Por Gabriel Barrenechea
En el kilómetro 32 de la Autopista Nacional una gran valla nos informa que, con lo que se pierde en tres semanas de bloqueo, podrían construirse los 600 km que le faltan a aquella para su conclusión.
Anuncios similares pueden encontrarse en cualquier rincón de la Isla, aunque para ser objetivos, en mucha menor cuantía que hace diez años atrás. Con ellos se pretende concientizar, ya no tanto a nuestra población, como a quienes nos visitan, de que la difícil situación que vive el país, se debe por entero a la hostilidad con que el gobierno norteamericano recibió al proyecto revolucionario de 1959.
Mas: ¿Es que con los 90 millones que representan tres semanas de bloqueo, según los cálculos oficiales, se podría terminar el tramo de autopista que falta, desde Jatibonico hasta Palma Soriano, incluyendo además el enlace a la ciudad de Holguín? ¿En verdad el retroceso que ha experimentado la nación es consecuencia por sobre todo del bloqueo norteamericano?
En noviembre de 1999, Ricardo Alarcón de Quesada, presidente de la Asamblea Nacional, comunicó a los medios que muy pronto se presentaría ante nuestros tribunales una demanda de indemnización, por los daños ocasionados a nuestro pueblo por el bloqueo que durante casi cuatro décadas el gobierno de EE.UU. le había impuesto a Cuba. Algo más de un mes después, sin embargo, esos mismos medios nos informaron que ese día las organizaciones de masas y sociales presentarían ante la ley una “Demanda del pueblo cubano al gobierno de los EE.UU. por los daños ocasionados a Cuba”, que ya no solo hacía referencia a los perjuicios del bloqueo mismo, sino a los que ya habían sido incluidos en una anterior demanda, la “Demanda del pueblo de Cuba al gobierno de EE.UU. por daños humanos”.
Las razones de tal cambio se nos hacen evidentes al observar los valores que se dan en dicho documento: 121 mil millones para los daños globales; 67 093,2 millones de dólares para los del bloqueo en sí. Cifra esta última a la que se llegó tras no pocos solapamientos y repeticiones, como en un próximo artículo veremos.
El hecho que inició el proceso que concluiría con el establecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero en 1962, fue el acuerdo que a principios de 1960 firmaron el gobierno revolucionario de Cuba, y el de la URSS, para la compra por este último de un millón de toneladas anuales de azúcar al primero, por los siguientes 5 años. En específico iniciaría la escalada de medidas y contramedidas, cada vez más fuertes, la cláusula del acuerdo que estipulaba que el 80 % de la venta, se realizaría por medio del trueque, en este caso de azúcar cubano por mercancías soviéticas, y en especial por petróleo crudo. A pesar de que el gobierno de EE.UU protestó la decisión de su vecino de comerciar a gran escala con su archienemigo, sin tan siquiera prevenirlos de tal decisión, como es normal entre aliados, no fue dicho gobierno quien en realidad comenzó el proceso de escalada desde aquel bando. Ese papel les tocó a las empresas refinadoras norteamericanas instaladas en la Isla, quienes se negaron a trabajar con el petróleo ruso, más que por posición ideológica, por razones puramente crematísticas, como bien nos explica el primer ministro:
“… Cuba tiene derecho a comprar el petróleo al precio más barato que pueda en el mercado mundial, y entregarlo después a las refinerías para su proceso en Cuba. Pero las compañías extranjeras no se resignan a perder el negociazo de la reventa de la casa matriz a su subsidiaria en Cuba. Y cuando les informamos que una parte de los 4 millones de toneladas de petróleo… se comprarían en otro mercado… nos envían tres comunicaciones conjuntas diciendo que no refinaran el petróleo de la URSS.”
Lo que siguió es bien conocido: Contra respuesta cubana, nacionalización de las citadas empresas; contra respuesta norteamericana, suspensión de la cuota azucarera; contra contra respuesta cubana, nacionalización de los centrales en manos norteamericanas…
Mas para este estudio, lo que en realidad nos interesa es esa afirmación: El cambio del petróleo norteamericano por soviético en verdad significó una ganancia. Lo que se ve respaldado además, si recordamos que como bien aclara el economista Cepero Bonilla en su artículo: “El convenio cubano-soviético”, los fletes de transportación eran asumidos por entero por el país de los soviets.
En 1959 los EE.UU. nos habían comprado 2 943 000 toneladas de azúcar a 5,35 centavos la libra. Ese año el precio del azúcar en el mercado internacional había sido como promedio 2,97 centavos la libra. Esto significa que los precios que obtuvimos de EE.UU., en ese año específico, superaron en 1,8 veces a los del mercado internacional.
