Por Jorge Ignacio Guillén Martínez
Cuando hablamos de paz estamos hablando de uno de los elementos más importantes para la existencia humana; hablamos de una satisfacción de las necesidades humanas materiales, espirituales, individuales y sociales;
Por Jorge Ignacio Guillén Martínez
Cuando hablamos de paz estamos hablando de uno de los elementos más importantes para la existencia humana; hablamos de una satisfacción de las necesidades humanas materiales, espirituales, individuales y sociales; de una exclusión de fenómenos relacionados con la violencia como son la pobreza, carencias democráticas, desigualdades sociales, deterioro del medio ambiente, tensiones, conflictos, y de la eliminación también de todo tipo de imposiciones de poder, represiones, exclusiones, descalificaciones humanas y principalmente del odio entre las personas.
Todos queremos la paz o casi todos, sin embargo, ¿cuántas veces nos preguntamos qué hacemos o cómo ayudamos para que se acabe la violencia en nuestras familias, trabajos y en la sociedad en general?
Y ¿cuántas veces hacemos algo por eliminar la violencia? Para poder alcanzar un estado de paz social es imprescindible conquistar la paz individual y familiar como primer paso en este camino.
Necesitamos una educación, en cuanto a principios y valores éticos, que nos enseñe a expresar sentimientos y emociones, en especial la ira, el enfado y las frustraciones de una forma no agresiva; aprender a solucionar conflictos humanitariamente y por vías que siempre tengan como principio fundamental la paz.
Cada vez que somos violentos, que nos sentamos a ver cómo los hombres se maltratan entre sí, se enfrentan y a veces, inconscientemente, inculcan la violencia de generación en generación, siempre que agredimos a alguien verbalmente, que sentimos rencor, que no pedimos perdón y pensamos solo en nosotros, ponemos en peligro la armonía y la concordia en nuestras familias.Respetemos, amemos, seamos bondadosos y humanos, vivamos para servir y no para ser servidos, que solo así lograremos este cambio que soñamos hacia esa sociedad en la que todos, sin distinción alguna, nos demos la mano.
Es hora de que no pensemos que un grito o una mala contesta a nuestros padres o hermanos es algo insignificante, y le demos un poco más de importancia, porque, con esas actitudes violentas, nos desacreditamos totalmente como seres humanos y nos vamos autodestruyendo poco a poco.
Aprendamos a ser mansos y humildes como nos quiere Dios y excluyamos de nuestras vidas la violencia y la venganza. Seamos felices y prediquemos la paz por todos lados y en todo momento.Comencemos por nuestras familias, así estamos aportando nuestro granito de arena para que esta reine en Cuba y en el mundo.
Una vida así nos dará felicidad a nuestras vidas. Dios nos quiere libres, justos y con paz en el corazón, luchemos día a día porque este, el reino del Señor, se convierta en una realidad para todos los cubanos.
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Jorge Ignacio Guillén Martínez
(Candelaria, Artemisa, 1993)
Laico católico. Estudiante de Economía.