Canet, Virgilio y Villaverde: aniversarios en tres lenguajes y una misma raíz
Por Dagoberto Valdés
Todo viaja a la raíz o al fruto. Regresando al ojo de agua si es auténtico o plenificándose en el Omega de para siempre. Este es el único sentido para celebrar centenarios y aniversarios de artistas y escritores, personas o instituciones.
Canet, Virgilio y Villaverde: aniversarios en tres lenguajes y una misma raíz
Por Dagoberto Valdés
Todo viaja a la raíz o al fruto. Regresando al ojo de agua si es auténtico o plenificándose en el Omega de para siempre. Este es el único sentido para celebrar centenarios y aniversarios de artistas y escritores, personas o instituciones. Buscando savia de la raíz, agua del ojo. Claridad y sobra. Gubia y madera. Talla y relieve. Grabado y novela. Costumbrismo y realidad.
Viajamos este año a varias raíces y surtidores: Villaverde y Virgilio, en sus centenarios. Canet en los que serían sus 70 años. Letra, teatro y grabado. En siglos diferentes, en soportes desiguales, pero unidos a la fuente, en las entrañas de nuestra identidad.
Cirilo Villaverde (1812-1894), pinareño de aquellos tiempos, nos escribe como grabados con la letra fotográfica en La Habana de la Loma del Ángel, los carruajes de la calle del Obispo, las procesiones de la Virgen, el pecado inenarrable de la esclavitud, la imperecedera historia del amor. De su novela salen los personajes de Dos Viejos Pánicos, en otro sistema político pero con los mismos sufrimientos y angustias, un siglo después. Cecilia o María Viván. Raza o color, religión y tradiciones. Cuba no sería ella sin Electra Garrigó, o sin Cecilia Valdés, la novelada de Villaverde, la musicalizada de Gonzalo Roig. La que vemos hoy por todas las calles de Cuba. Con su sandunga y su nobleza. Con su color y su belleza, con su dolor y su pasión. Es como si Cirilo enterrara la gubia de Canet en el claroscuro que Virgilio poetiza en La Isla en peso y sacara al relieve las esencias de lo que somos. Es como si Villaverde, pusiera sobre las tablas del teatro censurado los mismos personajes de Piñera, pero retrotraídos al otro siglo.
En Virgilio Piñera (1912-1979), escurridizo vecino de la capital, las sobrias escenografías son estampas de Canet. La nerviosa mano del dramaturgo va hundiendo de su talento en las mismas tablas de la cotidianidad criolla. Sus oscuridades se pierden en los entresijos del alma de sus personajes como en Canet por los retalles de las cornisas de La Habana. Sus luces, elementales, imprescindibles y minuciosas remedan los salientes de los grabados de Canet o las descripciones exhaustivas villaverdianas de la Plaza de la Catedral con voceadores y transeúntes. Virgilio fue quien mejor grabó en la novela de su vida y en los personajes de sus obras y poemas, la sordidez y la virtud, descritos con fruición por Cirilo y pasmados para siempre en los claroscuros del artista del grabado.
En Antonio Canet (1942-2004), cuya séptima década de vida hubiéramos celebrado este año, todo está quieto y vivo. Como esas escenas piñerianas en que el mudo suspense es alarido del que sufre sin saber por qué. La muerte por celos y amor en Villaverde queda atrapada en la obra de Canet y en las desgarradoras escenas de Virgilio. Entresijo de nuestra cultura. Coincidencia de las esencias del alma cubana. Canet fija en la tinta monocorde lo que el gesto en Virgilio incita a la narración de Villaverde. O viceversa, si atendemos a la engañosa cronología del arte y la literatura: la pasión narrativa y costumbrista del vueltabajero del siglo XIX salta a las tablas de Virgilio para re-presentar la vida del siglo XX, y para que los que los sobrevivimos en el tiempo podamos apresar tal pasión de las letras y los gestos, Canet los ilustra para repujarlos en la memoria cultural de la Nación de todos los siglos.
Así los veo trabajar juntos y diversos, en soportes aparentemente excluyentes. No es así. Al principio era el Verbo, la “Palabra”. Esta se hizo “Carne” y permanece para siempre “Trascendencia” resucitada entre nosotros.
Villaverde puso la Palabra escrita. Virgilio la carne de René. Canet la eternidad de la luz y de la sombra en la Cecilia de la Loma del Ángel.
Cuba acuna esta poiesis multiforme. Y debería aprender de ella. Para eso debían servir los aniversarios cerrados.
¿Cerrados?
Dagoberto Valdés Hernández. (Pinar del Río, 1955).
Ingeniero agrónomo. Premios “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004,
“Tolerancia Plus” 2007 y A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011.
Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007.
Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años.
Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director.
Reside en Pinar del Río.