Jueves de Yoandy
Hace aproximadamente 10 años el Centro de Estudios Convivencia (CEC) ha venido desarrollando lo que quisimos llamar desde un principio “Itinerario de Pensamiento y Propuestas para Cuba”. Y es que creemos que de eso se trata, de establecer un camino con una dirección y sentido concreto, en el que se tengan en cuenta los accidentes y paradas sin perder de vista el punto meta.
Hablar de un itinerario da idea de largas distancias, de recorridos que se extienden en el tiempo, de sistematicidad y perseverancia. Hablar de itinerario en Cuba puede resultar desalentador por la inmediatez de la incertidumbre del mañana, por el miedo al cambio y más que a él, al desgaste que puede implicar alcanzarlo si analizamos la cuestión desde el punto de vista de la situación social que se agrava perdiendo toda esperanza en el mismo sistema que nos ha conducido hasta ella.
Y si el itinerario es de pensamiento, no faltará quien considere que lo más necesario para Cuba, aquí y ahora, no es pensar. Sin embargo, la tozuda realidad ha demostrado lo que el Apóstol de la independencia de Cuba, José Martí, nos alertaba: “En prever está todo el arte de salvar”.
Así, cercanos a la década de estudios continuados del think tank de Convivencia, habiendo producido 15 informes que cubren los sectores más importantes de la nación cubana, más dos informes más que se encuentran en proceso, confirmamos la importancia de un trabajo prospectivo, discreto, sistemático y propositivo.
En su reciente intervención en la Asamblea General de las Naciones Unidos en Nueva York, el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla ha dicho que: “En todo lo que sea necesario, dentro de los límites de nuestra cultura nacional y con base en la predeterminación de nuestro pueblo, con base en el pleno ejercicio de nuestra soberanía y de nuestra independencia, lo que haya que cambiar, con toda seguridad se cambiará”.
Reconocer la necesidad de cambio es el primer paso para transitar hacia él; pero no debemos quedar en la mera exhortación como lo hemos vivido en décadas anteriores a partir de un concepto que quedó solo para el estudio y no para la puesta en práctica de todo lo que en él se planteaba. Ya nos habían reafirmado que “Revolución es cambiar todo lo que debe ser cambiado”, algo muy parecido a las palabras del diplomático ahora, que las enmarca bajo preceptos de soberanía y predeterminación del pueblo, el mismo cuya voz no es escuchada y ha estado sumido en un largo proceso de más de seis décadas en la espera de ese cambio. Concuerdo con la urgencia y la necesidad del cambio. Otros tantos cubanos también se mostrarán reticentes ante esa “seguridad” de que se cambiará todo lo que haya que cambiar porque ¿quién determina lo que debe ser cambiado? ¿Quién protagoniza esos cambios? ¿Las demandas de la sociedad civil y el pueblo cubano en general son tenidas en cuenta o se sigue cultivando la cultura del “ordeno y mando”?
En otro punto del discurso, el canciller expresa que “la cuestión principal no es el cambio, sino ¿hacia dónde vamos a cambiar?” Durante todo estos años esa ha sido la alerta presentada por el Centro de Estudios Convivencia, al punto de que en cada uno de nuestros encuentros de Convivencia entre los dos pulmones que forman parte de Cuba, la Isla y su Diáspora, comenzamos recordando el cuento infantil de Carroll. En él aparece Alicia perdida en el laberinto y preguntando al gato sabio dónde está la salida, a lo que él responde que debe saber primero hacia dónde quiere ir. Esa sigue siendo la pregunta fundamental para Cuba, que también se encuentra en un laberinto, pero que a diferencia del País de Alicia, no todo es maravilla, ni se trata de una sola persona, sino de cientos de miles de cubanos que, ante el desespero y la duda toman el camino de la apatía, la desidia política o el éxodo, como únicas soluciones.
