Por Pedro L. Martínez Martínez
En 1942 el Sr. Ramón Mijares diseñó y construyó en el Reparto Carlos Manuel de la ciudad de Pinar del Río (calle Roldán No. 126 entre Obispo y Vivó), una vivienda que finalmente pasó a ser ocupada por él y su familia. El conjunto mostró una solución sutilmente embriagadora en la fachada principal, donde se ajustaron ciertos detalles, formas, texturas, materiales, medidas y colores para un pequeño inmueble cuya evocación plástica y artesanal pareciera haber salido de un cuento de hadas
Por Pedro L. Martínez Martínez
En 1942 el Sr. Ramón Mijares diseñó y construyó en el Reparto Carlos Manuel de la ciudad de Pinar del Río (calle Roldán No. 126 entre Obispo y Vivó), una vivienda que finalmente pasó a ser ocupada por él y su familia. El conjunto mostró una solución sutilmente embriagadora en la fachada principal, donde se ajustaron ciertos detalles, formas, texturas, materiales, medidas y colores para un pequeño inmueble cuya evocación plástica y artesanal pareciera haber salido de un cuento de hadas.
El Sr. Mijares, oriundo de la Villa de Llanes perteneciente al pueblo de Cué en la provincia asturiana de España, había estudiado artes plásticas en Barcelona y llegó a Cuba con 25 años de edad. Trabajó inicialmente como barnizador de muebles para luego comenzar con trabajos de más relevancia dentro de la escala pública y cultural de la ciudad como la decoración del Teatro Milanés; el Liceo (devenido en Palacio de la Ciudad); iglesias como la Catedral de Pinar del Río; la Ermita de la Caridad; las iglesias de Consolación del Sur y de San Juan y Martínez; así como el diseño y la construcción de varias viviendas individuales en la ciudad de Pinar y en los citados municipios.
Se destacan en sus trabajos su estilo peculiar de decoración, propio de su identificación con las artes plásticas.
Al parecer, es en la fachada de la casa del Sr. Mijares donde aparece por primera vez, en la ciudad pinareña, este espíritu arbolezco con la incorporación de una textura que imita limpiamente a la corteza de los árboles. Nótese que la misma es usada no solo en las columnas sino también en los elementos horizontales que se truncan en los salientes extremos, buscando a través de estos detalles el protagonismo escénico de un pórtico que se une al resto de los elementos arquitectónicos y, a partir de convenidas proporciones, se encuadra a sí mismo, visual y estructuralmente, al tiempo que le brinda a la fachada un aire de pintoresca rusticidad.
La originalidad de este inmueble y, en resumen, su visualidad armónica, no devienen del simple hecho de imitar la corteza de un árbol sino que se da a través de la estudiada reunión de elementos de orden arquitectónicos (estructurales y espaciales) donde el diseño formal, entendido por su autor como motivos decorativos de carácter naturalista, es un angular de apoyo nacido de la sensibilidad artesanal y los estudios artísticos de un individuo que logró desarrollar práctica y maestría en el campo de la arquitectura a través de la introducción de texturas y dibujos, así como a través de la comprensión y el manejo de los códigos espaciales de una época, heredados y traducidos en la vivienda individual local.
El pequeño pórtico que da entrada al pasillo lateral de la vivienda, es también conformado por barandas y pequeñas columnas texturizadas y coronado con una solución de tejas de barro, realizadas por el Señor Mijares de forma artesanal.
De sus años de estudio en Barcelona a principios del siglo XX, se desprende la influencia que sobre Mijares debió tener el Modernismo Catalán, movimiento artístico conocido también como Art Nouveau, y cuya figura paradigmática en la propia Barcelona fuera el arquitecto Antoni Gaudí con su legado universal que va desde el Parque Güell hasta la controvertida Sagrada Familia. Para un genio como Gaudí su fuente más rica de metáforas eran los propios árboles, quien además solía decir: “¿Saben quién es mi maestro? Mi maestro es el árbol que está ahí afuera”.
Aunque en una escala mucho menor, hay sin embargo en los trabajos de Mijares un sentido de unidad y coherencia unido a cierto espíritu, perdido en el tiempo, que evoca la poesía de la propia naturaleza, impresa en sus formas y texturas.
Con el transcurrir de los años, ya sea que hayan aparecido a partir de la impronta de este artista-artesano o por otros caminos, la columna árbol ha venido asentándose en el imaginario popular de los pinareños como uno de los elementos pastiches usados en la decoración de fachadas. Pero esta vez no hay manejo ni comprensión de códigos formales, sino que estamos en presencia de una nota aislada que compite dentro de una camisa de fuerza (la casa de placa) con los enchapes de piedra, los enrejados, las balaustradas y los leones de yeso, elementos de los que se ha venido apropiando el ciudadano por diversas vías y que han llegado a prefijar un esquema de fachada final deseada.
En un intento por hacer lucir la ya de por sí rígida tipología de la casa de placa aparece entonces el todo en uno en los barrios de la ciudad, fenómeno que llega a su punto más inquietante a través de la vivienda del nuevo rico, donde el deseo de especular hace que cada uno de estos elementos, rejas, esculturas, enchapes, balaustradas y columnas árboles, sean resueltos individualmente con una mayor factura en la calidad de sus terminaciones y una mayor grandilocuencia en sus formas. Las aristas filosas del fenómeno hablan tanto de la iconografía de un producto subcultural y mediocre que se afianza y se muestra cada vez más ante una población carente de criterios que le permita diferenciar, orientarse y asistir a una gama más amplia de contenidos y códigos culturales dentro de su propio hábitat, como de la falta de rigor, de rompimientos y búsquedas en la actividad profesional y creativa de arquitectos, diseñadores y artistas donde quiera que esta sea posible.
Mientras prevalezca este escenario seguimos de espaldas a esa espiral ascendente donde se rescatan y evolucionan los conceptos de diseño y las experiencias presentes en las buenas obras de arquitectura.
De la magia de una pequeña pieza bien concebida y resuelta como la Casa Mijares, al todo en uno que se incrementa hoy en las barriadas, hay un vacío, no en el tiempo, sino en la inteligencia, en las maneras de saber hacer y de saber ver la arquitectura cubana.
Pedro Lázaro Martínez Martínez (Pinar del Río, 1975).
Arquitecto.
E-mail: pedromartinez21@yahoo.es