Hay dos caminos para resolver los conflictos y diferencias propios de la condición humana: la violencia y los métodos pacíficos. La conciencia universal avanza, a pesar de todo, hacia la solución pacífica de los confrontaciones, aun cuando autoritarios, fanáticos y extremistas, sobrevivientes de una época que ya pasó, intenten aprovecharse de la aparente debilidad de la paz para imponer, por la fuerza, ideologías, religiones o decadentes ambiciones anexionistas; o simplemente para mantenerse en el poder sin someterse periódicamente a la voluntad soberana de los ciudadanos.
Cuba, gracias a Dios, no tiene conflictos violentos de tipo étnico o religioso, no sufre contenciosos separatistas ni tampoco anexionistas. Pero esto no significa que Cuba viva en paz, porque vivir en paz no es solo ausencia de guerras. La paz es un estado del alma y un estado social que favorece esa armonía interior y la amistad cívica. Cuba no solo desea la paz sino que la necesita.
El camino de la paz en Cuba
La paz no es una parada, es un camino. Y todo camino tiene dirección y sentido. El camino de la paz debe construirse sabiendo de dónde se parte y hacia dónde se quiere llegar. Para la edificación de un camino de justicia y paz en Cuba es imprescindible identificar las causas profundas del conflicto, la raíz del problema, el verdadero cimiento del edificio de la paz.
Apaciguar localmente, tranquilizar superficialmente, esconder la conflictividad y la confrontación latentes, es convertir el camino de la paz en un atajo pantanoso. Edificar la paz no es domesticar las conciencias, ahogar la verdad con la propaganda, ni criminalizar la discrepancia.
La conflictividad puede ser asumida de dos formas: como oportunidad para destruir al adversario o como oportunidad para crecer con él en la despenalización de la discrepancia, y la búsqueda de consensos para la unidad en la diversidad. Lo primero lleva directamente al inmovilismo y a la violencia. El segundo camino lleva a la renovación, la madurez cívica y la creatividad.
La violencia no es solo la guerra, golpear, herir, encarcelar. Es también el fusilamiento mediático sin derecho a réplica, organizar actos de repudio, enardecer a la masas contra los diferentes, descalificar al otro, desconocer la dignidad y los derechos fundamentales de toda persona humana, aún más, desconocer al diferente convirtiéndolo y tratándolo como una no-persona. Violencia es, además, no reconocer a los contrarios como interlocutores, amenazarlos con la venganza y la segregación.
La exclusión puede albergar en sus entrañas distintas formas de violencia. Quienes promueven, permiten o cultivan estas actitudes y acciones en sí mismos, o las justifican en otros, son cómplices y protagonistas de la violencia. Aún así, los violentos deben ser requeridos, alertados, llamados al diálogo y a la convivencia, invitándolos a abandonar esas posturas y a participar en diálogos de paz en un clima de mutua confianza. Pongamos solo algunos ejemplos en que los demócratas se sientan a la mesa a dialogar con los violentos: Gandhi con el régimen de la Gran Bretaña; Mandela con el régimen del apartheid; Walesa con la dictadura militar de Jaruselski; y más recientemente, el gobierno de Colombia con las FARC-EP. Todos estamos invitados a retomar el camino de la paz.
Las cinco estaciones hacia la paz
El camino de la paz en Cuba pudiera tener estas cinco estaciones en la escabrosa subida a las alturas de la convivencia plural y de la democracia incluyente
- Identificación de los tipos de conflictos.
- Búsqueda de las causas profundas del conflicto.
- Actitud personal e institucional ante el conflicto.
- Solución pacífica de los conflictos.
- Educación para la paz.
En ocasiones, nos encontramos en Cuba a personas de buena voluntad, tanto oficialistas como opositores, que optamos por los métodos pacíficos, defendemos la necesidad de la paz ciudadana y, sin embargo, rechazamos sentarnos a la mesa de negociación, argumentando que los violentos y los represores no tienen legitimidad para el diálogo que conduce a la transición pacífica. Este camino, por suerte no generalizado, se desliza por la peligrosa pendiente que conduce a una violencia no querida, muy difícil de detener cuando se ha escapado del control de esas mismas personas de muy buena voluntad pero de poca educación para la paz y menos entrenamiento para la solución pacífica de los conflictos.
Por eso consideramos muy necesario aplicar el conocimiento universal que existe y se ha experimentado en todo el mundo, a la situación de Cuba hoy. Proponemos ir concretando cada uno de estos pasos:
1. Identificación de los tipos de conflictos
Según el especialista consultado, pueden existir tres tipos de conflictos: los seudoconflictos, los conflictos reales y los conflictos latentes.
