Hace 525 años, al amanecer del 28 de octubre de 1492, Cristóbal Colón y su tripulación desembarcaban en la Isla a la que llamaron Juana, la había divisado la noche del 27 pero decidieron esperar el día. Parece ser que al llegar a las costas del norte de Holguín el Almirante pronunció aquellas palabras que han quedado grabadas en la memoria popular: «Esta es la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto jamás».
Mucho se ha debatido acerca de si fue un descubrimiento, un encuentro o una invasión. Considero que fue todo ello junto y más. Sin embargo, se considera un error de apreciación valorar o enjuiciar hechos pasados con los criterios, valores y mentalidades del presente. Esto sería como superponer a la mentalidad de conquistadores y conquistados los criterios de juicio del mundo de hoy, más de medio milenio después.
Pero hoy prefiero hacer esta paráfrasis aprovechando la fecha cerrada y capicúa del acontecimiento indiano-colombino para pensar el hoy de Cuba.
En efecto, considero que necesitamos “redescubrir” Cuba: volver a sus orígenes verdaderos, revisitar los procesos de nuestra gestación como nación. Beber de las fuentes de nuestra cultura que es mestiza, humanista, de matriz cristiana, libertaria, emprendedora, abierta y hospitalaria. Puede ser que después de navegar por los procelosos mares de nuestra historia solo vislumbremos la “tierra nueva” en la penumbra de la noche. Es preciso alistarse mientras amanece, pensar Cuba, poner su “alma de raíz”, alimentar su espiritualidad, sanar el daño antropológico, liberar sus energías, sus iniciativas y su juventud. No confundir nuevamente los rumbos de nuestra cultura occidental con otras del oriente del mundo. Aunque el mundo hoy es una aldea global cada nación y continente debe ser fiel a su brújula interior.
Todo este proceso de redescubrimiento de lo que éramos, de lo que ya somos y de lo que queremos ser, solo puede lograrse en un clima de libertad, respeto a la diversidad, sin colonialismos ideológicos, ni dictaduras del espíritu. Para que dentro de un tiempo no sea el debate sobre si durante los siglos XX y XXI Cuba fue nuevamente dominada, no vaya a ser que nuevos ídolos y nuevas creencias espurias intenten aplastar nuestra cultura. Toda cultura impuesta como única alternativa, toda opción política o económica, religiosa o antropológica que sea impuesta bajo la espada de la fuerza, termina lesionando gravemente la condición humana y la historia de los pueblos.
Si a los 525 años de aquel acontecimiento, sufrimos imposiciones semejantes venidas de culturas extrañas, volveremos a sufrir la versión actualizada de aquellos procesos con su carga de despersonalización, desarraigo cultural y desastre ético. Por el contrario, si redescubrimos lo que somos, liberamos nuestro espíritu y nos insertamos en el mundo plural, libre y democrático, entonces al mirar, en plena y fraterna convivencia, hacia el alma cubana podremos volver a decir, sin miedos ni incertidumbres: «Esta es la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto jamás».
Hasta el próximo lunes, si Dios quiere.
Dagoberto Valdés Hernández (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007 y A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011.
Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.
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