Un niño de nueve años presenta en su libreta escolar la rectificación ortográfica de su maestra: sobre la letra b de la palabra había, aparecía una v. El niño se defiende diciendo: “maestra, había se escribe con b de burro”. Ella lo requiere diciéndole que burro es una palabra “muy fuerte”.
En una consulta de sicología, la doctora solicita una caracterización del niño por parte de la escuela. Cuando la toma en sus manos y lee, lo primero que le dice a la madre es: ¿has buscado un repasador particular? La maestra tenía graves errores ortográficos.
Un profesor de Filosofía le dice a sus estudiantes: “no quiero otro concepto en el examen que no sea el que yo di, el del libro, nada de inventos de enciclopedias ni de internet”.
Este incidente no es aislado ni raro en las escuelas cubanas. Muchos añoran y recuerdan a los buenos maestros de antes, con sus luces y sus sombras, por supuesto. Ha crecido la mediocridad de maestros y profesores no solo en conocimientos, sino también en pedagogía.
Aunque es justo decir que todavía existen muy buenos educadores en algunas escuelas cubanas, no podemos ser ciegos ante el hecho de que ha decaído la formación de estos desde hace varios años.
Es ahora cuando más títulos de maestrías y doctorados se otorgan en el sistema de educación y esta no mejora.
Cuando en nuestro país un maestro agrede físicamente o verbalmente a un estudiante, si es denunciado, se toman medidas casi inmediatamente más o menos drásticas según el caso. Me parece bien, porque hay un derecho humano violado.
Pero si algún padre se queja de errores académicos de los maestros, las respuestas son más o menos así: “es un maestro joven, hay que ayudarlo”, “no tenemos otro maestro” o “analizaremos el caso”.
¿Acaso esto no constituye un maltrato al proceso de aprendizaje? ¿Acaso esto no denota indolencia e irrespeto ante las necesidades cognitivas del ser humano tenga la edad que tenga? ¿Acaso la solución no es tan urgente como en el otro tipo de maltrato? ¿No son graves las consecuencias en ambos casos? ¿No es otro derecho violado?
El maestro ocupa el lugar más importante en el proceso de aprendizaje, es quien lo organiza y lo conduce, por eso su preparación debe ser impecable tanto académica como pedagógicamente.
Nos llevará muchos años recuperar lo perdido, pero podemos empezar a trabajar más arduamente en la preparación y superación de nuestros maestros y profesores, porque solo el amor y la vocación por esta carrera no bastan. El Ministerio de Educación tiene en sus manos actualmente la obligación de hacer cambios sustanciales para garantizar no solo la gratuidad de la enseñanza, sino su calidad.
Livia Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1971).
Licenciada en Contabilidad y Finanzas.
Miembro del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.