Cuando por diversas razones nuestra rutina está obligada a moverse, nuestras costumbres se “descolocan”, y ya estamos obligados a pensar y a actuar diferente, por decirlo de alguna manera, muchos sentimos miedo. Es normal. No hay nada raro en ello. He aprendido que en psicología se define “una zona de confort”, rodeada de una “zona de aprendizaje”, y una “zona de pánico”. Creo que lo más saludable y equilibrado es lograr escoger bien en el transcurso de la vida, el momento de moverse de una a otra y el tiempo que dure nuestro caminar dentro de cada una; y digo escoger porque casi siempre depende de decisiones personales. Dicho en una oración parece sencillo. No creo que lo sea. Pero siempre y cuando nos movamos, aunque nos equivoquemos, demostramos que estamos vivos.
Mantenerse todo el tiempo en una u otra zona también depende muchas veces de nosotros mismos. La “zona de confort” es tan cómoda… (valga la redundancia). Una verdadera tentación. Todo parece ser controlable o estar controlado, o al menos, es conocido. Alegrías, tristezas, las relaciones interpersonales, aun los malos momentos, los sufrimientos, están dentro de ella. Al fin y al cabo no parece tan rutinaria.
La “zona de aprendizaje” es muy útil y me parece inevitable que entremos en ella aun sin ser conscientes de que estamos dentro. Forma parte de nuestro desarrollo como personas. En ella nos apertrechamos de todo aquello que nos hace falta en el presente y para el futuro. Importantísima.
La “zona de pánico”… ¡Uf! Todo desconocido. Un riesgo, un atrevimiento, una osadía que le “zumba el mango” (frase muy cubana). No encontré otra que se ajustara más a lo que quiero expresar. A veces pura adrenalina. Advertencias por todos lados, de personas y de una parte de nosotros mismos: “¡cuidado, no sabes lo que te espera!” o “Y si te va peor, ¿qué harás?”. No es raro.
Cuba está viviendo un momento histórico desde mediados de diciembre que se ha concretado con la reapertura de embajadas en La Habana y en Washington. Para nadie es un secreto que el restablecimiento de las relaciones entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos removió nuestra vida. Despertaron las ilusiones de muchos cubanos dentro y fuera de la Isla y despertaron también los miedos.
Los cubanos tenemos un gran reto. Aunque nuestra zona de confort no es confortable (me disculpo de nuevo por la redundancia), muchos temen a “lo que viene”. Pero de que viene, viene. No hay marcha atrás, así que me parece que lo más saludable para Cuba es que la zona de aprendizaje nos sirva para entender que depende de nosotros, que hay cosas que debemos hacer mejor, y que podemos hacerlas mejor, que todos los sueños para el bien de Cuba son posibles, pero que hay que trabajar duro y hay que hacer dejación de muchas cosas. Duele a veces. El liderazgo es de todos. Los falsos líderes se quedarán en el camino.
Pero no nos detengamos mucho tiempo en esa zona. Esto que acabo de escribir por supuesto que no es nuevo. Ya se ha dicho mucho y se ha probado a través de la historia. Aprendamos y emprendamos el camino hacia la zona de pánico. Ya hay algunos de nosotros allí, viviéndolo no sin dolor ni decepciones. Que no nos engañen los miedos a equivocarnos. Entremos de una vez para intentar al menos hacer realidad el sueño cubano.
Regalémonos eso.
Livia Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1971).
Licenciada en Contabilidad y Finanzas.
Miembro del Consejo de Redacción de Convivencia.
Reside en Pinar del Río.