Por Jorge Ignacio Guillén
Pretendo centrar mi atención en nuestro día a día, en nuestra convivencia familiar. Hay muchos aspectos que a pesar de estar influenciados por el gobierno y la sociedad, pueden y deben ser cambiados por nosotros. En muchas ocasiones nos volvemos cómplices de actitudes incorrectas…
Por Jorge Ignacio Guillén Martínez
“La familia es considerada, en el designio del Creador,
como «el lugar primario de la “humanización” de la persona y de la sociedad»
y « cuna de la vida y del amor »”.(1)
Juan Pablo II
Pretendo centrar mi atención en nuestro día a día, en nuestra convivencia familiar. Hay muchos aspectos que a pesar de estar influenciados por el gobierno y la sociedad, pueden y deben ser cambiados por nosotros. En muchas ocasiones nos volvemos cómplices de actitudes incorrectas y entonces pasamos a ser los principales destructores de la familia. Exhorto a los cubanos a realizar un análisis riguroso con respecto a nuestras familias y propongo un cambio en cada uno de nosotros como primer paso para trasformar nuestra sociedad, para formar -todos unidos- una verdadera familia.
La familia
Ella constituye la base fundamental de la sociedad, y de la educación que le demos depende el futuro de nuestro país. Es la encargada de crear y fomentar los primeros vínculos y lazos de amor, afecto y cariño entre nosotros, de enseñarnos a convivir, a respetarnos y valorarnos como seres humanos.
A veces no comprendemos lo importante que es una familia honesta, honrada, comprometida, alegre, unida, en la que reine el amor y en la que se extinga el odio, la separación, las ofensas, discriminaciones y toda actitud que atente contra su felicidad y concordia.
Su destrucción
Las familias cubanas han sido manipuladas durante años, educadas para la violencia y no para la paz, para la separación, el odio, el rencor, para la obediencia cívica y política, etcétera. No han sido formadas para ser libres.
Sus vínculos fundamentales están establecidos por el matrimonio y la descendencia(los hijos), ambos altamente dañados en nuestro país por el elevadísimo índice de divorcios y abortos respectivamente. Estos han separado, traumatizado, han hecho llorar y en fin, dañado enormemente a la familia cubana.
La inestabilidad en los matrimonios ha creado una separación y un daño en las personas que amenaza y desmorona nuestra sociedad.
El aborto en Cuba es un tema a tomar en serio, para muchas personas es algo muy normal, una simple forma de escapar de los “problemas”. Muchas mujeres cuando saben de su embarazo lo primero que se cuestionan es: “¿me lo dejo o me lo saco?”, y desgraciadamente cuando se ven presionadas por los familiares, por su economía, por el hecho de ser jóvenes, tener que abandonar la escuela o cualquier otra cosa que implique un determinado grado de responsabilidad y sacrificio, se olvidan de lo más importante y optan por lo segundo -que desde mi punto de vista, ni siquiera debería estar entre las opciones a tener en cuenta-. El aborto es ética y moralmente inaceptable, se opone a la vida del ser humano y va en contra de su dignidad. Dejemos de ver la natalidad como un obstáculo y un problema. Lo más correcto es dar gracias a Dios por ese regalo hermoso, por ese don divino que nos ha enviado.
“Cuando los matrimonios viven en sistemas económicos o culturales que, bajo la falsa apariencia de libertad y progreso promueven, o incluso defienden, una mentalidad antinatalista, se induce de ese modo a los esposos a recurrir a métodos de control de la natalidad que no están de acuerdo con la dignidad humana. Se llega incluso al aborto, que es siempre, además de un crimen abominable (véase Const. Past. Gaudium et spes, 51), un absurdo empobrecimiento de la persona y de la misma sociedad. Ante ello la Iglesia enseña que Dios ha confiado en los hombres la misión de transmitir la vida de un modo digno del hombre, fruto de la responsabilidad y del amor entre los esposos”. (2)
De igual forma influye un machismo brutal e inconcebible que ahoga un número, yo diría que excesivo, de los hogares cubanos y que destruye y anula a la mujer e impide que se reconozca el valor que tienen, además del daño psicológico que puede producir en ellas este tipo de actitudes. Para muchos la mujer es solo una máquina de carne y huesos que sirve para el sexo y las labores domésticas.
