Foto de Yoandy Izquierdo Toledo.
Muchos debates, desde la teoría y también desde la experiencia empírica, se han enfocado en el tema de la importancia de las MIPYMES, precisamente por su relevancia tanto en los procesos de desarrollo económico como en los de bienestar social. La mayoría de los autores que han abordado estos temas, convergen en que los principales aportes de este tipo de emprendimientos los podemos encontrar en el campo de la generación de puestos de trabajo y de la mejor distribución de ingresos. Ventajas estas que, junto a otras, las posicionan como actores relevantes de cara a las grandes empresas y transnacionales.
Otras de las ventajas que con frecuencia podemos encontrar son las siguientes:
Impacto en el desarrollo local: estas empresas están llamadas a ocupar un lugar determinante en el aprovechamiento del espíritu emprendedor local y sacar provecho a las especialidades locales. Además, pueden dar origen a encadenamientos productivos que les faciliten una mayor integración a la economía global, mejorando sus procesos productivos a través de las sinergias que logren en campos como el de la tecnología, la calidad y el know-how gerencial. De esta forma, el impacto que pueden generar a nivel local, en las comunidades, etc., puede ser de vital relevancia.
Propiciar mayor inclusión social: como bien se afirma en el informe de la CEPAL (2010) “La hora de la igualdad”, las MIPYMES no son una nota al pie en la estrategia de desarrollo con igualdad, sino una de sus piezas fundamentales. Las PYMES pueden jugar un papel determinante en el proceso de conjugar desarrollo económico con inclusión social, específicamente a partir de favorecer la generación de empleos y de oportunidades, la democratización de la economía y una mayor participación ciudadana.
Impulsar la innovación: las MIPYMES pueden tener grandes ventajas en materia de innovación, pues, gracias a su tamaño de gestión cuentan con mayor dinamismo, flexibilidad interna y capacidad de respuesta frente a los cambios que puedan darse en el entorno. La innovación es una condición muy importante para que estas empresas logren mantenerse en el mercado, por lo que deben desarrollarla constantemente para poder crecer estratégicamente y desarrollar su gestión.
Además de las anteriores, las MIPYMES están llamadas a jugar cada vez un lugar más importante en los procesos de desarrollo, por ser agentes que llevan en su interior la condición de generadores de redes que, aunque basadas en intereses materiales, generan efectos colaterales capaces de construir sociedad civil, y sumamente eficaces para impactar no solo en los salarios de las personas vinculadas a las mismas, sino también en la consecución de una mayor plenitud de vida, entendiendo esta última como acceso a una serie de beneficios económicos y sociales que empoderen a las personas.
Esta última, es sin duda la mayor de las ventajas de estas empresas, ser el espacio ideal para que, desde la base, los ciudadanos puedan, al mismo tiempo que se desarrollan profesionalmente y se ganan la vida dignamente, influir en el medio en el que se desenvuelven y como parte de la sociedad civil conducir poco a poco el mundo de lo económico hacia dinámicas más humanas, donde la gente pueda trabajar y desarrollarse de manera digna.
Una nueva concepción para entender las MIPYMES
Resulta difícil encontrar todas las definiciones que existen en el mundo para las micro, pequeñas y medianas empresas. Casi todos los países han construido su propio concepto para estas empresas. Las características presentes en la inmensa mayoría de estas, es basar dichas definiciones en los criterios de cantidad de trabajadores y niveles de ingresos. A partir de estos dos, se establecen pautas para entender en cada realidad qué es una micro, pequeña o mediana empresa.
La evolución que estas empresas han vivido, permite entenderlas de una manera diferente. Ya en algunos países del mundo ha ido ganando terreno la idea de que las MIPYMES deben ser definidas a partir de sus características propias, ventajas, limitaciones y beneficios que sean capaces de proveer a la sociedad, y no tanto por los estrictos y ciegos criterios de cantidad de trabajadores y niveles de ingresos. Es por esto que en muchas realidades podemos encontrar MIPYMES que podríamos entenderlas como grandes empresas, o sea, generan niveles de ingresos y tienen cantidades de trabajadores superiores a los establecidos para el sector, pero su tecnología de funcionamiento, la manera en que operan permite incluirlas en el sector de las MIPYMES y no en el de las grandes empresas y transnacionales.