Seudoconflictos en Cuba: Tenemos seudoconflictos entre personas que buscan un mismo fin pero discrepan en los medios, métodos o detalles del camino. Como las necesidades reales de las partes no afectan, es más, coinciden con los que se consideran conflictivos, entonces es necesario madurar en tolerancia, superar la incomunicación y los recelos, mirar alto y lejos a los fines comunes y buscar consensos en el camino de respeto mutuo. Evitar la descalificación y cooperar en lo que se pueda. Esto está sucediendo tanto en el seno de la sociedad civil, como entre oficialistas. Incluso entre ambos grupos en algunos puntos relativos al bien de la Patria y a los caminos de paz y progreso para todos los cubanos. He aquí una rica cantera para desmitificar los seudoconflictos y no gastar energía y tiempo embarrancados en el llano.
Conflictos reales en Cuba: Son aquellos que surgen cuando la satisfacción de las necesidades, derechos y aspiraciones legítimas de una parte limitan, ignoran o modifican las necesidades de la otra parte o su status quo. Es largo ya el camino en que una parte considerable de la población cubana ve violados sus derechos e insatisfechas sus necesidades básicas, mientras son considerados delincuentes los que defienden esos derechos y buscan la satisfacción creciente de esas legítimas aspiraciones de progreso. Este es el conflicto real en Cuba y es necesario centrarse en él para buscarle solución pacífica, incluyente, escuchando y teniendo en cuenta los aportes de todos en la negociación respetuosa. Inclusión no por asimilación sino por reconocerle los espacios a que los diferentes tienen como derecho.
Conflictos latentes en Cuba: Cuando se trata de desconocer, silenciar o posponer estos conflictos reales, con un mar de consignas, promesas, propagandas y reformas superficiales, insuficientes y excesivamente lentas. Es verdad que por el talante de los cubanos, su amor a Cuba y su infinita paciencia, no abundan las manifestaciones violentas, ni las confrontaciones fratricidas. Gracias a Dios. Nadie las quiere ni las necesita, pero no reconocer los conflictos reales o mantenerlos latentes voluntariosamente es, a la par que muy peligroso, éticamente inaceptable.
2. Búsqueda de las causas profundas del conflicto
El segundo paso, después de identificar y aceptar explícitamente la tipología de los conflictos, es buscar, con el concurso de todos, las causas profundas, las raíces del problema. Para ello es necesario una Comisión de Historia, o como también se llama: “Servicio a la Memoria Histórica”, o “Comisión de la Verdad”, que mediante expertos de ambos lados, intente reconstruir el devenir histórico con los ripios de verdad que cada parte aporta y reconociendo con honestidad los errores que ambas partes han cometido. Este proceso de verdad, memoria y sanación es indispensable para llegar a la raíz del conflicto. Los cubanos podemos hacerlo. Debemos hacerlo.
3. Actitud personal e institucional ante el conflicto
El tercer paso sería cultivar las actitudes para la paz:
Actitudes personales: Encontramos en Cuba, por lo menos, tres actitudes personales frente al conflicto: los avestruces, los confrontativos y los propositivos. Los primeros, se alienan, se esconden, escapan hacia fuera o hacia dentro de sí mismos. Los segundos, no escapan pero enconan, atacan, descalifican, destacan los defectos, promueven lo que nos desune, están en la dinámica del complejo personal y el protagonismo exacerbado y creen que toda competencia es de ganar uno y eliminar al otro. En el tercer grupo están los que no huyen y con honestidad, civismo e hidalguía, respetan al diverso, no agreden verbal o físicamente porque consideran que el que ataca pierde. Es el proactivo, el que busca puntos en común dentro de la diferencia, se propone no descalificar ni promover lo que desune, se fija más en lo que une, construye pacientemente consensos y pequeñas alianzas entre diferentes sin complacencia con el mal ni sumisión. Ceder en una negociación no es perder ni traicionar. Cooperar en lo justo no es sumisión. Negociar, en fin, para solucionar los conflictos respetando los derechos humanos de todas las partes no es debilidad, sino la verdadera fortaleza cívica.
Actitudes grupales o institucionales: Existen en Cuba, como en otros países, grupos, proyectos y partidos incluyentes y abiertos; y existen también grupos, proyectos y partidos con actitudes sectarias y excluyentes. Hay grupos que ponen en el centro de sus actitudes los intereses propios o de una parte, sin tener en cuenta ni respetar los intereses y derechos de las otras partes, aun cuando sean minorías o discrepantes. Y también hay grupos y proyectos que ponen su mira y su centro en Cuba como Nación en la que quepamos todos. Recordamos aquella famosa y vigente frase de uno de los padres de la Constitución de 1940, el senador pinareño José Manuel Cortina, que al ser nombrado Coordinador de la Asamblea Constituyente y tener que moderar la trabazón de los trabajos por la defensa a ultranza de los intereses partidistas, cortó el nudo gordiano con aquella actualísima exhortación: “¡Los Partidos fuera, la Patria dentro!”
