Por Liván Ricardo Hernández
¿Qué es la vida del hombre?: Pequeños arroyuelos que confluyen en cuerpo y alma, una amalgama inseparable de cosas tangibles e intangibles, la respuesta inevitable a la interacción de todo en él mismo, un cofre abierto o cerrado portando cientos de datos que lo hacen elaborar un concepto de sí, la visión condicionada por un mundo que lo estimula y construye.
Por Liván Ricardo Hernández
¿Qué es la vida del hombre?: Pequeños arroyuelos que confluyen en cuerpo y alma, una amalgama inseparable de cosas tangibles e intangibles, la respuesta inevitable a la interacción de todo en él mismo, un cofre abierto o cerrado portando cientos de datos que lo hacen elaborar un concepto de sí, la visión condicionada por un mundo que lo estimula y construye.
Perfectamente mortal, a veces perseguido por un pasado memorable y hostil, otras feliz, envuelto en un presente promisorio y exitoso o cegador y plagado de afanes, amenazado por un futuro incierto y difuso. Más que una criatura, el hombre es un suceso en la línea interminable de lo eterno, a pesar de sus intentos de inmortalidad, su miedo a perecer y su inevitable tendencia de marcar todo en tres tiempos, incluso a sí mismo.
Sale desde su boca y entra por ella, come y saborea, se estira desde sus manos y toca todo lo tocable porque son una extensión de su mente. Mira y discurre porque sus ojos son la trampa para las formas que necesita al construir este y todos los mundos que se le ocurran. Abordarlo como temática fundamental en mis dibujos, más que una demostración de talento, me eleva a un ejercicio mucho más sublime, resulta un vehículo catártico muy eficaz en esta constante inquietud por entenderle y descubrirle. Por ello el uso de diversas técnicas del dibujo me ha permitido transitar por disímiles derroteros, luces y sombras, seres metamorfoseados, peces, aves e hipocampos que convergen en la superficie de un mundo bidimensional con la sola intención de revelar el arcano que entraña nuestra existencia, humanos que no distan del minúsculo hipocampo, ese pequeño ser que nada bajo el agua llevando en su vientre el frágil deseo de multiplicarse.
Esta pequeña muestra de ilustraciones y dibujos en lienzo y cartulina, generalmente va escoltada por la palabra, con su poder casi divino y la virtud de traer consigo la imagen que el pincel, la pluma o el lápiz a veces no encuentran. Todo se difunde en una misma sustancia dando a luz imágenes de las que no hay arrepentimiento si en verdad existe el goce de haberlas concebido.
Poema flotante para hombres de plomo
Hoy desperté ligero,
No pude discernir en qué momento abandoné la tierra,
Me elevé por encima de todo lo que existe
Ascendí levemente, como un cometa.
Bajo mis pies aún veo a los hombres y las cosas.
Flotar se siente extraño,
Me pregunto cómo es posible que guarde en mi bolsillo este trozo de ala, esta raya de tigre,
Acaso las culpas se nos vuelven etéreas y suben con nosotros a este humo que somos,
¿Y la gravedad?, ¿A dónde fue a parar aquella ley de subrayar a los que un día caímos,
aquel miedo a las olas y la falta de fe?
Floto sí, casi puedo decir que a estas alturas no sé cómo es posible.
Luego están los hombres y sus cosas,
lucen tan minúsculos cuando se aferran a la cáscara de la tierra,
Y es que tal vez morir les ha añadido mucho peso.
Estoy mirando al horizonte, ya nace el sol,
Pienso en los días que pasé como si nada,
Ignorando que sobre mi cabeza existe un mundo diferente,
Y hablo de un sitio mucho más allá de las nubes y el bullicio rectangular de los aviones,
Donde no importan los precios de la bolsa, ni las crisis o las condecoraciones,
Un lugar sin almohadas ni columnas vertebrales.
Hoy desperté ligero, no tengo entrañas,
Sin embargo estoy lleno de este espíritu breve,
Todavía respiro,
Me elevo, me elevo, me elevo, ya no tengo náuseas.
Liván Ricardo Hernández (Pinar del Río, 1975).
Licenciado en Educación Plástica.
Reside en Pinar del Río