En este sentido, también ha ido ganando terreno la idea de entender el microcrédito en muchos lugares del mundo en función de su tecnología de crédito, la manera en que funcionan, características de los procesos de ejecución de los mismos, y no en función de los montos de los préstamos, que en muchas ocasiones llegan a cantidades millonarias. Así también, en el caso de las MIPYMES resulta interesante comenzar a entenderlas y definirlas en función de que generen empleo, distribuyan de manera más equitativa los ingresos, dignifiquen a la persona, humanicen el trabajo y generen redes de participación dentro de la sociedad civil.
Pensando a estas empresas de este modo, entonces quedaría mucho más clara la distinción de cara a las Grandes Empresas, las que en muchos casos no son capaces o no les interesa cumplir con las características anteriormente señaladas. No obstante, cabe mencionar que también existen hoy Grandes Empresas, que en función de los criterios anteriores pudiéramos entenderlas como MIPYMES, pues generan empleos dignos, humanizan el trabajo y contribuyen a crear redes de participación.
Una reflexión para la realidad cubana
En Cuba, al cierre de abril del 2017 el número de trabajadores por cuenta propia rondaba los 550 000, y de ellos 439 007 representan a los que no son trabajadores contratados, según datos de la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT). O sea, en términos aproximados estaríamos hablando de que más del 70% de este sector son dueños de micro, pequeños o medianos negocios. Es claro que al interior de este porcentaje existen disímiles diferencias, desde negocios de una persona y con ingresos mínimos hasta negocios con varias decenas de trabajadores contratados e ingresos que acumulan miles de CUC cada mes. No obstante, resulta gratificante ver cómo estos emprendimientos han ido transformando la sociedad cubana, especialmente en La Habana donde al existir un mayor número de oportunidades han tenido un mayor impacto.
A pesar de que todavía no cuentan con personalidad jurídica, y de enfrentar los más diversos obstáculos para su desarrollo, como es el escaso acceso a financiamiento, altos impuestos, ausencia de un mercado mayorista para los insumos o las caras e ineficientes conexiones a internet, muchos de estos emprendimientos han logrado tener éxito. Especialmente los negocios vinculados a la tecnología han logrado innovar de una manera sorprendente, creando productos y servicios offline adaptados a la realidad cubana. Tal es el caso de las populares aplicaciones Isladentro y ConoceCuba, o de la plataforma de mensajería Knales, además de los cientos de negocios que se dedican al desarrollo de softwares o a realizar adaptaciones tecnológicas a los equipos que normalmente no funcionarían del todo bien en la realidad cubana, como es el caso de los dispositivos iOS, muy populares entre los cubanos.
Por otro lado, existe (al menos en La Habana) un número que, aunque pequeño es significativo, de emprendedores que por distintas vías intentan vincularse a proyectos comunitarios o de interés social. Algunos tienen ya sus proyectos concretos, la mayoría no, un resultado coherente para la realidad en que vivimos. Pero, mi experiencia ha sido, que es posible constatar mediante diálogos con este sector que muchos de ellos tienen al menos el interés de poder participar o colaborar en proyectos que sean de interés social y comunitario.
De este modo, este sector que cada día gana un poco más de terreno en la sociedad cubana, y que parece algo difícil ponerle más frenos de los que tienen, puede jugar un papel importante en el futuro cercano de la economía cubana, especialmente de cara a los grandes capitales que sin lugar a dudas, ya están poniendo su mirada en nuestra realidad.
Finalmente, al pensar en el futuro, y en el papel que pueden jugar las MIPYMES en la Cuba que se acerca, me quedo con una sensación optimista. El camino será sumamente complicado, pero si estas pequeñas semillas que ya se pueden observar en nuestra realidad se multiplican, germinan, crecen y dan frutos, podemos construir una economía capaz de conjugar objetivos de crecimiento económico con objetivos de bienestar social, y esto demanda una sociedad civil vigorosa, de la que las MIPYMES forman parte como actores esenciales.
Jorge Ignacio Guillén Martínez (Candelaria, 1993).
Laico católico.
Estudiante de Economía.