Un dolor inmenso ha provocado también la huida, escape, solución, satisfacción, o cualquier otra vía que conduce y ha conducido a los cubanos a marcharse al exterior. Muchos sufrimos y lloramos día a día por la ausencia de nuestros seres queridos y por la desesperación en que nos enredamos al saber que por más que lo deseemos, con lo único que puede contar un cubano hoy en día es con la esperanza de poder viajar y de reunir a su familia.
La poca comunicación, intimidad y respeto entre padres e hijos ha hecho que el ambiente en muchos hogares sea un desastre: discusiones, ofensas, engaños, falta de responsabilidad, envidia, decepciones, discordias. Las personas olvidan lo que significa ser una familia, olvidan que no vinieron solas al mundo, que no pueden tratarse como enemigos, que los problemas como mejor se enfrentan es unidos en familia y que somos mucho más vulnerables a los fracasos cuando nos separamos creyendo que no necesitamos su apoyo, cariño y amor. Olvidan el valor de la reconciliación y del perdón.
Unas veces por problemas económicos, otras por irresponsabilidad y falta de preocupación de los mayores, los niños son maltratados, influenciados con malos ejemplos, manipulados por la política y víctimas de actitudes violentas e inhumanas, provenientes frecuentemente de sus propios familiares.
Crecen con la necesidad de ser educados en cuanto a valores y virtudes humanas, necesidad que en muchos de los casos no se satisface. Atrapados en una sociedad que solo les ofrece sexo, vicios, drogas, fiestas y violencia como vías para ser felices y que prácticamente desde que nacen les impide desarrollarse como personas.
¿Cómo enfrentar esta triste realidad?
Recordemos que la vida y la felicidad del mañana dependen de los niños de hoy, ellos son la esperanza del mundo, como bien dijo nuestro Apóstol. Ya es hora de que cada cubano se preocupe más por sus pequeños y por su formación como seres humanos, por enseñarlos a relacionarse misericordiosamente, a luchar por ser felices, amarse, a ser libres, a buscar cada día la fuerza necesaria para que sus sueños sean realidad y sobre todo a vivir en familia.
La familia no puede dejarse quitar la misión de ser la principal educadora de los niños, sabemos que en nuestro país, el gobierno, desde las edades más tempranas pone todos sus esfuerzos en formar a las personas de forma tal que respondan a sus intereses. Debemos estar preparados para esto, brindar en todo momento apoyo y una buena formación para evitar que sean manipulados.
Ningún sistema, persona, Estado, nada ni nadie tiene el derecho de borrar de nuestras vidas la posibilidad de estar unidos a nuestra familia, ni en Cuba ni en ningún otro lugar, bajo ningún concepto. Ella es el mayor patrimonio del ser humano, que tenemos desde que vinimos al mundo y al que nadie nos puede obligar a renunciar. No podemos vivir con tantas injusticias, frecuentemente nos quejamos de las miserias que tenemos que enfrentar en el hogar, pero luego de la queja nos conformamos y dejamos que el tiempo siga pasando sin que hagamos nada. Si no somos valientes y enfrentamos con dignidad las dificultades nunca lograremos liberarnos y nunca serán libres nuestras familias.
Muchos de estos problemas podrían evitarse si se colocaran en las escuelas educadores que trabajen sobre la base de valores, virtudes, principios éticos y morales, para así lograr que -principalmente- los adolescentes y jóvenes adquieran una formación menos irresponsable, menos violenta, más comprometida y con cierto grado de madurez a la hora de enfrentar las dificultades, ya que todo esto traería consigo -sin lugar a duda- una mejora considerable en cuanto a las relaciones familiares en nuestro país. Estos métodos serán cada vez más fructíferos y eficaces en la medida de que se comiencen a cultivar en el seno de cada una de nuestras familias.
La confianza y la comunicación entre los miembros de una familia son pilares muy importantes. Muchas de las dificultades que estos enfrentan, en el fondo, son frutos de su ausencia. Cuando no hay confianza entre padres e hijos, estos continuamente se ven motivados a mentir y así es con todos en la sociedad. Algo similar ocurre con la falta de comunicación. Sería muy interesante cultivarlas día a día en nuestros hogares.
