Actitudes ante la modernidad

Yoandy Izquierdo Toledo
Jueves de Yoandy

La persona humana en la actualidad, inmersa en los avatares que supone la cotidianidad, tiende a descuidar comportamientos esenciales para la vida. Algunos le llaman los rasgos de la postmodernidad, las consecuencias de una sociedad líquida, el precio del uso excesivo de las nuevas tecnologías pero, a fin de cuentas, es un modo de actuar que puede contribuir a la disminución de valores y virtudes, a la generación de un hombre “nuevo” con viejos rezagos y deformaciones.

Hoy me gustaría comentar tres de esas deficiencias que sufrimos:

  1. El estilo nítido y directo: se ha perdido la capacidad de llamar a las cosas por su nombre. Abundan los eufemismos, los rodeos para llegar a la esencia y muchas veces se queda todo por las ramas. Se cultiva una manera de decir que tiende a la ambigüedad y se presta a interpretaciones, en lugar de usar un lenguaje diáfano y certero que comunique las verdaderas intenciones y ubique, directamente, al interlocutor en sintonía con lo que se dice, se escribe o se presenta. Se trata de una modalidad, a veces sostenida a conveniencia, que genera confusión, que en lugar de eliminarla tiende a fomentarla, que provoca malentendidos y se presta a aplicaciones diversas directamente proporcional a la diversidad humana.

Lo primero que podemos hacer para superar esta deficiencia a la hora de establecer las relaciones humanas y comunicativas que dan sentido a la persona es: Establecer una comunicación basada en la realidad de los hechos que se suceden y no emitir juicios viciados por nuestras creencias o ideas sobre el hecho en sí. Si la realidad es clara y precisa, debe ser descrita como tal, sin ambages ni titubeos.

Las relaciones humanas en ambientes de comunidad tienen como rasgo fundamental la sociabilidad. Hoy día, en sistemas cerrados, la nitidez y la dirección escasean, entretanto la persona se coloca por debajo o al servicio del Estado, con miedo a una clara proyección ante el mismo como estructura reguladora de la sociedad. Es por ello que, directa o indirectamente, se ve afectado por las políticas implementadas para satisfacer las necesidades básicas; ya sean de tipo sicológico como la libertad, la creatividad, la seguridad y la autoestima, o de tipo fundamental como la salud, la educación, la vivienda y la protección social en general. La ausencia de estos aspectos y la falta de comunicación no deben convertirse en un problema a la hora de ser referenciados y resueltos con urgencia mediante la conjunción de los sectores populares con el liderazgo responsable.

Ante esta primera deficiencia tenemos como solución en Cuba lo que dice el lenguaje popular: poner los puntos sobre las íes. Eso sí, con dos premisas constantes, el respeto y la veracidad.

  1. La búsqueda de la verdad sin descuidar sus exigencias prácticas. Esta es una deficiencia sistemática en los tiempos modernos. El concepto de verdad es relativo porque todos tenemos nuestra verdad, que enarbolamos como fundamental o absoluta, a veces sin tener en cuenta la complementariedad de las distintas posiciones en la construcción de consensos y soluciones.

La verdad se basa en principios, en cumplir con el deber, en acciones y conductas consideradas correctas en el plano social y a nivel personal, fruto del discernimiento y la claridad en el desempeño. Practicar la verdad no consiste en decir palabras vacías y recitar frases hechas, sino en actitudes consecuentes con la realidad circundante y vivida. Es ser coherente a la hora de pensar, decir y actuar. Es descir la cotidianidad tal cual la vivimos. Es llamar a las cosas por su nombre.

En este camino de búsqueda la persona humana se encuentra con los obstáculos que supone la travesía y el propio encuentro con la libertad, entendida cómo necesidad para vivir, como una triple necesidad. En primer lugar, la búsqueda de la verdad responde a una necesidad de vida, la verdad de las cosas y los hechos conforman el conocimiento y dirigen el conocimiento y crecimiento humano. En segundo lugar, constituye una forma de darle sentido a la existencia, es decir, origen, trayectoria y destino. En tercer lugar, la verdad es a su vez una exigencia o necesidad ética que nos plantea las condiciones para obrar en este mundo.

Ante esta segunda deficiencia tenemos como solución en Cuba desterrar la cultura del miedo ante la verdad, defendida con ahínco e indisolublemente unida a la libertad que supone pensar y actuar en consecuencia. La verdad tiene su costo, son esas exigencias prácticas implícitas las que no nos pueden alejar de la búsqueda persistente. La verdad, como dice el Evangelio, nos hará libres.

  1. La actitud dialógica y abierta: es un recurso, un método, un estilo de comportamiento humano que cada vez escasea más. La tendencia de la postmodernidad y del avance de las tecnologías informáticas y comunicacionales es cada vez hacia el lado del aislamiento, cerrazón o atrincheramiento. Las redes sociales se han convertido en un búnker para artillarnos de lo que a veces, por miedo a la búsqueda de la verdad, o por abandonar el estilo nítido y directo, pero con el respeto y fuerza requeridos, no somos capaces de decir.

Los medios de comunicación social hoy no representan el ecosistema más sereno para el debate. Los condicionamientos mediáticos, las élites de poder, el monopolio de la información impiden la apertura al recurso del diálogo y la prevalencia en todo caso de la verdad.

El diálogo y la comunicación son atributos que distinguen a la raza humana del resto de los seres vivos. La comunicación basada en el diálogo respetuoso y sereno, aún en la discrepancia, es una poderosa fuente para llegar al entendimiento y la razón. Abrirse al diálogo significa no temer a la verdad, no tener nada que esconder, ni intereses espurios ni intenciones malsanas. Es un método para la solución pacífica de los conflictos desde el nivel personal hasta el nivel social, en las relaciones humanas, políticas, nacionales e internacionales. Quien teme al diálogo no está preparado para el ejercicio de la sociabilidad que es, a fin de cuentas, el centro de la esencia humana.

Ante esta tercera deficiencia los cubanos nos planteamos como urgencia y necesidad perenne el acceso a un diálogo civilizado, abierto y en paz, donde participen todos los actores que construirán un futuro próspero y feliz para la Nación. El diálogo es la ruta que conduce al cambio en paz.

Estas tres deficiencias, debatidas brevemente, no deben ser vistas en el marco de un análisis fragmentario de la postmodernidad. Ni siquiera de una crítica excesivamente negativa a la inevitable etapa a la que ha escalado la sociedad en estos tiempos. La postmodernidad y la cuarta revolución industrial deben ser entendidas, a la luz de las herramientas que estos mismos procesos han proporcionado a la humanidad, como un recurso factible para vivir mantener intacta la esencia humana y poner sus recursos y adelantos al servicio de la persona y de la sociedad.

 

 


  • Yoandy Izquierdo Toledo
  • Licenciado en Microbiología Universidad de La Habana
  • Máster en Bioética Universidad Católica de Valencia
  • Máster en Ciencias Sociales Universidad Francisco de Vitoria
  • Consejo Directivo Centro de Estudios Convivencia
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