Por Yoandy Izquierdo Toledo
La ética del cuidar, pilar fundamental de la bioética médica y de la ética familiar, se basa en el principio fundamental de que la persona es el sujeto, el centro y el fin de toda institución y obra humana.
Por Yoandy Izquierdo Toledo
La ética del cuidar, pilar fundamental de la bioética médica y de la ética familiar, se basa en el principio fundamental de que la persona es el sujeto, el centro y el fin de toda institución y obra humana.
Se deben tener en cuenta dos destinatarios, iguales en dignidad, respeto y derechos: el paciente y el cuidador. En este sentido, en ocasiones se rompe este equilibrio y se prioriza uno, deteriorando la vida y la salud del otro. La persona del cuidador no debe descuidar o preterir la dignidad ni la salud del paciente o persona cuidada, pero tampoco el acto de cuidar debe lesionar los derechos, la salud ni la dignidad del cuidador.
Este equilibrio dinámico e integrador entre el cuidado y su cuidador se imbrica en tres ambientes o instituciones fundamentales que deben coadyuvar al logro de los objetivos del cuidar: la familia, la institución médica o asistencial y el resto de la comunidad.
Ética del cuidar en el ámbito familiar: La familia, célula primigenia y nucleadora de la sociedad, debe asumir la responsabilidad de sus propios enfermos, discapacitados o personas de la tercera edad. Es la primera cuidadora y no debe hacer dejación de su deber de cuidar abandonando a sus familiares en las instituciones o en las calles de la ciudad. Al mismo tiempo, se debe organizar la dinámica interna de la familia para lograr otros dos objetivos complementarios: la dignidad y la salud de cada uno de sus miembros y el mantenimiento de la integridad y unidad del núcleo familiar (cf. Valdés D. et al. Ética y Cívica: Aprendiendo a ser persona y a vivir en sociedad. Ediciones Convivencia 2014, p. 72-77).
Ética del cuidar en las instituciones: La atención primaria, secundaria, o incluso terciaria, en las instituciones del sistema de salud, así como el cuidar en las instituciones especializadas para ancianos o discapacitados exige otros dos objetivos: El primero, que la institución priorice la dignidad, la salud y los derechos de la persona humana que es cada paciente, de modo que ni las estructuras y normas organizacionales, ni la falta de recursos, ni la incompetencia profesional o la falta de educación ética y cívica de los cuidadores aplaste, lesione o disminuya ninguno de los derechos personales, la privacidad y la calidad de vida del paciente. El segundo, que es subsidiario, debe garantizar que las personas de los profesionales, auxiliares y administrativos de las instituciones vean respetada su dignidad, derechos y calidad de vida, mediante un trabajo personalizado, a la medida de sus capacidades y en justa correspondencia con sus salarios y otros beneficios sociales y familiares de los cuidadores.
Ética del cuidar en la comunidad: La comunidad en la que viven o trabajan tanto el paciente, el discapacitado, como sus cuidadores e instituciones especializadas, debe organizarse de tal forma que las personas necesitadas o de mayor vulnerabilidad física o psíquica encuentren unas estructuras cívicas que le acojan y protejan, una seguridad social eficaz, suficiente y personalizada y un ambiente educado e incluyente que les permita su integración comunitaria, un servicio social de acuerdo con sus talentos y capacidades y el apoyo necesario a las familias e instituciones mediante iniciativas ciudadanas, fraternales, religiosas o vecinales que, fomentando un verdadero voluntariado, articulen un “hábitat ético” en un clima humanista y humanizador, que favorezca el desarrollo integral tanto de la persona necesitada de cuidados como de las personas de sus cuidadores.
Las leyes, los sistemas de salud, seguridad social y educación, así como las instituciones no gubernamentales, especialmente, las religiosas y gremiales, deben ser protagonistas de una ética del cuidar para que la sociedad pueda convertir en justicia y derechos aquello que durante siglos solo se ha podido dar por caridad (cf. Documento final del Encuentro Nacional Eclesial Cubano, ENEC, Nos. 428-432).
Yoandy Izquierdo Toledo (Pinar del Río, 1987).
Licenciado en Microbiología.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.
Responsable de Ediciones Convivencia.
Reside y trabaja en La Habana.