Por Karina Gálvez Chiú
La cartera de oportunidades en la Ley 118 de Inversión Extranjera en Cuba, es sumamente importante para los inversionistas extranjeros. Siendo la publicación de actividades, sectores, empresas en las que puede autorizarse la inversión de capital extranjero, constituye la referencia oficial a la que debe acudir cualquier interesado en invertir en Cuba. Es la vidriera de este negocio.
También es importante para el gobierno cubano, propietario de las empresas que se someterán a la evaluación de inversionistas extranjeros. Esta cartera es la oferta de posibilidades, que debe resultar suficientemente atractiva, considerando que, en nuestro caso, la oferta es mucho mayor que la demanda, a juzgar por las condiciones aparentemente muy ventajosas que establece la ley.
¿Qué condiciones se necesitan para aparecer en la cartera de oportunidades?
En resumen tres: 1. No brindar servicios de salud, ni ser un centro educacional o una institución armada; 2. Necesitar capital y; 3. Conseguir la aprobación del Consejo de Ministros. La primera condición es clara. La segunda, común en Cuba y la tercera, ambigua.
La identificación de necesidades para la inversión extranjera es fácil. Según la ley: cualquier empresa de cualquier sector con la excepción de hospitales, centros de salud o educacionales, e instituciones armadas.
La otra condición es que necesiten capital… y creo que sería más pequeña la lista de empresas que no la cumplen. La ineficiencia es común para la generalidad de las empresas cubanas estatales.
La tercera cuestión es que sea aprobada por el Consejo de Ministros, para lo cual no hay ninguna condición expresa en la ley. Queda a discreción de este órgano del Estado.
Parece que no será difícil elaborar la cartera de oportunidades de inversión extranjera. Las trabas, serán los trámites para su final publicación y oportuna actualización, el hecho de que puede ser un espacio para la corrupción, o que aparezcan objeciones de tipo político por encima de los intereses económicos.
Veremos cuán difícil es el acceso a esta cartera aún no publicada a más de tres meses de aprobada la Ley de Inversión Extranjera. Los inversionistas interesados deben competir por la alternativa que ofrezca la mejor combinación entre el riesgo y la tasa de retorno. Quien primero llegue, gana. Es la dinámica de un mercado en el que el producto es codiciado. Pero Cuba está en desventaja. Es evidente que necesita más capital del que consiguió con la ley de 1995. Lo intuimos sin profundos análisis económicos. La nueva ley, sin ser muy diferente de la anterior, hace énfasis en aspectos como la exención de impuestos o la disminución de trámites burocráticos. En cada presentación oficial de la ley se menciona el hecho de que no podrán ser confiscadas las inversiones… a no ser por un interés público. De todas maneras, el intentar dar la imagen de nuevas facilidades para los inversionistas extranjeros, nos hace pensar que el gobierno no puede continuar enfrentando la descapitalización de la economía cubana.
Una ley de inversión extranjera, más comúnmente debe tratar las restricciones del mercado para la misma y no tanto las facilidades, que normalmente se ajustan a la ley de inversión nacional. Por ejemplo, los porcientos en que pueden invertir extranjeros en determinados sectores, las condiciones para ganar dinero en el país, contienen solo aquello que los nacionales no quieren o no pueden asumir rentablemente, y es el sector privado quien principalmente hace las ofertas. La demanda para invertir en un país depende de las ventajas que ofrezca desde el punto de vista de mercado de fuerza de trabajo, de consumo, de infraestructura, de garantías, de estabilidad económica y política.
¿Cómo lograr que los inversionistas compitan por las ofertas cubanas, en este ambiente de ineficiencia y falta de mercado? ¿Cómo conseguir que quieran invertir en un país sin infraestructura y con una superestructura monopólica y poco confiable?
Será difícil conseguir los volúmenes de capital extranjero necesarios para sostener el totalitarismo económico del Estado cubano. Únicamente con relaciones económicas como las que sostenía con la antigua URSS y el desaparecido campo socialista, de dependencia casi absoluta, debido a las facilidades y prebendas, se podría sostener económicamente un sistema como el cubano. O con relaciones extremadamente ventajosas como las sostenidas con Venezuela, que sin llegar al nivel de la URSS, ha fortalecido posiciones de poder del Estado cubano desde 1998. Y, por el momento, no se vislumbra esa posibilidad en el ambiente internacional.
Para conseguir inversiones extranjeras se necesita un cambio esencial en el sistema económico cubano. La descentralización de la economía, y un marco jurídico que garantice el respeto a la propiedad privada y a la libertad de comercio, unidas a la separación de los poderes del Estado para que ese marco jurídico no pueda ser cambiado de la noche a la mañana, definitivamente serían condiciones que atraerían la inversión hacia Cuba.
Pero mientras tanto, sería interesante ver qué pasa si en lugar de que la cartera de oportunidades se limite a ser oferta para extranjeros, se abriera a los cubanos de dentro y fuera del país. Si la cartera de oportunidades de inversión se superpusiera a la lista de trabajos por cuenta propia autorizada por la ley. Si los cubanos pudiéramos invertir en las empresas que aparezcan en ella y que los inversionistas extranjeros pudieran decidirse por microempresas dedicadas a oficios para los que se autoriza la inversión de los cubanos. Esto equivaldría a que se promulgara en Cuba una ley de inversiones… punto: sin especificar si nacional o extranjera. Lógicamente, con las limitaciones correspondientes de respeto al marco jurídico y al cuidado del medio ambiente. Sería algo más saludable para la economía y para la sociedad cubana.
De todas maneras, facilitar la inversión extranjera debe atraer capital hacia Cuba. Debemos esperar entonces, que se produzca un aumento de la producción y los servicios, así como de su calidad; que aumente el nivel de empleo en la sociedad; y que podamos aumentar el consumo. No se justifica un aumento de la inversión, ni extranjera ni nacional, que no genere mejores niveles de vida, no solo para los inversionistas exitosos, sino para toda la sociedad.
Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia.
Vive y trabaja en Pinar del Río.