Por José A. Quintana de la Cruz
Ampudia (Pinar del Río, 1985) estrena en mayo, en el museo de arte de su ciudad natal, una muestra de instalaciones. Se trata de otro buen producto creado bajo los auspicios del proyecto “Farmacia” que lidera el artista Juan Carlos Rodríguez. Los jóvenes que integran este proyecto están empujando los límites de lo tradicional establecido hacia lo que pudiera ser el desborde de un espíritu vanguardista con todas las implicaciones que a ello se le reconoce.
Por José A. Quintana de la Cruz
Ampudia (Pinar del Río, 1985) estrena en mayo, en el museo de arte de su ciudad natal, una muestra de instalaciones. Se trata de otro buen producto creado bajo los auspicios del proyecto “Farmacia” que lidera el artista Juan Carlos Rodríguez. Los jóvenes que integran este proyecto están empujando los límites de lo tradicional establecido hacia lo que pudiera ser el desborde de un espíritu vanguardista con todas las implicaciones que a ello se le reconoce.
Desnuda la galería, ausentes las obras de sus muros aún, ya el arte está instalado. Las paredes, preparadas con grises y blancos armoniosos producen el bienestar estético que suscitaría un collage de geometrías al estilo de Mondrian. Así comienza el diseño, la curaduría, con la preparación del escenario donde “actuarán” las obras. Después viene la colocación, las relaciones formales y conceptuales entre las mismas, el lugar de cada una en la magia del conjunto. Sí, porque el conjunto agrega valor estético a la obra individual y esa es la fuerza creadora del diseño de Juan Carlos.
Ampudia es un pintor; le agrada que se le considere pintor. En realidad su obra pictórica, no muy extensa, es de un refinamiento exquisito. Pinta un papel estrujado y lo convierte en arte precioso. Pinta el alma bella del papel, la esencia que vemos porque él la ve. Pero esta no es la exhibición de sus pinturas.
Las instalaciones que muestra Ampudia en esta exposición tienen de todo: diseño, conceptos, vocación decorativa. Son producto de una imaginación reflexiva que balancea la lógica filosófica con la intuición artística. La mayoría de las obras son nostalgias objetivadas, vivencias sublimadas por el arte. Nostalgia telúrica en las piedras colgantes; nostalgia de la utopía en el horizonte clavado; nostalgia de la unidad de la nación en “las dos orillas”; nostalgia de la historia familiar en casi todo. Pero hay una nostalgia no afinada al tono de las otras, una que se cuela en el espíritu como una inefable molestia estética: es la lámpara del acceso derecho, una que quizás en otro conjunto interprete un protagónico.
La noche del vernisage, en la puerta, tuve la sensación de entrar a una gran instalación compuesta por otras más pequeñas. Experimenté la rara sensación de ser parte de la obra expuesta, una obra que habla con silencios elocuentes.
En el museo de arte de Pinar del Río la comunidad crece artísticamente. Y son los jóvenes, como Ampudia, la levadura que fermenta el crecimiento.
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José Antonio Quintana de la Cruz (Pinar del Río, 1944).
Economista jubilado.
Médico Veterinario.
Reside en Pinar del Río.