Nadie puede predecir el futuro. Los antiguos profetas bíblicos no eran adivinos. Eran hombres y mujeres de Dios que aprendían del pasado, analizaban el presente y, como consecuencia de las lecciones de la historia y las potencialidades y peligros del tiempo que vivían, anunciaban el futuro para que el pueblo, “que andaba en tinieblas” viera las luces por venir. En Cuba, sea cual sea el futuro que nos espera, con cambios estructurales como esperamos o sin ellos, en abril habrá un cambio generacional.
El 19 de abril de 2018 ha sido el día escogido por la llamada generación histórica, para dejar el cargo de Presidente del Consejo de Estado y de Ministros, y dar paso a una persona nacida ya después de la Revolución de 1959.
Evidentemente, a este nivel, un cambio estructural y profundo no depende solamente de una persona, aunque el líder puede influir grandemente. Depende de que las circunstancias sean tales que favorezcan o presionen el cambio, de que sea visible para muchos una salida viable, pacífica y beneficiosa para la nación, y de que las alternativas de caminos radicales, violentos o mafiosos sean tan costosas y perjudiciales para la gran mayoría, que disuadan de escogerlas. Nadie con uso de razón y con amor a Cuba querría cambios de esta naturaleza o que conduzcan a situaciones peores a las que ya se viven.
La experiencia y la naturaleza humana nos dicen que ninguna persona es igual a otra y que el traspaso de una generación a otra, aún buscando que “todo esté atado y bien atado” y que haya una continuidad, siempre trae cambios de interpretación, de enfoques, de estilos y de criterios propios. Ningún sistema totalitario o autoritario ha continuado idéntico luego de pasar la generación que lo instauró. ¿Por qué Cuba tendría que ser una excepción?
Desde el punto de vista económico la actual situación es insostenible. La eliminación de la doble moneda debe hacerse cuanto antes e implicará un duro golpe a los más vulnerables. La apertura al trabajo por cuenta propia a pesar de los frenazos antiguos y actuales, debe hacerse para fortalecer el sector privado y que este aporte su contribución al presupuesto nacional. La seguridad jurídica para los inversionistas cubanos y extranjeros debe legislarse urgentemente. Debe cesar la represión de banda ancha que cubre a toda la sociedad cubana y no solo a los opositores. La crispación y la violencia por falta de valores y asfixia social deben encontrar serenidad y convivencia civilizada.
El bloqueo interno a los emprendedores y profesionales debe levantarse junto con todos los bloqueos. La falta de proyectos de vida de los jóvenes cubanos, la violación y el irrespeto de las propias leyes y de la actual Constitución, las regulaciones y desregulaciones al antojo de las autoridades, los registros, confiscaciones y limitaciones a la libertad religiosa plena, a la libertad de expresión y reunión, así como una larga lista de violaciones sistemáticas de los derechos de los ciudadanos debe ser garantizada por la ley y con una educación ética y cívica de todos los ciudadanos.
En el plano internacional, Cuba está más aislada que hace unos años. No cuenta ya con el gran subsidio de Venezuela. Por primera vez, el primer socio comercial y el primer inversor es un bloque de países con economía de mercado y sistemas políticos democráticos, hecho inédito en los últimos 60 años. La correlación de fuerzas y elecciones en todo el mundo se inclina al centro y al centro derecha. Las izquierdas beligerantes identificadas con proyectos de socialismo autoritario han perdido espacio político real. Parece que en el turismo, especialmente el norteamericano, se ha sentido negativamente el impacto de las actuales circunstancias con el deterioro de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.
