestigio internacional, como la II Bienal Iberoamericana de México y la VI Bienal de Sao Pablo, Brasil, en la que su trabajo obtuvo Mención de Honor. De igual forma recibió el Primer Premio en el Segundo Concurso Latinoamericano de Grabado convocado por Casa de Las Américas en 1963. Un año después, en Galería Habana, presentó su antológica exposición de gran valor artístico. En 1966, exhibió sus cuadros, junto al también pintor cubano Raúl Martínez, en la Casa del Lago de la Universidad Nacional Autónoma, en México, y en l967 fue invitada a participar en el XXII Salón de Mayo de París, Francia.
Cabe destacar que sus pinturas, por lo general, reflejaban males presentes en nuestra sociedad, ejemplo de ello fue su obra “Una Tribuna por la Paz Democrática” la que provocó “malestar” entre los funcionarios cubanos de la cultura.
Comenzaba la década de los 70 y Antonia, víctima de la política cultural represiva del gobierno, fue tildada de “conflictiva”. La artista no tardó mucho en percatarse de que no podía expresar, a través de sus pinturas, su rechazo a los dogmas y a la mediocridad. Fue este el motivo por el cual dejó de exponer sus obras ante el público cubano durante más de dos décadas, actuando según le dictó su conciencia interior, resaltando su dignidad y valentía.
Es a partir de ese momento que Antonia se refugió en una intensa labor comunitaria en la enseñanza de las técnicas del papier mache en El Juanelo, barrio pobre del municipio San Miguel del Padrón, de La Habana, donde nació y aun residía.
El reconocido artista plástico cubano Nelson Domínguez afirmó que durante su labor de enseñanza “Antonia enalteció el arte popular con su trabajo en Juanelo entre niños y adultos. Diría que es el Alma Mater del papier mache en Cuba porque fundó la escuela cubana de papier mache”.
Después de una prolongada ausencia y debido a la insistencia de unos estudiantes de arte, Eiriz expuso por última vez ante el público cubano en 1991 con la muestra “Reencuentro” en la galería Galiano, en el municipio de Centro Habana.
En 1994 obtuvo la Beca de la Fundación John Simon Guggenheim, de Nueva York, Estados Unidos y estando allí decidió radicarse en Miami, Florida.
Antonia Eiriz falleció en 1995 y el Museo de Arte de Fort Lauderdale, Florida, organizó en septiembre de ese mismo año la exposición Antonia Eiriz: Tributo a una Leyenda.
Ese mismo año se le hizo un discreto homenaje póstumo en la galería habanera La Acacia denominada Antonia Eiriz. La aspereza que precede al amor.
La crítica de arte María de los Ángeles Pereira afirmó sobre Eiriz: “No hay arte en el mundo más deudor de su arte que la plástica cubana de hoy: en su voluntad crítica, en su dolor activo, en su permanente vocación anticonformista está presente, como en ninguna otra parte, el singular magisterio de Antonia Eiriz.”
En octubre–noviembre del 2006, después de 11 años de la muerte de la prestigiosa artista cubana, finalmente se le hace el homenaje de grandes quilates que tanto merecía, presentándose la exposición colectiva La vida en pelota. Al decir de Eduardo Jiménez, en “Agradecimiento hondo a una de la más grandes artistas del siglo XX cubano y latinoamericano. Probablemente también una de las más incomprendidas”. Y agregó: “Debía ser también –para satisfacción de la propia Eiriz– una reflexión colectiva acerca del INDIVIDUO, de su historia y de sus dramas sobre esta Isla, sobre este gran Juanelo que todos habitamos”.
Algunas opiniones de artistas plásticos cubanos de diferentes generaciones están reflejadas en el catálogo de la exposición:
“Tanto la obra de Ñica (Antonia) como la de Vidal (Manuel) permanecieron un tiempo reclutadas en armarios y almacenes, mutiladas por esas averías que de vez en cuando se producen, gracias a la eficaz mediocridad humana que puede pisotear a artistas de alta fibra”.
Sandra Ceballos
“La obra de Antonia Eiriz ha influido, como pocas, en varias generaciones. Es el más dramático y crítico legado del espíritu de una época”
Carlos Monte de Oca
“Defendía, con todo su talento y a costa del desgarramiento, la libertad de expresión.
La censura y las fuertes críticas a su obra la hicieron abstenerse de pintar. Pienso que fue su modo de rebelarse”.
Pedro Pablo Oliva
“Antonia Eiriz fue un ejemplo de artista consecuente con su pensamiento, y con el reflejo de los dilemas de su momento histórico. Fue una mujer valiente, sensible y sencilla. Por eso era libre…”
Sandra Ramos