La gráfica que sigue nos proporciona una idea de la relación entre dichos precios a lo largo de la década de los cincuenta:
Como puede observarse, durante el periodo citado los norteamericanos nunca nos compraron el azúcar al doble de su valor en el mercado internacional. De hecho hubo un año, en 1951, en que los precios en este último mercado estuvieron 0,45 centavos por encima del protegido de los EE.UU.
Pero veamos ahora qué ocurrió con quienes vinieron a encargarse de lo que los americanos habían dejado de comprar:
Pero no solo la relación de los precios será mejor al comerciar con la URSS (4 años de 10 en que el precio al que nos compraban el azúcar los soviéticos superaba en dos veces al mundial): Si entre 1961 y 1963 las cantidades de azúcar que los de la patria de Gagarin convenían en comprarnos tenían un tope de 3 000 000 de toneladas, casi lo mismo que nos hubiese correspondido por el sistema de cuotas de EE.UU, de 1964 a 1970, el nuevo convenio admitía estabilizar el intercambio en 5 000 000 de toneladas. Semejante venta hubiera significado nada menos que el valor total de nuestras exportaciones en 1959. Mas esa conjugación del verbo principal de la oración anterior en modo subjuntivo no ha sido por gusto. Con el país enfrascado primero en el Gran Salto Industrializador que según Ernesto Guevara nos llevaría a convertirnos en la nación más industrializada de América Latina para 1965, y luego en el Gran Salto Agrícola, que nos pondría en el comunismo incluso antes de que los americanos pusieran un hombre en la Luna, nunca en este periodo se consiguió cumplir con lo pactado.
Los sesentas significaron tal desquicio para nuestra economía que, tras casi dos meses de visita ininterrumpida de nuestro por entonces primer ministro (todavía se encontraba vigente de alguna forma la Constitución del 40, los soviéticos nos concedieron los “Acuerdos Económico-Financieros de 23 de diciembre de 1972”; el mayor regalo de navidades que se haya dado en todos los tiempos. Mas, dejemos que sea el propio primer ministro quien en su comparecencia ante las cámaras y micrófonos de la televisión y la radio nacionales no explique en qué consistieron, y cuál fue su importancia:
“En primer lugar, sobre la deuda exterior, es decir, los créditos: tanto créditos comerciales- para satisfacer el desbalance comercial que hemos tenido todos estos años- como los créditos para el desarrollo, las deudas contraídas por estos conceptos, se pospone su pago hasta el primero de enero de 1986, es decir, para dentro de 13 años, para pagar con productos cubanos en 25 años, y, además, sin ningún interés a partir del momento de la suscripción de estos acuerdos. Es decir, una fórmula óptima para abordar el espinoso problema de la deuda exterior, problema agobiante hoy para la inmensa mayoría del mundo.”
“En segundo lugar, nuevos créditos con relación al intercambio comercial; para los futuros años en que nosotros necesitamos créditos comerciales para compensar el intercambio. De nuevo se trata esta cuestión de una manera óptima: se le facilita a Cuba los créditos necesarios para la importación de la mercancía que requiere anualmente de la Unión Soviética en los próximos tres años- y son cantidades grandes-, y del mismo modo se pospone su pago para 1986, para pagar en 25 años, y no devengarán interés alguno.”
“Por otro lado, créditos no comerciales, sino créditos para nuevas inversiones, créditos para el desarrollo. Se nos conceden los créditos con un interés muy bajo y para pagar en 25 años- no en cuatro ni en cinco ni en diez ni en quince: ¡para pagar en 25 años! Otra fórmula realmente ideal para abordar los problemas del desarrollo para cualquier país en las condiciones de Cuba.”
“Y por último, con relación a nuestros productos, a nuestras exportaciones principales, la Unión Soviética nos concede precios altamente satisfactorios. Se elevan considerablemente los precios que nos venían pagando por el azúcar, que eran superiores al precio promedio del mercado mundial, y nos garantiza esos precios en el futuro, precios equivalentes a 11 centavos (dólar) la libra. ¿Qué significa esto? Que por cada millón de toneladas que exportemos recibiremos aproximadamente 100 millones más de pesos, ¡por cada millón de toneladas! La diferencia entre el precio que existía de algo más de seis centavos, a estos precios actuales.”
“Y lo mismo ocurre con el níquel. Los precios promedios de estos años han estado entre dos y tres mil dólares la tonelada en el mercado mundial, y ellos nos conceden precios aproximadamente de cinco mil dólares la tonelada.”