Para mantener una actitud proactiva como esta es necesario: reconocer el conflicto, proponerse crear un clima de confianza mínimo indispensable, enunciar claramente el núcleo del problema a resolver, formular diáfanamente sus causas profundas, comprender la posición de la otra parte, su contexto e historia, voluntad y capacidad para proponer soluciones, negociarlas en untoma y daca razonable y saber fundamentar los valores y visión de futuro que traería la solución pacífica del conflicto.
4. Proceso de diálogo y negociación de paz
La solución pacífica de los conflictos es un proceso difícil, paciente y, en ocasiones, precario y vulnerable. Es necesario, por tanto, asegurar el proceso de negociación, fortalecer sus puntos débiles, evitar las confusiones o faltas de transparencia y prever las reglas para evitar estancamientos, dilataciones, desviaciones y manipulaciones del diálogo y la negociación.
Por eso, el cuarto paso del proceso de solución pacífica debe tener claramente enunciado y previamente negociado y aprobado por ambas partes lo siguiente:
a. Determinar los fines y metas de la negociación.
b. Establecer el itinerario o etapas, puntos de la negociación.
c. Acordar las normas y dinámicas que regirán los debates y cómo se arribará a la aprobación de los acuerdos.
d. Presentar los nombramientos de los representativos de las partes y de los mediadores, garantes, consultores expertos y testigos.
e. Definir el cronograma para cada etapa y para el proceso en general.
f. Establecer las relaciones y consultas con las instancias superiores o con los representados.
g. Definir las relaciones con los Medios de Comunicación durante el proceso.
h. Escoger la sede o las sedes.
i. Darle seguimiento a los acuerdos y cumplirlos.
j. Evaluar sistemáticamente el proceso y sus resultados para rectificar errores, evitar estancamientos o procesos interminables.
5. Educación para la paz
Por último, aun cuando se recorra este u otros itinerarios de paz, se acepten estos recursos y métodos para la solución pacífica de los conflictos, esto no será suficiente aunque sería un gran y definitivo paso. Es absolutamente necesario acompañar y complementar este camino de la paz en Cuba con un profundo, sistemático y genuino proceso de educación para la paz.
Lo hemos dicho en otras ocasiones y lo reiteramos en este tema central: Cuba sufre un analfabetismo ético y cívico y un daño antropológico que deben ser reconocidos, atendidos y curados ya. Creemos que la educación es el único y mejor recurso para edificar la paz en Cuba y en el resto del mundo. Solo con educación sistemática los ciudadanos podrán vivir ese proceso en su persona, en su familia y en los grupos de la sociedad civil. Solo con educación para la paz los ciudadanos no se escandalizarán del camino de la paz, no sospecharán de los métodos de los negociadores, desearán salvar tanto a las víctimas como a los victimarios, sin obviar ni la verdad ni la justicia serena y magnánima. Por ello no condenarán a priori los intentos de diálogo y negociación. Solo con educación para la paz los ciudadanos podrán ser participantes activos, evaluadores competentes del proceso y garantes del mantenimiento de una paz estable y duradera.
Es verdad que la educación para la paz es un proceso lento y paciente, pero esa es otra razón para comenzar ya y darle el máximo de prioridad. En este sentido, como hemos sostenido que Cuba necesita 15 minutos para quejarse y 45 para buscar soluciones, nos atrevemos a proponer al debate de la sociedad civil independiente y a las estructuras oficiales del Estado, el anterior itinerario para la solución pacífica de nuestros conflictos y, además, algunas líneas temáticas para diseñar un programa elemental de educación para la paz.
Estos podrían ser, entre otros, y en espera de poder ir confeccionando un plan formativo más detallado, unos ejes vertebrales:
- Educación para el empoderamiento ciudadano: autoestima, competencia y seguridad.
- Educación Ética y Cívica: valores y virtudes, inclusión, tolerancia y relaciones Estado-Ciudadano.
- Educación en Derechos Humanos: civiles y políticos, económicos, sociales y culturales.
- Educación en técnicas de comunicación, debate parlamentario y dinámicas de grupo.
- Educación para desempeñar roles de representación, arbitraje, mediación, negociación y prevención de conflictos.
Expresamos nuestra plena confianza en la capacidad y la sensibilidad de los cubanos, tanto los miembros de la sociedad civil como los que desempeñan responsabilidades oficiales, para asumir estos desafíos que ponen en juego el porvenir pacífico, incluyente y próspero de nuestra Nación.
Pinar del Río, 8 de septiembre de 2014
Fiesta de la Virgen de la Caridad de El Cobre
Madre de todos los cubanos