Cuba tiene dos pilares fundacionales de su edificio ético: Varela y Martí. Toda su vida y toda su obra. Sin embargo, cada uno de ellos ha dejado en herencia sendos documentos imprescindibles al tratar de acercarse y conocer el ethos, la eticidad cubana: Las “Cartas a Elpidio” (1835) y el “Manifiesto de Montecristi” (1895).
Este último, escrito por Martí y firmado también por Máximo Gómez, como símbolo de la unión de las dos generaciones, constituye una declaración de principios, valores y virtudes que inspiraron la contienda libertaria del 95 y que tienen hoy, cuando los métodos son pacíficos, toda su vigencia y urgencia.
El futuro de la nación cubana no debería prescindir u olvidar este caudal ético porque los tiempos nuevos que se avecinan arrastran consigo el daño antropológico, el relativismo moral y ciertos deseos de odio y revancha motivados por el uso durante décadas de un clima de crispación, enfrentamiento entre cubanos, y con naciones vecinas y lejanas, el uso de la violencia, la represión, la desintegración de las familias y hasta de la pena de muerte, que debe ser abolida para siempre de nuestra Patria y de todo el mundo.
Solo con una sistemática reconstrucción de la persona humana y del tejido de la sociedad civil mediante la educación ética y cívica, el cuidado de la familia así como un marco jurídico que garanticen un Estado de Derecho y unas instituciones limpias y competentes, se podrán sanar esas heridas infligidas por décadas en que se ha impuesto una ideología sobre la ética y un control totalitario sobre la libertad y la responsabilidad personal.
A continuación citamos algunos cimientos de eticidad sobre los cuales debería reconstruirse el porvenir de la Patria, tomados todos del Manifiesto de Montecristi (Martí, José. Obras Completas, Volumen 4, p. 93-101).
1. Ni un partido sobre otro ni la humillación de los que se equivocan
Uno de los principios éticos reflejados en el Manifiesto de Montecristi es que en la guerra de independencia y en una revolución pública ningún grupo o partido debe estar sobre otro, ni humillar a los diferentes e incluso a los que se pueden considerar equivocados. Es un claro concepto de pluripartidismo y convivencia entre los diferentes. Ni la existencia de un solo partido, ni la humillación de unos ciudadanos sobre otros, son hoy actitudes clave para los tiempos que debemos construir en Cuba. Así lo declara el Apóstol y el Generalísimo de nuestras luchas por la libertad y la democracia republicana:
“La guerra no es, en el concepto sereno de los que aún hoy la representan, y de la revolución pública y responsable que los eligió el insano triunfo de un partido cubano sobre otro, o la humillación siquiera de un grupo equivocado de cubanos.”
2. Las virtudes necesarias para conquistar y mantener la libertad
El cultivo de las virtudes cívicas sobre la base de una convivencia salida del corazón y no solo de las leyes y las sanciones, debe ser una tarea que no se postergue para después de alcanzar la libertad, sino que debe ser faro orientador para la conquista de dicha libertad. El buen fin de la democracia liberadora no debe justificar nunca usar en el camino unos medios y métodos que nieguen o restrinjan la soberanía de cada ciudadano y de toda la comunidad nacional. Así lo dice el Manifiesto de Montecristi:
“La congregación cordial de los cubanos de más diverso origen, convencidos de que en la conquista de la libertad se adquieren mejor que en el abyecto abatimiento las virtudes necesarias para mantenerla.”
3. El respeto y la moderación, nervio y cimiento de la República
Este es el tercer principio manifestado por Martí y Gómez como eje y fundamento de la República de Cuba:
“Ni del desorden, ajeno a la moderación probada del espíritu de Cuba, será cuna la guerra; ni de la tiranía. Los que la fomentaron, y pueden aún llevar su voz, declaran en nombre de ella ante la patria su limpieza de todo odio, su indulgencia fraternal para con los cubanos tímidos o equivocados, su [respeto] radical respeto al decoro del hombre, nervio del combate y cimiento de la república.”
Todos los cubanos y cubanas, de la Isla y de la Diáspora, debemos preguntarnos en la intimidad de nuestras conciencias y en lo público de nuestras familias, escuelas y ambientes sociales: ¿Qué es lo que estamos fomentando o permitiendo que crezca: el desorden social o un ordenamiento civilizado? ¿La radicalización de las posturas o una sana moderación centrista? ¿El odio y la penalización o la normalización de las diferencias y el amor como radical respeto a la dignidad de toda persona? Y vuelve Martí a especificar: aún a los cubanos “tímidos o equivocados”. ¿Es este el clima y la educación que estamos viviendo o se abusa de los “tímidos” y se condena y excluye a los que algunos clasifican “equivocados”? ¿Son los cimientos de la Cuba de hoy el amor y la indulgencia fraternal o la crispación y la división de los cubanos en bandos beligerantes?
