Por Karina Gálvez Chiú
Para abordar el tema de la educación liberadora es necesario primeramente considerar que nos basaremos en las ideas pedagógicas de dos figuras que vivieron en diferentes épocas y contextos sociales, así como en diferentes países: el Padre Félix Varela, quien vivió en la Cuba del siglo XIX (1783-1853) y el pedagogo brasileño Paulo Freire, quien desarrolló sus ideas en el siglo XX (1921-1997).
Por Karina Gálvez Chiú
Para abordar el tema de la educación liberadora es necesario primeramente considerar que nos basaremos en las ideas pedagógicas de dos figuras que vivieron en diferentes épocas y contextos sociales, así como en diferentes países: el Padre Félix Varela, quien vivió en la Cuba del siglo XIX (1783-1853) y el pedagogo brasileño Paulo Freire, quien desarrolló sus ideas en el siglo XX (1921-1997). Nos daremos cuenta, sin embargo, de que sus conceptos de educación y de la persona humana tienen mucho en común.
También es importante tener en cuenta que, durante mucho tiempo hemos sido víctimas de una educación vertical y paternalista, de la cual podemos hablar con más elementos, pues es la que conocemos mejor y por lo tanto, es más fácil criticarla. Nuestra opinión sobre experiencias ya vividas con la educación no liberadora, nos hace más propensos a encontrarle defectos y a obviar sus virtudes. Por otra parte, las pocas vivencias de la educación liberadora y el hecho de conocerla más en su teoría, podría hacer que veamos solo sus virtudes.
Intentemos entonces, basados en las ideas y experiencias de estos dos grandes de la pedagogía americana, caracterizar la educación liberadora, en sus diferencias con la educación tradicional, de manera que pueda servir para el futuro de Cuba, el inicio de un debate, alrededor de un tema del que depende, en definitiva, la sanación del alma de la nación: la educación.
Primer diferencia: Concepto de sociedad
La educación tradicional considera la sociedad como algo esencialmente armonioso y en sintonía con el ser humano. Tiene en cuenta sus transformaciones históricas, pero no considera la posibilidad de cambios esenciales perdurables en ella, provocados por la acción renovadora del hombre o la mujer, en contra de lo que está socialmente aceptado. Por tanto, según este tipo de educación, la persona debe ser educada para adaptarse a la sociedad, contribuir al sostenimiento de sus estructuras y leyes, mejorándolas, pero en el mismo sentido y orientación de las costumbres y la visión histórica.
En cambio, la educación liberadora, considera que la sociedad es reformable en su esencia y que la persona debe ser educada para insertarse en ella pero, críticamente, con instrumentos que le permitan evaluarla, criticarla y proponer cambios esenciales.
Paulo Freire dice al respecto:
“La educación es la praxis, reflexión y acción del hombre sobre el mundo para transformarlo”.
“La educación es un acto de amor, de coraje; es una práctica de la libertad dirigida hacia la realidad a la que no le teme; sino que busca transformarla; por solidaridad, por espíritu fraternal”.
Y Varela dice:
“Los fundamentos de la ideología, no pueden darse, sino cuando se ha hecho pensar bien al hombre…”
En este sentido, si bien la persona debe ser la protagonista del cambio en la sociedad que la lleve a pasar de condiciones menos humanas a condiciones más humanas, es necesario también considerar que esos cambios no pueden ir en contra de la naturaleza humana o irrespetando el orden que haya funcionado hasta el momento. Fijémonos en que Freire dice que el cambio debe producirse por solidaridad, por espíritu fraternal. Por tanto la educación liberadora, debe tener en cuenta también la responsabilidad que implican los cambios esenciales. No pueden hacerse irresponsablemente, “experimentos sociales”, que dañen la esencia de la persona humana.
La educación liberadora, con un concepto de sociedad en el que las personas protagonizan el desarrollo, debe liberarla de egoísmos y complejos, y promover su responsabilidad social, el respeto a los demás y la solidaridad.
