Por Dagoberto Valdés Hernández
Ha pasado a la trascendencia como vivió, discreta y serena. Ha muerto para las cosas feas de este mundo la “maestra ambulante” que soñaba Martí. La sembradora de virtudes y valores. No se quedó en la queja de la palangana vieja de la vida, la convirtió en utilidad y belleza.
Hoy Cuba reconoce la pérdida de valores humanos y los peligros que acechan a las virtudes cívicas. Teresita nos muestra el camino de la reconstrucción espiritual de la Nación. Ese camino está diáfanamente señalizado por su proyecto de vida y unas actitudes ejemplares que nos deben cuestionar a todos.
Nuestra Teresita de la Sencillez sembró estas cotas de virtud:
– Buscó y encontró su verdad interior: fue ella misma y no se dejó manipular.
– Alcanzó la coherencia de la vida cotidiana con la parte de verdad descubierta en su alma.
– Escardó las banalidades de la vida, y eso la hizo una mujer libre y responsable.
– La simplicidad ha sido su hermana inseparable y querida. Fue su belleza y delicadeza.
– Entregó generosa su existencia hasta el extremo para enriquecer la vida interior de los demás.
– Forjó la positividad de su mirada que convertía lo feo y lo inútil en adorno y riqueza vital.
– Priorizó el amor a los niños y adolescentes para hacerles la vida más feliz, aquí y ahora.
– Viajó constantemente a nuestras raíces humanistas de Varela y Martí.
– Cantó que “No hay Patria sin virtud” del sacerdote y “es el amor quien ve” del Maestro.
– Educó, no adoctrinó: viviendo lo que pensaba y cantando lo que vivía.
– Creyó en la fuerza de lo pequeño y esparció esas semillitas hasta el final.
– Logró esa inefable síntesis entre la fuerza y la ternura.
– Fundió la razón y el corazón para que su vida sea paradigma, consuelo y mimo para la Nación.
Y otras muchas virtudes que ella vivió con la austeridad exterior y la indomable riqueza interior. Cubanísima, no necesitó de complementos foráneos. Ella y su guitarra inundaron nuestras vidas, estremecieron nuestras emociones y movieron nuestra voluntad en la dirección de la verdad transparente, de la belleza sin coloretes, de la bondad sin trastienda, de la ternura sin ñoñerías.
Teresita, patrona de los educadores ambulantes: no descanses allí, en el patio eterno de la ternura de Dios. Ahora que ya tienes todas tus palanganas viejas convertidas en ángeles de colores, sigue mirando a esta bella Isla que tanto amaste. Mira que falta arreglar nuestro jardín interior, reparar las macetas de nuestros valores, podar las espinas de nuestras violencias, abonar las mariposas de nuestra virtud. Toma tu guitarra de siempre ahora transida de un rayito de luz imperecedera y alumbra nuestra esperanza para que pongamos verdad en nuestro vivir, ternura en nuestro sentir, positividad en nuestro mirar, perseverancia en nuestro actuar y simplicidad en nuestro convivir.
Santa Teresita de la palangana vieja, convierte todos nuestros vinagritos cotidianos en contagiosa alegría.
Amén.