A partir de la firma de estos acuerdos, en Cuba se comenzaría a vivir en condiciones en realidad paradisíacas. Esto se nos hace evidente con solo mirar las series históricas del percápita de alimentación, del número de médico, de los niveles de universitarización o del propio índice de mortalidad infantil. De inmediato se nota que los mismos presentan su inflexión más importante no en los años que siguen al triunfo de la revolución fidelista, sino a posteriori de 1972.
Pero démosle de nuevo la palabra al primer ministro; que sea él quien nos valore el inconmensurable avance que estos acuerdos significaron: con respecto a “las relaciones económicas con la Unión Soviética… constituyen una forma verdaderamente ideal, una forma ejemplar de relaciones económicas entre un país industrializado y un país pobre y subdesarrollado como es nuestro país… no existe a nuestro juicio, ningún precedente en la historia de la humanidad de tan generosas relaciones”
Mas la URSS parecía tener una inagotable voluntad política de ayudar al gobierno de la Isla, incluso en tiempos en que su propia economía se había ya de hecho inmovilizado: Cuando al año y pico de haberse suscrito los acuerdos el precio del azúcar se disparó hasta los 29 centavos por libra, ellos de inmediato readecuaron los precios.
La tabla siguiente, tomada de “Cuba y la Economía azucarera mundial”, del Doctor Marcelo Fernández Font, nos permitirá, en primer término, observar hasta qué punto llegaba esa buena voluntad soviética, que los llevaba a pagarle al estado cubano el azúcar hasta a cuatro veces su precio en el mercado mundial. Después, utilizando además los datos que el mencionado libro nos da de los volúmenes de azúcar vendido a la URSS(como promedio algo más de 3 millones de toneladas), calcular cuánto obtuvo el estado cubano de dichas ventas por encima de lo que habría obtenido en el mercado mundial.
Solo en estos cinco años, y en el único caso de la URSS, aproximadamente 7 481 millones de dólares. Pero si además incluyéramos lo que se obtuvo gracias a las facilidades que a su vez daban los demás países ricos del CAME, la cifra resultaría comparable a los 9 000 millones que los compañeros Iris Nocedo, Lázaro Núñez y Orfelia Perera ofrecieron en su informe sobre las pérdidas de la industria Azucarera debidas al bloqueo en el periodo 1960-1998. Pormenorizado informe presentado como parte del proceso de la “Demanda del pueblo cubano al gobierno de los EE.UU. por los daños ocasionados a Cuba”, el 29 de febrero de 2000, y del cual puede encontrarse un sucinto resumen en el periódico Granma de 1 de marzo de ese año.
La realidad es, sin embargo, que solo entre 1973 y 1989 el estado cubano obtuvo, únicamente por los precios preferenciales del CAME a nuestra azúcar, la exorbitante cifra de más de 30 000 millones de dólares, lo que a su vez equivaldría a unos 7 000 millones de la época de Plan Marshall. Mucho más dinero del que gracias a dicho Plan pudieron obtener grandes naciones de Europa occidental, algunas con una población por aquel tiempo cuatro o cinco veces superior a la de nuestro país en 1989.
En 1973 estalla la tercera guerra árabe-israelí, cuya consecuencia más trascendente será la subida de los precios del barril de petróleo crudo en un 400 %: Para el año siguiente, 1974, su precio, que nunca antes había excedido los 3 dólares, se sitúa en los 12. No obstante, el rápido final de la guerra ya no podrá detener la espiral alcista: Seis años después, en 1980, el barril promedia 30 dólares.
La era del petróleo barato había llegado a su fin. El ritmo de crecimiento de la economía se aletargó en todo el mundo, pero es en América Latina donde se ensaña con particularidad. Ante la subida general de los precios que genera la del petróleo, las naciones latinoamericanas se vieron obligadas a pedir ingentes cantidades de dinero, lo que provocará que pronto se encuentren debiendo al exterior cantidades comparables con sus productos internos brutos anuales…
En 1984, al desatarse la llamada Crisis de la Deuda Externa, estos fueron los valores de dicha deuda de algunos países:
“¿Cuánto debe cada habitante?”- se preguntó el primer secretario en su discurso de clausura del “Encuentro sobre la Deuda Externa de América Latina y el Caribe”, al referirse al percápita de esta en nuestra región- “unos más otros menos, como ustedes saben. Pero como promedio deben 923 dólares por habitante”.
