Nos acercamos al fin del año 2021, y las proyecciones de crecimiento de la economía no son para nada halagüeñas. Si bien no era de esperarse un crecimiento significativo, dadas las condiciones que explican el crecimiento de la economía cubana, las proyecciones del gobierno para este difícil año daban espacio a la esperanza. Lo cierto es que el impacto de la COVID-19, el cierre del turismo, las sanciones de la administración norteamericana anterior, la crisis venezolana, y la incapacidad del modelo económico cubano de generar crecimiento, sitúan los estimados de crecimiento en niveles preocupantes, y dejan poco espacio a las muy optimistas aspiraciones y pronósticos de las autoridades cubanas.
Según el último estimado del mes de septiembre de The Economist Intelligent Unit (EIU), el PIB crecerá apenas un 0,4% en 2021, mientras que en un estimado anterior del mes de julio pronosticaban un 2,2%. Esta última cifra, coincide con la estimación hecha por la CEPAL en el mes de septiembre también. En ambos casos, las estimaciones de crecimiento son muy por debajo de las realizadas por el gobierno cubano, que situaban sus pronósticos en un 6% de crecimiento para el PIB en mayo pasado.
De consumarse el pronóstico de EIU para 2021, Cuba estaría acumulando un promedio de crecimiento negativo en los últimos cinco años de -1,3%, y en los últimos tres años de -3,6%, con el pico negativo de 2020 de -10.9%. Si se analizan algunos de los principales sectores de la economía, los datos son también altamente alarmantes, no solo en la coyuntura planteada por la pandemia, sino a lo largo de los últimos años.
Tal es el caso de la agricultura, con un aporte sostenido al crecimiento de menos del 4% en los últimos cinco años, promediando 3,5% el aporte de este importante sector a la economía, al mismo tiempo que concentra una participación del empleo cercana al 20%. Además, la participación del sector en el crecimiento se ha venido reduciendo continuamente desde el año 2018. Por otro lado, son cada vez más evidentes la escasez de alimentos, los altos precios de los productos del agro, la falta de insumos en los campos, la ineficiencia en las cadenas de distribución, entre otras dificultades que frenan el desarrollo del sector.
De la misma forma, sectores como la industria mantienen sus históricos niveles de baja participación en el PIB, con una industria azucarera sumamente deprimida, la industria manufacturera y la minería registrando valores negativos (o iguales a cero) de crecimiento en los últimos cinco años, entre otros problemas crónicos como la descapitalización, la obsolescencia tecnológica, la falta de eficiencia, entre otros. El aporte conjunto del sector al crecimiento se ha mantenido cercano al 20% en la última década, con datos casi invariables y sin cambios significativos para la industria y la economía nacional.
El sector de los servicios, que es el que más aporta al crecimiento económico, también ha sufrido una caída significativa en los últimos años debido a los problemas asociados a la exportación de servicios profesionales y el turismo. El decrecimiento de esta actividad ha sido del 30% en 2020 respecto a 2019, y probablemente se mantenga la tendencia en 2021. El fin de los contratos con algunos países como Brasil, Ecuador y Bolivia, así como las denuncias internacionales contra la exportación de servicios médicos en condiciones inhumanas, son algunos de los factores que explican la caída en esta actividad.
Por otro lado, la caída del turismo ha sido sostenida desde 2018 con un mínimo de apenas 1 millón de visitantes internacionales en 2020 (para un desplome del 75% respecto al año anterior), que será superado con seguridad por la caída de 2021, año en el que ha prevalecido el cierre de la actividad turística casi en su totalidad como consecuencia de la COVID-19. Al cierre del primer semestre de 2021 solo se había alcanzado el 14% de los visitantes respecto a igual fecha del año anterior.
A manera de resumen, el diagnóstico de los tres sectores de la economía, denota problemas serios que limitan el crecimiento, y que no parecen fáciles de resolver en el corto plazo. Una combinación de capital y recursos en sentido general por un lado, y de instituciones y reglas de mercado que generen incentivos económicos por otro, parece ser indispensable para lograr tanto el despegue de la agricultura, como el fortalecimiento de la industria nacional y la consolidación de los servicios como sector principal de crecimiento económico.
La respuesta de las autoridades a la crisis actual ha sido rica en declarar intenciones y proponer estrategias viejas y nuevas. Pero en la práctica poco se ha avanzado en cuanto a la tan mencionada “liberación de las fuerzas productivas” y eliminación de “trabas” al crecimiento económico. La excesiva planificación centralizada, el lastre de la burocracia, las instituciones plagadas de ineficiencia y con carácter controlador, la satanización del mercado y las relaciones que de este emanan, y el empecinamiento en culpar a factores externos al mismo tiempo que se ceden espacios irrecuperables al inmovilismo a lo interno, son las principales razones que explican la incapacidad de las estrategias gubernamentales de impactar positivamente el crecimiento tanto sectorial como en su conjunto.
Las condiciones que explican la crisis y sus efectos, no parece que vayan a desaparecer en el corto plazo. La situación interna es además sumamente tensa desde un punto de vista político y social, y la gente necesita soluciones urgentes a los principales problemas del día a día. De manera que responder a la crisis con verdaderas reformas estructurales, tal y como sugiere la gran mayoría de economistas y expertos que analizan y estudian el tema con regularidad, es una cuestión de respeto y compromiso con los cubanos y con su bienestar. Mientras que seguir respondiendo a la crisis con “medidas” y reformas cosméticas, tal y como se ha hecho siempre por parte del gobierno cubano, es un acto de desprecio con consecuencias inhumanas hacia un pueblo que ha sufrido las consecuencias de la crisis económica ya por muchos años, y que merece resultados reales en cuanto a elevación del nivel y la calidad de vida, y generación de condiciones para el desarrollo humano del país en sentido general.
- Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
- Laico católico. Licenciado en Economía.
- Máster en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco de Vitoria, Madrid, España.
- Miembro del Consejo de Redacción de Convivencia.