Hoy, todos los cubanos de aquí y de allá, estamos llamados a cambiar nuestra realidad, a buscar el bienestar de nuestra sociedad habiendo ya encontrado el de nuestras familias, a buscar la esencia y la alquimia de la vida familiar y sobre todo tenemos el deber de evitar -como podamos- vivir y que los demás vivan sin el compromiso de mejorar cada día un poco más las relaciones familiares.
Hagamos todos unidos una sociedad mejor y tomemos conciencia de que para eso necesitamos cada día familias mejores, luchemos por cambiar desde nuestro espacio y poco a poco todas estas cosas que la deterioran, destruyen y desacreditan.
El gobierno, las instituciones y la sociedad en general tienen el deber de respetar, proteger, garantizar la identidad y la vida familiar. También deben guiar, prevenir y ayudar a las familias a vencer y superar las dificultades. Necesitan ser reconocidas, que se respeten sus derechos fundamentales, ser promovidas y tratadas con cierto grado de prioridad ante los demás grupos sociales. “El punto de partida para una relación correcta y constructiva entre la familia y la sociedad es el reconocimiento de la subjetividad y de la prioridad social de la familia. Esta íntima relación entre las dos «impone también que la sociedad no deje de cumplir su deber fundamental de respetar y promover la familia misma»”.(3)
La familia cubana es una sola, somos todos de una misma casa, hijos de un mismo padre y una misma madre, es nuestro derecho y deber velar por su felicidad.
¡Vivir en familia, con libertad!
Cuando se comprende a fondo el valor de la libertad, cuando se ama apasionadamente este don divino del alma, se ama el pluralismo que la libertad lleva consigo. (4)
La familia debe formar a sus miembros con libertad y enseñarles a administrarla con responsabilidad y prudencia, actuando siempre con precaución para evitar caer en la confusión entre libertad y libertinaje.
Los hijos deben tener libertad para elegir qué es lo que quieren para sus vidas, necesitan saber decidir por ellos mismos. Por otra parte los padres deben cuidarse para no caer en imposiciones, no pueden pretender decidir por sus hijos, ya que Dios nos ha creado a todos con esa libertad interior que nos permite -entre otras cosas- tomar decisiones.
Cuando en un momento determinado tomamos la decisión de conducirnos por un camino que no es del agrado de nuestros padres, es cuando más necesitamos de su apoyo, compañía y de sus consejos. Con esto no pretendo justificar en lo más mínimo las actitudes irresponsables en que caemos muchas veces, por creer que podemos ir solos por la vida sin contar con la ayuda y el acompañamiento de otros. Son imprescindibles para nosotros todas las acciones que realicen nuestros padres con el fin de mostrarnos nuevos horizontes, su amor, dedicación, cariño y su respeto correspondiente hacia nuestra libertad.
Cuando algo no agrada, molesta o incomoda a alguno de nuestros familiares, la solución no está -sea cual sea el problema- en la violencia, el desprecio o las recriminaciones constantes. Lo más razonable para todos sería brindarnos un apoyo mutuo, comprendernos y permanecer unidos en todos los casos, para así enfrentar las dificultades de la mejor forma posible. Está en ver lo positivo de eso que no nos agrada y sobre todas las cosas en estar dispuestos a dialogar.
Está a nuestro alcance la opción de formar una sociedad mejor, más justa, más unida, responsable, pacífica y libre, en la que todos convivamos como hermanos y seamos los creadores y protagonistas de nuestro presente y futuro. Estoy convencido de que vale la pena apostar por la familia, sin mirar atrás ponernos en marcha y buscar sin miedos esa sociedad. ¡Intentémoslo!
Bibliografía
- 1.Juan Pablo II, “Exh. ap. Christi fideles laici”, 40: AAS 81 (1989) 469. Doctrina Social de la Iglesia.
- 2.Homilía dedicada a la familia en Santa Clara. (1998) Juan Pablo II.
- 3.Juan Pablo II, “Exh. ap. Familiaris consortio”, 45: AAS 74 (1982) 136. Doctrina Social de la Iglesia.
- 4.Conversaciones con Monseñor Escrivá. San Josemaría Escrivá de Balaguer.
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Jorge Ignacio Guillén Martínez.
(Artemisa, 1993)
Laico católico.
Estudiante de Economía.