Cuando las crisis y la desesperación duran demasiado, son invivibles y parece que el futuro se pudiera parecer al pasado o al presente, entonces surgen viejos fantasmas, pululan las tentaciones desesperadas y radicales. El péndulo se acelera y golpea los extremos hasta desenterrar alternativas muertas o soterradas. Las crisis terminales son muy malas consejeras.
Hace unos días, mientras conversaba en una tertulia de amigos cubanos, comenzamos a pensar en el futuro de Cuba, hacia dónde quisiéramos llegar después de salir de esta pesadilla interminable. Enseguida dejamos volar las propuestas, los escenarios, los deseos y expectativas de que Cuba, la nación entera, con sus hijos de la Isla y de la Diáspora, sea capaz de renacer, con todos los talentos, capacidades y posibilidades que tienen sus hijos y que puede desarrollar al conquistar su libertad. Me sorprendieron positivamente las coincidencias en lo esencial, los consensos en lo fundamental y las pequeñas diferencias en los detalles.
Sin embargo, cuando más esperanzador estaba el ambiente, uno de los participantes, preso del más férreo pesimismo, paralizó, momentáneamente, la conversación diciendo: Señores, la única y más segura solución para Cuba es la anexión a Estados Unidos.
Se hizo un silencio impenetrable, y como si todos los restantes nos hubiéramos puesto de acuerdo dijimos: ¡eso no!
Como había un clima de respeto y libertad, la persona pudo argumentar su propuesta. Resumo aquí las cinco objeciones que ese cubano expresó con transparencia:
Razones contra objeciones
Quiero presentar aquí algunas razones con las que, con respeto apasionado, traté de discrepar de cada una de las justificaciones argumentadas para tocar el extremo de la posibilidad de una anexión:
–La tradición de defensa de los derechos humanos venida de la Escuela de Salamanca, con Fray Francisco de Vitoria, Fray Antonio de Montesinos y Fray Bartolomé de las Casas, cuyo elogio insuperable fue escrito por José Martí en la semblanza del “El Padre las Casas” en su revista para niños “La Edad de Oro”.
-Las inconfundibles raíces fundacionales independentistas del P. Félix Varela en el Seminario de San Carlos de La Habana donde fundó la nación y desde donde nos enseñó a pensar con cabeza propia, y alertó: “Yo soy el primero que estoy contra la unión de la Isla a ningún gobierno, y desearía verla tan isla en política como es en la naturaleza”.
-El proyecto civilista de Ignacio Agramonte, cuya tesis de graduado expone claramente sus ideas para Cuba y los peligros de los que debíamos cuidarla.
– El proyecto independentista de José Martí cuya visión y prospección de la República de Cuba es inconfundiblemente signada por la libertad, la independencia y la democracia, construidas por sus propios hijos.
– Las Constituciones de la República de 1901 y, especialmente, la Constitución de 1940, en las que queda plasmada, de forma magistral, la nación unitaria, independiente y soberana que nos queremos dar.
– La inmensa mayoría de los actuales proyectos para el futuro de Cuba, pensados y propuestos por nosotros los cubanos de la Isla y de la Diáspora, son diáfanamente a favor de su libertad, su independencia y su democracia abierta al mundo. Cuba de los cubanos, para los cubanos, y con todos los cubanos.
Digámoslo claramente a partir de estas cinco razones, Cuba, empujada por el caos, la desesperación o la crisis terminal no debe ceder a la tentación de ningún tipo de anexión a un país extranjero. La anexión no es ni salida ni futuro.
La anexión es, sobre todo, desconfianza en la capacidad, la madurez, la responsabilidad y la postura cívica de los propios cubanos. Incluso, llegados a este punto, miremos cómo hay cada vez más cubanos que asumen cargos políticos, dirigen grandes empresas, construyen ciudades y proyectos fuera de su país, en tierras extrañas, trabajan duro, emprenden en pequeñas y medianas empresas cuando tienen verdadera libertad. Si nuestras familias, y multitud de cubanos genuinos, han sido capaces de hacer eso fuera, preguntémonos: ¿Qué serían capaces de hacer en su propia tierra en un futuro de libertad, responsabilidad garantías jurídicas y democracia?
Una vez más expreso mi convicción de que hay suficientes cubanos “que llevaban en sí el decoro de muchos hombres” que tienen las ganas, la capacidad, la preparación, el ingenio y la visión para reconstruir nuestra Patria libre, independiente y soberana, abierta e integrada en una sana interdependencia en la región al que naturalmente pertenece y en el resto del mundo.
Que en la medida que se acerque el momento, y que arrecie la crisis, en lugar de desanimarnos, venga esa convicción a nuestras mentes y, lejos de ceder a la tentación de una anexión, seamos capaces de ser fieles a las raíces fundacionales de nuestra nación, siguiendo el proyecto de República de Varela y de Martí.
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
- Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
- Ingeniero agrónomo. Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017.
- Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
- Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2007.
- Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
- Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
- Reside en Pinar del Río.