Comienza el 2016, y como de costumbre escuchamos repetidamente de parte de nuestros familiares y amigos, los mejores deseos para el Año Nuevo. Convivencia, en su felicitación de Navidad ha colocado en su revista y página web la exhortación que ya viene siendo conocida por nuestros lectores: “deseamos a todos un año 2016 nuevo de verdad”. Ahora bien, ¿nos dedicamos los cubanos a analizar qué podemos realizar para cambiar el medio en que vivimos y por tanto mejorar el futuro? ¿Somos capaces de realizar un balance anual de nuestras vidas y un discernimiento exhaustivo que comprenda las principales metas para el período venidero? ¿Reflexionamos qué significa para esta Isla un “año nuevo de verdad”?
Cambios según los oficialistas cubanos
La vida en Cuba a veces pasa entre lo cotidiano de buscar el “pan nuestro de cada día” y la queja estéril, que nada produce y que solo lleva a un aislamiento personal en una amargura constante producto de la falta de soluciones viables a los problemas reales. La situación parece que no cambia, aún cuando algunos signos demuestren, inevitablemente, lo contrario. Y no me refiero precisamente a los cambios anunciados, por solo mencionar varios ejemplos, en la pasada Asamblea Nacional del Poder Popular. Según nuestros ministros y parlamentarios el Producto Interno Bruto (PIB) creció en un 4% en 2015, aunque el pueblo en general haya sentido, en su mayoría, los efectos adversos de la economía cubana. Según estos mismos estadistas oficiales, “todos los sectores productivos crecieron respecto a 2014” y los mayores crecimientos se produjeron, exactamente, en las esferas de mayor influencia en la población. Los beneficios de la construcción, el comercio y los servicios, el transporte, la agricultura y la ganadería, así como el suministro de electricidad, gas y agua, no son percibidos por la mayoría de los habitantes de esta isla. Esperamos que en 2016, donde según el Ministro de Economía y la Ministra de Finanzas y Precios de Cuba, el presupuesto anual tendrá más énfasis en lo social, se favorezcan las condiciones mínimas de vida de cada cubano.
Tampoco me refiero a los cambios que se anuncian año tras año por nuestra prensa nacional y medios de comunicación social: las bajas tasas de mortalidad infantil o los vistazos a los medalleros cubanos en eventos internacionales. Ni a los cambios que algunos también consideran negativos, como que el 2015, fue el periodo más cálido en Cuba desde 1951 según especialistas del Instituto Nacional de Meteorología. Hay quienes, con altas dosis de pesimismo, dicen que hasta el tiempo está en contra nuestra. Por supuesto que no pienso así. Si nos quedamos con estos ejemplos solamente, pareciera obtenerse una rara mezcla heterogénea entre el bien y el mal, o mejor dicho, entre el mal edulcorado con porciones de bien y con una presentación tan exquisita que puede confundir, incluso, a quien disiente con razón y ejemplos debajo del brazo. Estos excelentes, a la vez que casi mágicos resultados anuales, parecieran estar ofrecidos para confundir. ¿La situación en Cuba ha mejorado? ¿El ciudadano de a pie ha notado un alza en su calidad de vida? ¿El Índice de Desarrollo Humano de Cuba refleja la situación real que atraviesa este país caribeño?
Cambios reales que ha percibido el pueblo cubano
La respuesta a cada una de las interrogantes anteriores las tiene cada cubano en su hogar, cada miembro de nuestras familias que trabaje con el sector estatal, que tenga que abordar un ómnibus o viva a expensas de una jubilación o de la libreta de racionamiento y su “canasta básica”; en fin, todos y cada uno de los cubanos que residimos en la Isla e incluso las familias cubanas en la Diáspora.
El pasado año el pueblo cubano experimentó el agravamiento de la situación interna de acuerdo a la satisfacción de las necesidades en cuanto a vivienda, salarios, alimentación y comunicaciones, por solo citar algunos sectores. Se evidenció un aumento de la represión contra grupos de la sociedad civil independiente, fundamentalmente en el último semestre del año. Sin embargo, a la par de estos eventos, desgraciadamente bastante frecuentes, se puede decir que la sociedad civil cubana ha dado pasos hacia una mejor definición de sus verdaderos roles, han surgido nuevos proyectos que ponen a la casa Cuba en su centro y destierran todo interés personal y el entramado que conforman las diversas organizaciones independientes pareciera consolidarse aún más. De las experiencias anteriores, como una sociedad que avanza hacia una edad superior y que requiere cuotas de madurez, debemos hacer un análisis de los principales errores cometidos, para que en este nuevo periodo de trabajo por Cuba y su pueblo, nos acerquemos más al futuro que vislumbramos para todos los cubanos.