Segunda diferencia: Objetivos que persiguen
La educación tradicional pretende lograr formar hombres y mujeres que se adapten y aprendan a vivir en la sociedad que ya existe y tal como existe. Pretende también transmitir conocimientos específicos, que ya han sido avances en la sociedad y experiencias y verdades aceptadas por la humanidad.
La educación liberadora se plantea como objetivos preparar seres humanos con espíritu crítico, capaces de analizar y transformar la realidad, pero no repitiendo o dando ideas o recetas para hacerlo, sino haciendo que despierten las conciencias de los hombres, y que comprendan, interpreten el mundo y se comprometan en su transformación. Al liberar la conciencia de las personas, la educación liberadora pretende satisfacer la vocación del hombre de ser más plenamente una persona humana.
Varela nos legó cómo desarrollar el pensamiento activo y divergente en los estudiantes, la creatividad.
En 1811, anexó a la Cátedra de filosofía del Colegio de San Carlos y San Ambrosio, un curso de Física experimental y fue el primero que introdujo y montó un laboratorio de química combatiendo todas aquellas teorías que originaban superstición y atraso científico, a pesar de ser esas teorías las más reconocidas por las costumbres sociales.
Solo transmitiendo conocimientos, se enseña a aceptar y asentir. Es necesario, a través de la experiencia vivida, cultivar la conciencia. Pero es importante también, el estudio de lo que otros ya han protagonizado, de hechos, verdades reconocidas de manera que los conocimientos sirvan de base al espíritu crítico. El espíritu crítico sin una base cognitiva, produce meros rebeldes, la mayoría de las veces, sin causa alguna. La educación liberadora, como pedagogía que prioriza a la persona humana, no puede despreciar la enseñanza de las verdades ya aceptadas, aunque no sea su objetivo primordial.
Al respecto dice Varela:
“Se trata de formar hombres de conciencia y no farsantes de sociedad… hombres que no sean soberbios con los débiles, ni débiles con los poderosos”.
Tercera diferencia: Contenidos y métodos
La educación tradicional se esfuerza por transmitir la herencia cultural, y la mayor cantidad de verdades ya aceptadas por la humanidad. En muchas ocasiones no tiene en cuenta las características del entorno del educando y le impone contenidos ajenos a su realidad. El educador narra la realidad y el educando memoriza lo narrado. La memorización es su principal método de aprendizaje. Al respecto dice Varela: “… el aprender de memoria es el mayor de los absurdos”.
En cambio, la educación liberadora, ofrece contenidos estrechamente relacionados con la realidad del educando, lo enseña a cuestionar verdades aceptadas y a ubicarse en su papel en relación con ella. En lugar de “recetas” para enfrentar la vida, provee herramientas e instrumentos para el análisis y el compromiso. El educador dialoga y estimula la investigación, de manera que los educandos vivan experiencias que sirvan de base a su aprendizaje.
Dice Varela: “… dejando el método de enseñar por preceptos generales aislados, y pocas veces entendidos (…) por una enseñanza totalmente analítica, en que la memoria tenga muy poca parte, y el convencimiento lo haga todo”.
Esto no debe significar que el educando solo aprenda lo que tiene que ver con su entorno. Es importante también tener una visión del mundo en general, de las experiencias de otros, en otros contextos. La educación liberadora no encierra al educando en su entorno, sino que lo sitúa en él, con la libertad que da el conocimiento del mundo y su historia y actualidad.
Varela nos enseñó que la actualización en la esfera pedagógica es muy importante para la correcta formación de la personalidad ajustando los objetivos de la educación a los avances de la época. Pero también nos indicó que para estar actualizado y a la altura de la época, hace falta autonomía de institución y libertad de cátedra.
