Meñique, la película. Cronología de una transición

Por Henry Constantín Ferreiro
 

 
Yo no quería escribir de política, no, lo juro. Quería escribir de cine, y para eso me fui a ver precisamente Meñique. Esta película no es Conducta, ni Gusano, ni Offline, ni Persona, así que no habrá nada de la desesperanzada realidad cubana en ella, pensé ingenuamente, y quedaré bien con los posibles lectores que prefieren no meterse en política -aunque la política se meta con ellos muy duro y todos los días. Qué ingenuidad la mía: hay gente inconforme con el rumbo de Cuba hasta en el guion de un filme infantil.
 


 

 
Fotograma del filme Meñique. Foto tomada de lajiribilla.cu.
 
Yo no quería escribir de política, no, lo juro. Quería escribir de cine, y para eso me fui a ver precisamente Meñique. Esta película no es Conducta, ni Gusano, ni Offline, ni Persona, así que no habrá nada de la desesperanzada realidad cubana en ella, pensé ingenuamente, y quedaré bien con los posibles lectores que prefieren no meterse en política -aunque la política se meta con ellos muy duro y todos los días. Qué ingenuidad la mía: hay gente inconforme con el rumbo de Cuba hasta en el guion de un filme infantil.
 
Pero yo no tengo dinero. Todo lo he gastado en obras sociales, dice con cara de lástima el barbudo Rey, momentos antes de que se ponga al descubierto la enorme fortuna que Su Majestad tiene escondida y que, obviamente, ha reunido a costa del trabajo y la pobreza de sus súbditos. En la audiencia del camagüeyano cine Casablanca, todos los adultos entendieron y rieron el chiste, mientras los niños nos miraban con cara de ¿y de qué se ríen? Así de mezcladas están película y política, y así de mezcladas las voy a usar aquí.
 
Supongo que todos los cubanos recordamos algo de Meñique. Martí lo incluyó en La Edad de Oro, y por ahí, a través de las escuelas y las lecturas infantiles, llegó a los cubanos del siglo XX y, a pesar de los estertores de la educación, un poco también a los del XXI. Junto a Los zapaticos de rosa, Playa Girón y las hazañas de Fidel en el Moncada y la Sierra, Meñique es una de las ficciones más reiteradas en las lecturas de la enseñanza primaria. Y ahora la empresa estatal del cine cubano, ICAIC, exhibió tras años de dificultada producción, este animado, homenaje a José Martí pero hecho -ironías de la historia- con decisivo apoyo del estado español.
 
El filme está muy bien, sobre todo la música -de Edesio Alejandro- y el guion de Ernesto Padrón. Es una adaptación fresca, con abundantes peripecias y mucho olor a Disney, lo cual, definitivamente, asegura público. En la repleta sala donde vi la película, niños y adultos rieron casi todo el tiempo.
 
A propósito, ¿ya usted tiene su candidato presidencial? Vaya buscándolo porque le hará falta, que en Cuba habrá elecciones en unos cuantos años, y si uno llega a esos momentos con el cerebro liso de ideas, perspectivas y nombres -como nos quieren tener desde arriba-, es posible que en vez de votar por un Meñique audaz, honesto, desapegado con el poder y el dinero, termine marcándole la casilla a un cortesano reciclado con valor solo para darle órdenes a los guardias de palacio, o votando por el par de hermanos, Pedro y Pablo, humildes como Meñique, pero de almas estrechas y ambiciones anchas. Y ni hablar de la media docena de pretendientes con capacidad solo para fracasar en los empeños de cortar el árbol y abrir el pozo, los dos retos a vencer en la película por los que quieren ganar la mano de la hija y heredar el reino.
 
Tampoco confíe en la hija del Rey -una muchacha hermosa que por el día hace de princesa y por la noche roba el Tesoro real para repartirlo entre los pobres. Ella seguro ordena menos que su padre, pero de tanto tiempo cerca del trono debe haber heredado el mal hábito de mandar a callar o ignorar a los que le hablen sin genuflexión. Aunque en la película parece mucho mejor persona que en la historia martiana.
 
Y por supuesto, en esto de ver con lupa de política futura cubana a personajes de la ficción, nada de elegir o sostener más reyes: dice Martí hablando del rey en su Meñique: “Como buen rey que era, ya no quería cumplir lo que prometió”.
 
A Meñique lo mandan donde el gigante que aterroriza las afueras, con la tarea suicida de someterlo, y el muchacho nota que la propaganda hace al gigante más fiero de lo que es, y termina convirtiéndolo, con astucia, en amigo de su causa. Anoten eso sobre el gigante los cubanos, que llevamos siglos sometiéndonos o detestando a gigantes de todo tipo, la mayoría de las veces sin encontrar la relación correcta con ellos. Al Meñique del futuro, le tocará ir hasta los gigantes y hacerlos caminar a su lado, como amigos, no como amos ni como egoístas aliados.
 
La transición en Cuba, para que empiece -o acabe de tener buen fin, según como se mire este lento cambiar de cosas envejecidas- hay que imaginársela en todos sus detalles, y actuar en consecuencia desde ahora. Lo otro, es seguir siendo público de la película, sea cual sea la que nos pongan los actuales dueños de la sala.
 
Ojalá fuera fácil como Meñique la película de nuestra vida real, la película que nos toca protagonizar y de la que a duras penas la mayoría solo acepta ser extras o personajes de relleno. Ojalá el rey, desesperado por no poder con los problemas del reino, convocara a todos para resolverlos, y al más capaz lo dejara como sucesor de inmediato. Ojalá el gigante fuera tan fiel amigo más que coyuntural aliado de Meñique, y desenmascarar y anular a los hermanos Pedro y Pablo se resolviera en un par de escenas. Ojalá el desanimado problema de Cuba terminara con tanta fortuna como termina el animado.
 
Los niños cubanos, a los que Martí les quiso entregar este cuento, no perciben todos los dardos políticos de la historia, pero al menos ven a un protagonista joven y aparentemente escaso de fuerzas, enfrentarse a brujas, gigantes, guardias y cortesanos, reyes y hermanos mezquinos, y salir airoso. A ellos les hacen falta historias así, a ver si eso les da valor, de grandes, para hacer lo que la mayoría de sus padres y abuelos han esquivado, por tantos años. Al final, como termina Martí su Meñique “Los buenos son los que ganan a la larga.”
 
Henry Constantín Ferreiro (Camagüey, 1984).
Periodista, escritor y fotógrafo. Expulsado de los estudios de Periodismo en dos ocasiones, ambas por problemas políticos.
Único representante de Cuba en el II Concurso Hispanoamericano de Ortografía Bogotá‘2001.
Graduado del Curso de Técnicas Narrativas del Centro Onelio Jorge Cardoso.
Colaborador de la revista Convivencia. Textos suyos han sido publicados en medios de prensa cubanos, incluso oficiales.
Hace el weblog Reportes de viaje (www.vocescubanas.comReportes de viaje).
Dirige la revista La Hora de Cuba.
Reside en Camagüey.
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