Después del paso de un huracán devastador por numerosas provincias cubanas que ya estaban en situación de precariedad acumulada por más de seis décadas, el País se encuentra, quizá, en la situación más aguda y compleja de todos los tiempos. Los que hereden la gestión administrativa y política recibirán una Nación empobrecida, fragmentada con la fuga permanente de sus hijos hacia cualquier geografía, una crisis de valores producto del daño antropológico, una falta de esperanzas y de credibilidad en las instituciones. Junto a estas situaciones también influirán todos los demás factores internos del modelo que no funciona, y la presión internacional para la apertura de la Isla, para la democratización de su sistema político y la modernización de su economía con una profunda descentralización y estímulo para los emprendedores. Todo esto será un enorme reto para los que accedan al poder real con una sociedad que, por otra parte, se le ha introyectado una dependencia del Estado paternalista.
No se puede educar para asumir los riesgos y progresos de una libertad personal y de una responsabilidad con derechos y deberes, sin cambiar el sistema centralizado que no ha demostrado la voluntad de ceder espacios, proyectos, y libertades para que los cubanos sean ciudadanos maduros, independientes, libres, responsables y emprendedores que se gestionen con entusiasmo y esperanza sus propias vidas, las de sus familias y la vida de la Nación de la que no querrán escapar.
Estamos seguros de que si el relevo generacional que herede el poder político, comprende, acepta y responde a estos retos, entonces sí mostrará una verdadera voluntad de cambios estructurales, no cosméticos, y podrá contar con la inmensa mayoría de los ciudadanos cubanos que comenzaríamos una nueva vida.
Estamos también convencidos de que, de darse esas señales y llevarlas a la práctica con la razonable gradualidad que evitaría sobresaltos y la nunca deseada violencia, pero sin pausas ni retrocesos, la comunidad internacional en pleno apoyaría con recursos, inversiones, conocimientos y solidaridad política a los nuevos dirigentes que muestren las buenas prácticas de gobierno racional y moderno. Es decir, con un respeto irrestricto y público a todos los derechos humanos de todos los cubanos, un marco jurídico coherente y orgánico que garantice, proteja y ordene este profundo y urgente proceso de tránsito hacia un modelo político participativo y democrático, un modelo de economía social de mercado, una rehabilitación de las instituciones corroídas por la corrupción, un sólido plan de educación ética y cívica y una estimulación legal para que todos los cubanos, donde quiera que vivan o como quiera que piensen puedan emprender, sin peligros de confiscaciones o intervenciones del Estado. Ese gobierno racional y moderno emprendería el camino hacia una nueva etapa en la historia de Cuba en la que podamos edificar en paz y respeto, en pluralismo y legalidad, una convivencia civilizada, libre, responsable, próspera y feliz.
Esto no es nuevo, son aspiraciones de larga data, y además, van acompañadas de pensamiento y propuestas concretas, viables y graduales. Pero decirlo en esta coyuntura histórica nos parece un deber de conciencia, un derecho ciudadano y una forma constructiva de contribuir a la reconstrucción de la Patria de Varela y de Martí, en la que como él mismo proponía “quepamos todos”.
Nadie sabe lo que harán las nuevas generaciones que heredan el poder de “cambiar todo lo que deba ser cambiado”, pero lo que nadie podrá decir es que los cubanos y cubanas no sabemos lo que queremos, ni hemos pensado lo que esperamos, ni hemos propuesto lo que deseamos construir con nuestro propio esfuerzo, soberanía y creatividad.
Una vez más, en esta encrucijada sin precedentes en más de medio siglo, profesamos públicamente nuestra plena confianza en los talentos y capacidades del pueblo cubano. Y nuestra absoluta seguridad de que si se comienzan a dar estos cambios, con seriedad y sin retrocesos, Cuba podrá contar con el empeño, el capital humano y la ideación en la búsqueda de soluciones viables e incluyentes, de la inmensa mayoría de sus hijos, de los que vivimos y trabajamos en la Isla y de nuestros hermanos que viven y trabajan en la Diáspora demostrando con sus obras y comportamientos lo que de verdad podemos hacer los cubanos por nosotros mismos.
Cambiemos, confiemos y emprendamos este camino de paz, libertad, justicia y amor, tan anhelado por todos los que queremos a Cuba.
Pinar del Río, 25 de marzo de 2018
123º Aniversario del Manifiesto de Montecristi