Cuarta diferencia: Papel del educador, del educando y la relación entre los dos
Tradicionalmente el educador es el protagonista en el proceso de aprendizaje. Es quien enseña a los alumnos que se convierten en objetos de trabajo para él. Es quien transmite los conocimientos que adquirió anteriormente de la misma manera en que los transmite a sus alumnos, es él quien habla porque es el que sabe el contenido que, en el mejor de los casos, él ha escogido y clasificado como importante. En ocasiones, como sucede actualmente en Cuba, el partido político en el poder, es quien escoge el contenido, en función de sus intereses. El educador continúa siendo la autoridad en el proceso pero solo en representación de una autoridad mayor, el gobierno, por lo que, muchas veces, debe transmitir conocimientos que no domina a profundidad y conceptos, con los cuales puede no estar de acuerdo.
En este tipo de educación, el educando solo aprende. No emite criterios con el educador ni con sus compañeros. Se parte del supuesto de que no tiene conciencia del mundo que lo rodea porque no tiene conocimientos. Necesita los conocimientos para adaptarse a un mundo que funciona desde mucho antes de existir él.
Ambos, educador y educando, mantienen una relación vertical, en la que el educador es la autoridad a la que el educando se subordina.
En la educación liberadora, el educador es el guía, el animador, el facilitador, pero no es la autoridad. Él aprende igual que el educando en el proceso. La relación entre los dos es horizontal. Tanto uno como el otro protagonizan el proceso de aprendizaje, en tanto los dos aprenden.
El educando adquiere conocimientos partiendo de su propia realidad, pasando por un proceso de:
Sensibilización: “veo lo que pasa”. El educando se da cuenta de cómo es la realidad que lo circunda y, con los instrumentos con que lo han provisto, puede entenderla y ver críticamente lo que sucede a su alrededor.
Mentalización: “lo que pasa está mal”. Al analizar conscientemente la realidad, puede formarse un criterio sobre la misma y emitirlo.
Concienciación: “es necesario cambiarlo y se puede cambiar.” Una vez formado un criterio, debe pasar a la conciencia de que lo malo no necesariamente tiene que permanecer así, que es posible y necesario cambiarlo.
Compromiso: “qué puedo hacer yo para cambiarlo” En este nivel de la enseñanza, el educando se da cuenta de que el cambio depende de la acción de las personas, de su propia acción. Y la educación liberadora lo lleva a comprometerse y buscar su lugar en la búsqueda de ese cambio.
Según Paulo Freire:
…el enseñar y el aprender se van dando de manera tal que por un lado, quien enseña aprende porque reconoce un conocimiento antes aprendido y, por el otro, porque observando la manera como la curiosidad del alumno aprendiz trabaja para aprehender lo que se le está enseñando, sin lo cual no aprende, el educador se ayuda a descubrir dudas, aciertos y errores. (…) El aprendizaje del educador al educar se verifica en la medida en que el educador humilde y abierto se encuentre permanentemente disponible para repensar lo pensado, revisar sus posiciones.”
Y Varela dice:
“Estoy persuadido” de que el gran arte de enseñar, consiste en saber fingir que no se enseña”.
“Los que enseñan no son más que unos compañeros del que aprende…”
La Educación en Cuba
Para el futuro de Cuba, es hora de pensar en un sistema educativo que sane el alma de esta nación que no solo ha sufrido una educación tradicional, sino que ha sido víctima de más de 50 años de una educación paternalista y despersonalizadora, enseñando solo lo que sirve a la ideología del partido en el poder desde el año 1959.
Un nuevo sistema de educación que, a largo plazo, forme hombres y mujeres, con integridad moral que defiendan su dignidad como personas libres y responsables, protagonistas de su propia historia personal y social, nos hará caminar hacia un futuro en el que Cuba sea la nación próspera y verdaderamente desarrollada que todos queremos.
Karina Gálvez Chiú (Pinar del Río, 1968).
Licenciada en Economía.
Fue responsable del Grupo de Economistas del Centro Cívico.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de
Convivencia.
Reside en Pinar del Río.