A diferencia de los demás países latinoamericanos, Cuba, al decir del también Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, disfrutaba de “una forma ejemplar de relaciones económicas entre un país industrializado y un país subdesarrollado”, no del “tipo de relaciones que imponen a los países el capitalismo y el imperialismo”. Gracias a ello, en medio de la imparable inflación petrolera, la URSS nos vendía el crudo a un precio muy inferior al que debían pagar aquellos.
Y no obstante, a pesar de esa “sin precedentes” relación con la URSS, Cuba no se sumó a la lucha contra la impagable deuda externa solo por internacionalismo proletario. Como se ha reconocido después, Cuba por entonces le debía al “mundo capitalista”, con el que únicamente realizaba el 15 % de su intercambio comercial, poco más de 5 000 millones de pesos. O sea, para entonces cada cubano, como promedio, le debía solo a los capitalistas y sin considerar lo que tendría que comenzarle a pagar a los “dabaritchs” el 1 de enero de 1986, la bonita cantidad de 500 pesos. Y esto, en un momento en que el país comenzaba a hacer algunos gestos para acercarse a economías capitalistas, fundamentalmente europeas.
Dos ideas están claras para mí: La ilegalidad, e insostenibilidad del Bloqueo es una de ellas; pero también que la causa de nuestra actual situación no puede achacársele al mismo, ni tan siquiera en un 25%.
En el periodo que transcurre entre 1959 y 1989 el estado cubano disfrutó de facilidades de pago, de préstamos, y de una política de precios que difícilmente hubiéramos podido tener en el supuesto de que nuestras relaciones con EE.UU. no hubiesen llegado al rompimiento de 1962. Recuérdese tan solo que en dicho periodo los EE.UU. disminuyeron su consumo global de azúcar ante el avance de otros edulcorantes, con lo que de haberse mantenido el sistema de cuotas, necesariamente nuestra porción en él habría disminuido también inexorablemente.
Nadie explica mejor esta verdad que el Comandante en Jefe, en una de sus respuestas a Jeffrey M. Elliot y Mervin M. Dimally, en marzo de 1985: “La supresión del Bloqueo solo a largo plazo implicaría alguna ventaja. No voy a decir, porque no sería cierto, que no se derivarían algunos beneficios. Quizás hubiera alguna ventajas prácticas, quizás algunas mercancías que hay que adquirir en terceros y distantes países las podamos comprar en EE.UU., con menos gastos de transportes y entrega más rápida; algunos equipos médicos que se fabrican en EE.UU., algunos productos farmacéuticos, y cosas por el estilo, de esta índole. Pero no es una cosa trascendental…”
Y refiriéndose un poco más adelante, a que para poder exportar hacia EE.UU. habría que necesariamente disminuir las exportaciones hacia el campo socialista afirmó entre risas: “Hay un dicho campesino que dice que no se puede cambiar la vaca por la chiva”
Lo cierto es que la enorme transferencia de capitales y conocimientos que entre 1959 y 1989 recibió el país fue casi en su totalidad dilapidada por una elite que nunca se curó del diletantismo crónico en la dirección de la economía. Como confesó el primer secretario, en el discurso de inauguración del IV Congreso del PCC, “… hubo numerosas fábricas que estaban en cajas hacía más de diez años… Había un molino de piedra que llevaba no se sabe cuánto tiempo sin montarse…” Pero no solo ello, se inauguraban en provincias de segunda facultades de medicina con capacidad para 3000 estudiantes, se mantenía el ejército más grande que haya salido de América Latina al otro lado del Atlántico y de la línea del Ecuador, con abastecimiento de helado y galletas de chocolate incluidos, se edificaban centrales en lugares donde no había capacidad real de sembrar ni la mitad de la caña que aquellos necesitaban…
Es tiempo de buscar las verdaderas razones de nuestra actual situación. Se impone por sobre todo explicarnos nuestro pasado para poder construirnos un futuro. Estos apuntes solo pretenden ayudar en esta magna obra, que debe ser, por obligación y necesidad, de todos.
Notas
Como pudiese señalársenos el que hayamos en muchos casos adoptado una relación de uno a uno, entre peso y dólar; transcribo aquí un fragmento del discurso de Fidel Castro en el “Encuentro sobre la situación de la mujer en América Latina hoy”, el 7 de junio de 1985: “… nosotros exportamos alrededor de 5 500 millones de dólares y crecen las exportaciones por año- podríamos decir pesos, nosotros tasamos el peso por encima del dólar, pero podemos expresar que nuestras exportaciones ascienden a 5 500 millones de dólares aproximadamente…”