Por Humberto J. Bomnín
Todo el mundo plantea preocupación en cuanto a la reacción de las personas ante lo que está ocurriendo; y casi todos están de acuerdo en expresar: ¿qué ocurre que nadie se indigna? Sin embargo es sintomático que algo se está moviendo.
Hace unos días un amigo me trae dos cervezas de regalo envueltas en papel periódico y leo en la primera plana del nacional dominical, “vocero de la juventud”, un titular con puntaje grande que expresaba: “La indignación es una prueba de dignidad”.
Por Humberto J. Bomnín Javier
Todo el mundo plantea preocupación en cuanto a la reacción de las personas ante lo que está ocurriendo; y casi todos están de acuerdo en expresar: ¿qué ocurre que nadie se indigna? Sin embargo es sintomático que algo se está moviendo.
Hace unos días un amigo me trae dos cervezas de regalo envueltas en papel periódico y leo en la primera plana del nacional dominical, “vocero de la juventud”, un titular con puntaje grande que expresaba: “La indignación es una prueba de dignidad”. Un tipo de expresión que cualquiera ratificaría afirmando: “esa es una verdad verdadera o de Perogrullo”. Pero lo más significativo está en la primera oración enunciativa afirmativa del subtítulo, de puntaje menor, con la que el periodista o editor inicia el comentario del titular. Dice y cito: “La frase de Eduardo Galeano provoca…”, verdad que provoca de manera significativa el discernimiento inteligente. Cuando hay motivos para indignarse y las personas no se indignan, es una prueba de que les falta dignidad o no se les permite ponerla a prueba.
¿Saben qué dice la última oración en modo subjuntivo de ese comentario del titular? Cito: “Pareciera que los políticos no ven a sus indignados, o tal vez por eso andan ocupados en otras misiones”. ¿Será que están dejando leer entre líneas? ¿O incitando a pensar, aprovechando el margen de ficción del juego de las palabras, la sentenciosa carga semántica que suelen presentar las expresiones y frases de los poetas, más si estos son extranjeros e invitados? No sé, me da la impresión de que algo se mueve.
Por esos días el presidente afirmó en la apertura de la Conferencia del Partido Comunista de Cuba en primera plana del órgano principal partidista: “Sin economía, no hay ideología”. Esa sola frase para mí es lo más importante que se ha dicho este año públicamente. Es una verdad hace tiempo discernida por muchos, por lo que constituye otra verdad de Perogrullo. No es nada nuevo, porque lo demás es mucho más de lo mismo, como dice Liborio y yo no he visto cambiar nada sin novedades sustanciales.
Para esas novedades sustanciales tiene que variar la formación del ser humano, su educación, ética, cívica y estética. Yo agregaría a la expresión del presidente lo siguiente: sin un ser humano de buenas cualidades, sentimientos, principios basados en su libertad de expresión, autodeterminación para ejercer todos sus derechos civiles, sociales, económicos y humanos como persona, sin exclusión de ninguno de ellos a reunirse, a sindicarse en gremios independientes de los poderes, que pueda expresar libre y públicamente sus ideas, sus proyectos para bien de la Nación, que goce de una alta autoestima y libre determinación, no sujeta a condicionamientos ideológicos y políticos no habrá jamás ni economía, ni ideología que haga producir la más pequeña riqueza humana de valor tangible y duradero.
No es que no vayan a cambiar. No les alcanzará el tiempo del que suponen tener para hacerlo aunque se lo propusieran de manera realmente cierta. No cambiarán ni ellos, ni la nación, ni nada. El comején habrá de seguir comiendo el añejo mueble de más de medio siglo de existencia. Quizás yo no lo vea, pero el comején es un insecto sorprendente e impredecible, trabaja día y noche, lo peor es que el mueble lo tiene dentro, ya lo ha trabajado bastante, y eso sí es lo que lo va a cambiar todo, nunca va a venir de fuera del mueble.
Los “dueños” del mueble no pueden evitarlo aunque lo quisieran. No habrá nadie a quien culpar, ni nadie tendrá que tomarse ni siquiera el trabajo de indignarse. Ahora lo que vendrá después del cambio, que lo habrá, tenebroso si no se hace gradual, será impredecible, pero esto no hará que el cambio real y verdadero sea evitable. Ojalá y yo esté equivocado y se realicen los cambios graduales que son necesarios e impostergables.
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Humberto J. Bomnín Javier (Pinar del Río, 1944).
Licenciado en Español y Literatura.
Fue Director de la Revista Vitral de 2011-2012.
Catequista y miembro de la Pastoral de Educación.