Es imposible dejar de mencionar también la grave crisis migratoria que ha sufrido nuestro país en los últimos meses. Miles de cubanos varados en las fronteras de distintos países centroamericanos, fundamentalmente en Costa Rica, son la respuesta viva a la pregunta de si es real el crecimiento del PIB en Cuba o las mejorías en las condiciones de vida del ciudadano de a pie. Este éxodo masivo que, desembocó en una crisis migratoria real, demuestra el desespero con que vive la población cubana actual ante las disyuntivas de “adaptarse” a la situación actual imperante en Cuba o huir del país hacia cualquier destino que, de seguro, es mejor valorado. Así lo expresaron numerosas entrevistas en los medios alternativos nacionales e internacionales, realizadas a la población migrante, en su mayoría jóvenes. Salimos de Cuba por la grave situación económica en que se vive y por la falta de libertad, queremos un futuro de libertad -decían. La migración es un derecho natural, y como tal, cada país debe analizar profundamente las causas que provocan esta crisis para poner fin a situaciones de este tipo, que en nuestra historia Patria ya suman varios momentos: Camarioca, Mariel, la crisis de los balseros y el “maleconazo” y esta nueva modalidad de tránsito terrestre.
Por su parte, las comunicaciones han sufrido ligeras reformas que han posibilitado a los cubanos un mayor acceso a internet. Si bien estar en un parque, en ocasiones sentado en el propio suelo, en las calles, portales o aceras, tener frecuentemente problemas de conectividad, o pagar más de lo que se gana en un día de trabajo en Cuba por una tarjeta de acceso a internet (2 CUC, o 50 CUP), no es a lo que aspiramos; hemos notado la diferencia entre vivir en la caverna y la apertura al mundo de las redes. En lo que llegan las conexiones inalámbricas a nuestros hogares (que esperamos no tarden lo que tardó en llegar el WIFI -cobrado- a algunos de nuestros parques) los cubanos, en la medida de nuestras posibilidades, debemos hacer un mayor uso de esta nueva puerta que se nos abre. Así podríamos estar más actualizados sobre la realidad cubana e internacional, sabríamos discernir por dónde va el discurso oficial y la verdadera situación del país, podríamos intercambiar con nuestros amigos de otras tierras y conocer otras experiencias de vida, tomar ejemplo y apoyar aquí, dentro y con todos, la construcción de una sociedad donde sea real que la persona humana es el centro de la vida social de la Nación.
Muchas personas en Cuba, respecto a la situación internacional, se expresan igual que en cuanto a la política: “no tengo nada que ver con eso, en tanto en mí no repercuta”. Y es indudable que los procesos que están teniendo lugar en el mundo por estos tiempos tienen una notable influencia para los que habitamos la Perla de las Antillas. La tendencia en América Latina a los gobiernos de derecha, ejemplificados con la nueva presidencia de Argentina y las elecciones parlamentarias en Venezuela; los resultados de las elecciones municipales en Francia y las elecciones generales en España, denotan hacia dónde se mueve el mundo en el siglo XXI. Tomemos nota los cubanos, afiancemos nuestras agendas de trabajo y pongamos a la Patria en el centro de nuestras aspiraciones. Los resultados, cuando se pondera la unidad en la diversidad por encima de toda división, cuando se respeta a todas las partes y se trabaja con una ética de mínimos que coloque ciertamente al ciudadano en el centro de toda acción política, económica y social, son inevitablemente a favor del cambio que necesitamos.
Los cubanos debemos seguir avanzando en el tránsito que va desde la denuncia ciudadana hasta la generación de propuestas concretas y eficaces. En este momento de la historia de Cuba, con la situación internacional a favor, 57 años de un proceso que no ha rendido los frutos esperados, fenómenos sociales in crescendo como el cuentapropismo y la visibilidad mundial con el uso de internet, las nuevas tecnologías, y la apertura al mundo, es urgente y necesario pasar de la Revolución a una verdadera evolución del pueblo cubano.
Es necesario que el amor a la Patria se convierta en ejercicio cotidiano y el amor a la Iglesia que algunos profesamos, se haga práctica constructiva y no herida constante que impida ver la luz y provoque la misma oscuridad contra la que nos proyectamos. En este largo camino hacia la libertad y la democracia en Cuba, que se aproxima a su fin, también es necesario no olvidar que cabemos todos y que es imprescindible hacer el recorrido entre todos. Incluso contando con aquellos que por su trabajo sean considerados menos relevantes. En este sentido, y refiriéndose específicamente a los medios de comunicación social en Cuba, san Juan Pablo II durante su visita a Cuba, en su discurso a los obispos cubanos, el 25 de enero de 1998 dijo: “En la labor evangelizadora deben ser consolidadas y enriquecidas las publicaciones católicas que puedan servir más eficazmente al anuncio de la ´verdad´, no solo a los hijos de la Iglesia, sino a todo el pueblo cubano.” Esto es hacer valer la función de socialización de la Iglesia en el mundo.
Comencemos el cambio por nosotros mismos, estamos a tiempo de proyectarnos para hacer de 2016 el año de la verdadera resurrección de los cubanos. Ya lo decía el gran padre de la lucha no violenta, Mahatma Gandhi: “Tú debes ser el cambio que deseas ver en el mundo”. Así dejarán de ser la Navidad y el Año Nuevo próximos, fiestas de utopías.
Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.