En clave de entender una de las causas del “tsunami migratorio” cubano, podemos ahondar en muchas, pero todas ellas redundan en la falta de proyectos de vida aquí y ahora. Por tanto, debemos volver a las raíces del problema y no confundir causas con consecuencias, porque entonces no encontraremos la salida correcta si hay errores de método o de planteamiento del problema. Las “crisis morales y cognitivas del mundo actual”, de las que Cuba no está exenta, más bien las profundiza, tienen su origen en el daño que los sistemas totalitarios han ocasionado en las diferentes dimensiones del desarrollo humano. Cuando el canciller dice que “la gente pierde su capacidad de pensamiento crítico o de pensar por sí misma”, está describiendo un mal nacional al que ha contribuido el sistema educativo cubano a través del adoctrinamiento y el refuerzo de la ideología de un solo color, en lugar de fomentar el libre pensamiento como el derecho humano que es.
En el XII Informe del CEC, “La transición en Cuba: Visión y Propuestas” (disponible en: https://centroconvivencia.org/category/propuestas/la-transicion-en-cuba-memoria-historica-justicia-transicional-y-reconciliacion-nacional-vision-y-propuestas/) se propone que Cuba realice una transición a la democracia: pacífica, ordenada, ágil y eficaz, teniendo como principio la primacía y la dignidad de toda persona humana, junto con la búsqueda del bien común. En esta hoja de ruta para la transición, que proponen estudiosos del tema en la Isla y en la Diáspora, se plantea que esa transición será: de la vida en la mentira y la amnesia de errores pasados, hacia un proceso de Verdad y Memoria Histórica. Ante las injusticias y crímenes cometidos y el peligro de la impunidad, es necesario pasar por un proceso de justicia transicional. Ante posibles reacciones de odio, revanchas, venganza y caos violento, es necesario un proceso de magnanimidad y perdón, sin impunidad. Ante las divisiones, fracturas y desarticulación de la persona del cubano, del tejido social, del alma nacional, es necesario un proceso de reconciliación nacional.
Entonces, el Centro de Estudios Convivencia viene mostrando a través de su Itinerario de Pensamiento y Propuestas que sí existen alternativas para un cambio verdadero, pacífico, civilizado y eficaz. Nuestras ideas, que han costado críticas del gobierno que las cataloga de disenso, parecen no ser tal disenso cuando el canciller cubano expresa también que “Queremos cambiar para desarrollar el bienestar común, para fortalecer nuestras políticas sociales, para lograr una economía mucho más eficiente que se refleje no solo en los datos macroeconómicos sino también en la vida cotidiana de las personas, para el bien de las personas, para el bien de su prosperidad y de la prosperidad de sus familias que permita a los jóvenes realizar sus sueños y planes de vida”.
Estoy seguro que cualquier cubano de buena voluntad, a quien le importe el destino de su Patria y su proyecto de vida en ella, estaría de acuerdo con ese cambio si fuera de verdad. Eso sí, tal como dice Rodríguez, debe ser un cambio “realista”. Ojalá que ese calificativo signifique lo mismo, lo que verdaderamente es, para los dos protagonistas, pueblo y gobierno. De lo contrario ese cambio, en la dirección que decida la cúpula de poder, no será el culmen ni la satisfacción de nuestros anhelos, ni lo que verdaderamente necesita la Cuba sufrida y desmigajada por el mundo.
Si estamos de acuerdo en la necesidad del cambio en paz, que significa cerrar la puerta a la violencia, entonces pongámonos de acuerdo en la dirección de ese cambio, colocando sobre la mesa todas las piezas del rompecabezas nacional. Así, con todos, es la única forma de lograr trabajar en la mejor dirección y sentido del cambio en Cuba, de modo que sea un cambio con todos y para el bien de todos.
Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología por la Universidad de La Habana.
Máster en Bioética por la Universidad Católica de Valencia y el Centro de Bioética Juan Pablo II.
Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia. Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside en Pinar del Río.