4. Un pueblo piadoso con el arrepentimiento e inflexible con el vicio
Otro valor ético proclamado por Martí y Gómez es la convivencia internacional de Cuba con los demás pueblos, otra vez basada en el respeto y la piedad, incluso con el español y solo ser inflexible con el vicio, el crimen y la falta de humanidad, aunque debemos distinguir que es contra los males, no contra las personas que lo viven o sufren. Solo se pueden fundar pueblos con fundadores responsables de esa piedad de la que mucho antes hablaba el Padre Félix Varela cuando decía en las Cartas a Elpidio: “No hay Patria sin virtud ni virtud con impiedad.” He aquí el hilo conductor del proyecto ético de la República de Cuba: de Varela a Martí, de la piedad a la virtud y de la virtud al amor.
¿Estamos haciendo este camino o avanzamos hacia un callejón sin salida asfaltado con el odio, la confrontación y la violencia?
Esta es la invitación martiana:
“Un pueblo debe vivir con los demás, y la realidad que la guerra es, y su terminante voluntad de respetar, y hacer que se respete, al español neutral y honrado, en la guerra y después de ella, y de ser piadosa con el arrepentimiento, e inflexible solo con el vicio, el crimen y la inhumanidad. En la guerra que se ha reanudado en Cuba no ve la revolución las causas del júbilo que pudiera embargar al heroísmo irreflexivo, sino las responsabilidades que deben preocupar a los fundadores de pueblos.”
5. Competencia pensadora y magnánima para salvar a la Patria desde su raíz
El concepto ético de Martí y Gómez radica en que hay que estar capacitado para alcanzar el triunfo de la nueva república y para salvar a la Patria desde su raíz, se hace indispensable la competencia pensadora y la magnanimidad, es decir, el alma grande, para el perdón y la reconciliación.
Precisamente para evitar que los sedentarios y parciales arriben a la nueva etapa de reconstrucción del País por los inseguros caminos del desacomodo y los tanteos. No se puede improvisar el futuro. Es necesario pensar Cuba desde ahora, porque difícilmente se podrá salir de la crisis del presente si no prevemos, oteando el horizonte, hacia dónde queremos salir, qué tipo de República queremos, qué bases filosóficas y políticas deseamos para la nación. Pensar las visiones futuras y adelantar las propuestas más viables es deber y competencia de todos los cubanos donde quiera que vivamos. Fijémonos en la luz que brota de esta concepción martiana del futuro:
“Entre Cuba en la guerra con la plena seguridad, inaceptable solo a los cubanos sedentarios y parciales, de la competencia de sus hijos para obtener el triunfo, por la energía de la revolución pensadora y magnánima, y de la capacidad de los cubanos, cultivada en diez años primeros de fusión sublime, y en las prácticas modernas del gobierno y el trabajo, para salvar la patria desde su raíz de los desacomodos y tanteos, necesarios al principio del siglo, sin comunicaciones y sin preparación en las repúblicas feudales o teóricas de Hispano-América.”
6. Con la participación de los hijos lúcidos y diversos en la Isla o en la Diáspora
La preparación del porvenir solo podrá lograrse con la participación de los diferentes, ricos y pobres, de los pueblos más desarrollados del mundo y del esfuerzo propio de los cubanos. Los dos ejes de esa previsión del futuro son la firmeza laboriosa y la educación republicana, vale decir, libre, responsable y democrática.
Esa inclusión de los componentes heterogéneos y no de la masificación y la falsa unanimidad es lo que postula Martí en el Manifiesto de Montecristi:
“…le vienen a Cuba, del trabajo creador y conservador en los pueblos más hábiles del orbe, y del propio esfuerzo en la persecución y miseria del país, los hijos lúcidos, magnates o siervos, que de la época primera de acomodo, ya vencida, entre los componentes heterogéneos de la nación cubana, salieron a preparar, o en la misma Isla continuaron preparando, con su propio perfeccionamiento, el de la nacionalidad a que concurren hoy con la firmeza de sus personas laboriosas, y el seguro de su educación republicana.”
7. Con las virtudes y talentos de los cubanos para construir su futuro libre y próspero
Pero no bastan principios éticos generales, son también esenciales las virtudes y carismas de cada cubano y de cada grupo que conforma lo que hoy conocemos por sociedad civil. A continuación en el citado Manifiesto se hace una especie de relación de virtudes para cada uno de esos grupos:
“El civismo de sus guerreros; el cultivo y benignidad de sus artesanos; el empleo real y moderno de un número vasto de sus inteligencias y riquezas; la peculiar moderación del campesino sazonado en el destierro y en la guerra; el trato íntimo y diario, y rápida e inevitable unificación de las diversas secciones del país; la admiración recíproca de las virtudes iguales entre los cubanos que de las diferencias de la esclavitud pasaron a la hermandad del sacrificio; y la benevolencia y aptitud crecientes del liberto, superiores a los raros ejemplos de su desvío o encono, –aseguran a Cuba, sin ilícita ilusión, un porvenir en que las condiciones de asiento, y del trabajo inmediato de un pueblo feraz en la república justa, excederán a las de disociación y parcialidad provenientes de la pereza o arrogancia que la guerra a veces cría, del rencor ofensivo de una minoría de amos caída de sus privilegios; de la censurable premura con que una minoría aún invisible de libertos descontentos pudiera aspirar, con violación funesta del albedrío y naturaleza humanos, al respeto social que sola y seguramente ha de venirles de la igualdad probada en las virtudes y talentos…”
La relación de estas virtudes constituye un catálogo de actitudes y fortalezas que deberían formar parte de la educación familiar, de los programas de formación ética y cívica de las escuelas, de los contenidos que difunden los medios de comunicación social y las nuevas tecnologías de la informática y las comunicaciones: civismo, benignidad, moderación, la unidad en la diversidad, la hermandad forjada en el sacrificio, la benevolencia, el respeto social, entre otras.
¿Son estos los valores que se promueven hoy en Cuba o solo los que enconan, dividen y manipulan?
8. Con la capacidad de los cubanos para gobernarse en libertad
Otra virtud, poco mencionada en la actualidad, pero igual de imprescindible para el futuro en nuestro País es la aptitud para la gobernabilidad y la gobernanza basadas en el sentido común y la concordia. Sin esta capacidad de gobierno firme pero sereno, sensato y discreto, se pudrirá el alma de la nación y de sus restos brotarán la corrupción, las mafias, los populismos y el caos de la ingobernabilidad.
Miremos la previsión y la vigencia con la que el Apóstol se adelanta a esos momentos:
“No dudan de Cuba, ni de sus aptitudes para obtener y gobernar su independencia, los que en el heroísmo de la muerte y en el de la fundación callada de la patria, ven resplandecer de continuo, en grandes y en pequeños, las dotes de concordia y sensatez solo inadvertibles para los que, fuera del alma real de su país, lo juzgan, en el arrogante concepto de sí propios, sin más poder de rebeldía y creación que el que asoma tímidamente en la servidumbre de sus quehaceres coloniales.”
9. El corazón de Cuba: sin odio y con respeto
Que Cuba sea un hogar, no un campo de confrontaciones entre diferentes, en cuyo corazón no haya odio, sino un canto a la vida; se goce de la libertad y de la prosperidad de bienes… Esa es la “República cordial” (cordial viene de cordis, corazón en latín), es la República de “razón y corazón que deben ir juntos” que soñó Martí para toda la nación cubana y para los españoles, enemigos en la guerra y ciudadanos respetados y reconciliados en la paz.
¿Verdaderamente es Cuba un país en el que rigen el respeto, la razón y el corazón en cada acto de gobierno y en cada comportamiento ciudadano? Así lo quiso el que había dicho: “Por el amor se ve, con el amor se ve, es el amor quien ve”:
“Respeten, y se les respetará… En el pecho antillano no hay odio; y el cubano saluda en la muerte al español a quien la crueldad del ejercicio forzoso arrancó de su casa y su terruño para venir a asesinar en pechos de hombre la libertad que él mismo ansía. Más que saludarlo en la muerte, quisiera la revolución acogerlo en vida; y la república será tranquilo hogar para cuantos españoles de trabajo y honor gocen en ella de la libertad y bienes que no han de hallar aún por largo tiempo en la lentitud, desidia, y vicios políticos de la tierra propia. Este es el corazón de Cuba…”
10. Evitando parcialidades y tiranías
Y, por último, pero no por eso menos importante, Martí alerta sobre las parcialidades partidistas o caudillistas que conducen a nuevos autoritarismos o tiranías. Si no hay renovación de las raíces que recuperen la savia aún nutricia de los principios éticos de nuestros padres fundadores que piensen y propongan, debatan y aprueben soluciones viables, Cuba y los cubanos, por muchos otros cambios que se produzcan, regresaremos como Sísifo a cargar con el pesado fardo de las dictaduras. No lo digo yo, está clarísimamente anunciado en este código ético que Martí concibió y Gómez firmó para señalar los derroteros de la libertad en Cuba:
“Desde sus raíces se ha de construir la patria con formas viables, y de sí propia nacidas, de modo que un gobierno, sin realidad ni sanción, no la conduzca a las parcialidades o a la tiranía.”
Al cumplirse 123 años del Manifiesto de Montecristi, volvamos sobre él, estudiemos sus contenidos cívicos, interioricemos y hagamos nuestros sus caminos éticos que mantienen hoy, y mantendrán mañana, toda actualidad e inspiración.
La garantía espiritual para que la nación cubana mantenga su alma pura y la pueda poner de raíz para que la República no se seque de virtudes y valores, es la fidelidad a las dos cartas que fundaron el ethos de la cubanía: las “Cartas a Elpidio” y el “Manifiesto de Montecristi”.
En medio de tanta incertidumbre y de un cambio generacional inédito, afiancemos nuestra esperanza en estos pilares de virtud y amor.
Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007 y A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011.
Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.